31 de agosto de 2008

ESPAÑA DE ZAPATERO O LA CULTURA PROGRESISTA


DE LA UTOPIA DE ZAPATERO A LA DISTOPIA DE LA REALIDAD


En 1949 se publicaba 1984 la novela escrita por George Orwell en la que nos muestra un sombrío futuro dominado por un Estado omnipresente gestionado por un partido totalitario. Cuando llegamos a 1984, hace ahora casi un cuarto de siglo, se multiplicaron los homenajes al autor de aquella novela y las campanadas de la noche de San Silvestre anunciaron la llegada del “año Orwell”.
En aquel momento, Europa estaba bajo la presión del último tramo de la Guerra Fría; el despliegue de misiles norteamericanos en Europa hacía que volviera a planear, por última vez, el fantasma del desastre nuclear. Sin embargo, dos años después, Gorvachov inició el desmantelamiento de la URSS y poco después cayó el Muro de Berlín. La novela de Orwell se olvidó en un clima de optimismo y euforia.
La democracia había logrado disipar al espectro del totalitarismo. Sin embargo, si un año merece ser llamado “año Orwell” es precisamente 2008. Y si en algún lugar se da el escenario descrito por Orwell es en la España de Zapatero.
La sociedad descrita en 1984
Las dos mejores proyecciones de ficción de la literatura del siglo XX son, sin duda, 1984 y Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Ambas novelas son, de hecho, complementarias. En el Mundo Feliz se describe un paisaje que encaja perfectamente con el que se desarrolla ante la vista. Ser feliz es casi una obligación. No importa que ser feliz haya costado renunciar a tener un alma (una personalidad). La dominación del ser humano es sutil y se realiza por medios tecnológicos en la novela de Huxley.
Orwell muestra técnicas de dominación más brutales. Ha conocido el stalinismo y sabe que no todos se dejan robar el alma. Algunos la defienden. El Gran Hermano es brutal con estos. Debe de serlo si lo que pretende hacer es una sociedad igualitaria. El mundo de Orwell nivela e iguala con la motosierra. Quien sobresale y tiene opinión propia, le son amputados esos centímetros que dan personalidad. Es Winston, el protagonista, que se niega a aceptar esa igualdad por abajo; aspira, el insensato, a algo más.
Pero en el mundo de Huxley, ya no hay brutalidad, el Gran Hermano ha podido construir su mundo feliz y ya no ejerce brutalidad, le basta con haber robado el alma a todos los ciudadanos. Ninguno de ellos tiene problemas o dificultades, el Estado resuelve cualquier conflicto y cubre cualquier necesidad, a condición de carecer de personalidad.
El mundo de ZP: el mundo feliz
Huxley pinta un “mundo feliz” en el que el desarrollo científico, el dominio de las tecnologías y la utilización de las técnicas de control social, han llevado a la realización de la Utopía. Se han conseguido erradicar la pobreza y las guerras; los ciudadanos circulan por las calles con sonrisa bobalicona, no conocen ni el miedo, ni la enfermedad; son permanentemente felices.
La ironía de la novela es que para alcanzar esa felicidad han debido eliminar muchas cosas: la familia, la cultura, la religión, las artes, la filosofía, la historia, la diversidad étnica y cultural, las identidades y las naciones…
No hace falta forzar las cosas para reconocer tanto en el modelo descrito por Huxley como en lo que ha sido preciso destruir, a la ideología de José Luis Rodríguez Zapatero. Da la sensación de que algún ideólogo de Ferraz ha tomado la novela de Huxley como programa electoral: lo que se ofrece es la felicidad (en lugar del esfuerzo, la lucha, el sacrificio, es decir, en lugar de la vida real) y para llegar a ella es preciso hacer tabula rasa de todo lo que conocemos.
En los cuatro años de gobierno de Zapatero se han dado pasos asombrosos para la destrucción de la familia (divorcio exprés, práctica liberalización del aborto, ausencia completa de facilidades y ayudas para formar familias y para la paternidad), para liquidar la identidad nacional (regularización masiva de ilegales en 2005 y puertas entreabiertas para llegar a 6.000.000 de inmigrantes), para pulverizar la enseñanza y la cultura, para imponer los nuevos valores (universalismo, pacifismo, ecologismo, paz universal, etc.) mediante la invención de asignaturas (educación para la ciudadanía), ofensiva contra la religión tradicional del pueblo español (mediante la promoción de un laicismo extremo, igualando el catolicismo a cualquier otra religión), centrifugar el Estado (apertura a los partidos nacionalistas e independentistas, diálogo con ETA, incapacidad para definir un modelo de Estado).
Para colmo en “el mundo feliz” las drogas son el pilar de la sociedad… España es hoy el país del mundo que consume más cocaína, por delante incluso de los EEUU. Huxley aludía a una mezcla de heroína y cocaína que proporcionaban una felicidad absurda.
Los ciudadanos del mundo feliz de Huxley ignoran lo que es la historia, simplemente tienen la idea de que en el pasado sólo se conocía el horror y la barbarie (lo contrario de la sociedad en la que viven). Es inevitable recordar la importancia que ZP da a la “memoria histórica” y el estímulo que ha dado a los nacionalistas e independentistas para que “rescriban la historia”. De hecho, en la concepción de ZP, todo lo que ocurrió antes del 14-M de 2004 era pura barbarie.
Huxley describe el proceso de la globalización que tanto gusta a ZP. Sitúa su origen en 1908 (año en que Henry Ford lanzó el “Ford T”, primer coche fabricado en serie) y, después de una guerra de nueve años que se desarrolló en Europa, se formó el “Estado Mundial” que dio paz y armonía universal.
No albergamos la menor duda de que el modelo de sociedad que tiene ZP (y, por extensión, toda la progresía alucinada de éste país) es el descrito por Aldous Huxley en El Mundo Feliz. Y el mismo Huxley describe los valores tradicionales que hay que liquidar. Justo los que Zapatero ha ido arrinconando en los últimos cuatro años.
Pepiño Blanco, en el Ministerio de la Verdad
El protagonista de 1984 es Winston Smith, un trabajador del “Ministerio de la Verdad” cuya función es rescribir permanentemente la historia, inventando héroes y anulando a protagonistas y a situaciones reales “políticamente incorrectas”.
La sociedad de 1984 es una inversión de una sociedad sana; cualquier nombre utilizado es la inversión de su función real: el Ministerio del Amor se ocupa de los castigos, el Ministerio de la Paz, prepara las guerras, el Ministerio de la Abundancia mantiene a la población al borde de la subsistencia y, finalmente, el Ministerio de la Verdad falsea la realidad para que ésta coincida con las previsiones del Gran Hermano... el dictador único del que emana un “pensamiento único”, verdadero paradigma al que debe atenerse toda la sociedad.
Cada mañana, cuando el portavoz del PSOE, Pepino Blanco ofrece una rueda de prensa parece que oficie como un representante del Ministerio de la Verdad orwelliano quien habla. De hecho su función consiste simplemente en encajar a martillazos la realidad con las necesidades electorales del partido.
En el mundo de 1984 se ha impuesto el “doble pensar”, el arte de pronunciar unas palabras y encerrar un significado contrario a su significado objetivo. A esto lo llamamos hoy “lo políticamente correcto”.
El Gran Hermano, ánima nera de la novela, lo es todo, es el comandante en jefe, el guardián de la sociedad, el dios, el juez supremo, la encarnación de los ideales del Partido único y todopoderoso. Vigila sin descanso. Al Partido único deben pertenecer todos salvo los "proles", equiparados a los animales, los proles somos todos: la Policía del Pensamiento apenas los vigila: "a los proles se les permite la libertad intelectual porque no tienen intelecto alguno". Da la sensación de que se está describiendo la situación de España en el siglo XXI, donde puede decirse todo, pero no sirve para nada y donde la masa carece de capacidad crítica al 100%.
El protagonista de 1984 toma conciencia de lo monstruoso de esta sociedad. Percibe en los mecanismos mediáticos, en la educación y en el ocio, instrumentos para el control mental de los individuos y para la educación totalitaria de las nuevas generaciones. El Gran Hermano aspira a penetrar en el cerebro de cada ciudadano y a controlar cualquier disidencia incluso en el dominio del pensamiento íntimo. Las técnicas de dominación hacen efecto sobre Winston y la novela termina con el protagonista mirando un monitor de televisión: “Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano”.
Orwell define a la ideología totalitaria como IngSoc, contracción de “socialismo inglés”, abierta a todas las razas, que propone el mestizaje universal y cuyo símbolo es una mano blanca y otra negra que se dan la mano. ¿Les suena?
Distopía frente a Utopía
La Utopía es una ficción en la que se describe un mundo ideal. La distopía, por el contrario, es una utopía negativa y completamente indeseable. Los mundos descritos por Orwell en 1984, por Huxley en Un Mundo Feliz o por Ray Bradbury en Fahrenheit 451, en La Naranja Mecánica de Anthony Burgess o, más recientemente Neuromante de William Gibson, son distopías.
En política, es frecuente que los buscadores de utopías, terminen generando monstruosas distopías. Es lo que ha logrado José Luis Rodríguez Zapatero de quien hasta el 14 de marzo de 2004 no podía dudarse de su honestidad y de su sinceridad, pero a medida que ha ido avanzando en su tarea de gobierno, ha dado muestras de su capacidad para generar problemas y llevar el caos allí a los terrenos más insospechados y hasta su aparición sosegados.
Zapatero intentó que el proceso de paz llevara por vía del diálogo al desarme del terrorismo. Y la utopía se trocó en distopía cuando estallaron las bombas de la T-4, ETA siguió amenazando y dos guardias civiles resultaron asesinados en Francia.
Zapatero intentó abrir un debate sobre el “modelo de Estado”; su utopía consistía en salvar la contradicción entre las autonomías y el Estado, pero se encontró con la distopía que llevó al Plan Ibarreche o al nou Estatut.
Desde 2004 hasta hoy la inmigración ha aumentado un 30%. La regularización masiva de 2005 debía de haber llevado a una nueva situación utópica en la que todos los residentes en España tuvieran papeles, pero, nuevamente apareció la distopía en forma de efecto llamada y de conscuencias más perversas que acarrea todo fenómeno migratorio incontrolado (desarraigo, delincuencia, formación de guetos, alteración de todos los parámetros y constantes de la sociedad española, etc.).
Como si Orwell hubiera anticipado la política económica del gobierno ZP en su descripción del Ministerio de la Abundancia, la utopía de la justicia social que decía defender, se convirtió en la distopía de la mayor crisis económica que se va haya visto en nuestro país. Y poco importa quien venza en las elecciones de marzo: la situación es tan grave que el margen de maniobra de unos o de otros es el mismo, aguantar la crisis y esperar que el tiempo lo resuelva todo…
Zapatero buscó alcanzar la utopía en materia internacional y para ello promocionó su Alianza de Civilizaciones, intentó alianzas con los “grandes”, pero, finalmente su política tan solo pudo atraer a países-parias africanos, a Turquía deseosa de buscar alianzas para acercarse a la UE, fracasando en todos los demás frentes. La utopía internacional de ZP y de Moratinos, se volvió, una vez más, distopía.
Otro tanto ocurrió en políticas sociales. El programa del PSOE de 2004 aludía a un utópico “viviendas para todos”, en la práctica se quedó, primero en “soluciones habitacionales”, luego en “pisos de 30 metros”, más tarde en 200 euros para alquileres que provocaron una inmediata subida de 200 euros en la oferta. La Ley de Acompañamiento no es nada sin los presupuestos de las autonomías, los beneficios prometidos a Autónomos y pensionistas, no sólo no aparecieron sino que la crisis económica iniciada en otoño de 2007 mermó hasta la raíz el poder adquisitivo de las economías más modestas. Si la distopía es algo, es precisamente esto.
El régimen de partido único aquí y ahora.
Alguno dirá: “Si, ciertamente, Zapatero si no ha leído –lo que parece probable- ni 1984 ni Un Mundo Feliz- los ha bene trovato y cada una de sus medidas ha conducido a la distopía, el “feliz mundo” que ZP ha querido construir se ha convertido en un “mundo feliz” huxleyano. Pero, afortunadamente, hay oposición”. Error, no hay oposición, hay competidor. El PP es el “competidor”, mucho más que el “opositor” y en tanto que “competidor”, juega a la contra sistemáticamente. Si fuera “opositor” miraría mucho más a los intereses nacionales que a los intereses propios, de la misma forma que si el PSOE fuera el “poder”, gobernaría en lugar de limitarse a disfrutar de las mieles del poder. Ni la oposición construye una alternativa, ni el partido en el poder sabe ni tiene la intención de ejercerlo.
Por lo demás, ninguno de los dos partidos “hace política”. La política es lucha, construcción, destino, no expolio de las arcas públicas allí en donde tiene ocasión, ni búsqueda sistemática del máximo beneficio económico propio con el mínimo esfuerzo.
No hay oposición porque ningún partido cuestiona ni lo políticamente correcto, ni el pensamiento único, ni el nuevo orden mundial (la globalización). Vivimos en un escuálido régimen de partido único, el partido del conformismo, de los intereses de parte sobre los intereses de la colectividad y de la utilización del poder para satisfacer su desmedida ambición.
Por eso los programas de los partidos se asemejan tanto en lo esencial e incluso se complementan (Aznar abrió las puertas a la inmigración, ZP los legalizó; Aznar fue partidario de la entrada de Turquía en la UE, ZP también; los alcaldes del PSOE recalifica como máxima actividad municipal, los del PP también; ni el PSOE, ni el PP se atreven a criticar la globalización; ni el PSOE ni el PP hicieron absolutamente nada por la familia española, por estimular la demografía, ni por aumentar los niveles de representatividad democrática; el PSOE ejerció el antimilitarismo, pero fue Aznar quien liquidó el ejército con su oportunista abolición del servicio militar sin que existieran alternativas; y así sucesivamente), las únicas diferencias son en “talante” y en estilo con el que realizan, es decir el “relumbrón”.
Si bien ZP ha “enunciado” proyectos radicalmente diferentes a los del PP, no ha llevado a la práctica nada esencial de verdaderamente profundo, porque para hacerlo debería de contar con el consenso del PP de acuerdo a la constitución del 78. De ahí que, incluso desde el punto de vista constitucional, podamos decir que vivimos en un régimen de partido único, el partido del conformismo y del pancismo.
El rostro del Gran Hermano varía –de hecho en la novela de Orwell nunca se le presta un rostro concreto, es anónimo- pero su mentalidad es siempre la misma: Rajoy y ZP, tanto monta, una diarquía oligárquica, un sistema con aspecto democrático –en el que cada cual puede decir todo lo que quiera, sabedor de que no va a servir para nada- en el que los ciudadanos son arrojados por el Ministerio de la Abundancia (Solbes) a los límites de la supervivencia económica y donde el Ministerio de la Verdad (Blanco) rescribe cada día la historia y miente con un cinismo digno de Satanás pidiendo acceso al Cielo de los justos, en donde los Caldera-Rumi-Pajín muestran la multiculturalidad como la gran panacea y la mano blanca y la mano negra descritas por Orwell cruzándose en una improbable armonía universal que remite al mundo feliz de Huxley.
La bastardización de la población mediante la educación –esa educación que ni el PP reformó cuando tuvo ocasión, y que el PSOE solamente ha hecho otra cosa que hundir un poco más- junto a la precariedad económica de las masas, las mantienen quietas. En el fondo siempre puede perderse algo más. Y, por lo demás, ambos partidos han promocionado un sistema de ocio que agudiza más la ignorancia y la bastardización.
Quien no tiene cultura, ignora lo que es la verdadera libertad y aunque la tuviera no sabría como ejercerla; ni sabe juzgar ni criticar, ni analizar, si apoya no sabe porqué –por vísceras- y si se opone ignora los motivos de fondo –por vísceras- es simplemente un paquete de vísceras, un tubo digestivo y poco más. Ese es el Winston que ante el monitor del Gran Hermano derrama unas lágrimas porque entiende que “se ha vencido a sí mismo”. Es decir, porque ha renunciado a su alma.
Esos somos usted y yo, y el tipo que me acabo de cruzar y el vecino del quinto y el enésimo concursante del enésimo concurso televisivo o del último talk-show. A eso nos han reducido y nosotros se lo agradecemos porque cobramos el paro, porque a fuerza de ganarnos la vida la perdemos día a día, porque nos han traído inmigración para limpiarnos los mocos, porque el PIB crece aunque mi cartera mengüe. Gracias porque ya solo me quedan 29 años para pagar la hipoteca. Gracias eternamente al Gran Hermano, gracias a la sigla PPSOE y gracias a Zapajoy, reflejo pálido del Gran Hermano.
Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es

18 de agosto de 2008

INTERESANTE REPORTAJE A ECONOMISTA EUROPEO

Redacción MD Bilbao 23 Julio, 2008
Reproducimos, por su interés la entrevista realizada por la revista Generación XXI al economista español
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Generación XXI.- ¿En qué punto se encuentra tu investigación sobre las relaciones entre economía y globalización?
Manuel Funes Robert.- Nadie ha planteado todavía la contradicción fundamental del liberalismo, ahí va dirigida mi obra. Hemos visto que toda la OPEP en bloque y, por tanto, toda la demanda de petróleo concentrada en una sola mano, carece de poder para poner el precio a nivel universal, porque, en realidad, son los mercados financieros los que determinan la relación Euro-Dólar, los que tienen el poder para determinar el precio del petróleo, y los que toman la decisión para cualquier otra mercancía que pase de una frontera a otra.
¿Esto qué significa para un liberal? Que al llevar la libertad de movimiento de capitales como parte de su ideal y al contar con la ley de la oferta y la demanda como el mecanismo social mejor posible, porque es lo que lleva al precio justo, esa ley queda desnaturalizada en el orden internacional, precisamente por ser llevada a un terreno equivocado: el terreno de las monedas. Si no ven la diferencia esencial que existe entre las monedas y las mercancías, se equivocan.
Esa generalización impropia de que el dinero es una cosa más, es una desgracia intelectual para el liberal, de igual manera que para el marxista fue una desgracia intelectual decir que el trabajo era una cosa más; tanto el dinero como el trabajo son cuestiones radicalmente diferentes al resto.
Mucho se ha hablado de las contradicciones del capitalismo. El marxismo, con todas sus profecías, es la contradicción del capitalismo, que supo resolver el problema de la producción, pero no resolvió el problema de la distribución; y ese pecado original del capitalismo acabará con la ruina del propio capitalismo: ésta es la profecía marxista.
GXXI.- ¿Cuál es tu concepto del dinero?
M.F.R.-El dinero ha sido una cosa valiosa que funcionaba por ser fácilmente fraccionable, movilizable y estimado, por eso al principio se utilizó el patrón oro. Pero el salto de gigante que dio la humanidad fue pasar del metal al papel; lo que supuso que el dinero se convirtiese de cosa en nombre y de dato en variable. Así que el dinero es un nombre en papel que vale por la firma que tiene y por la aceptabilidad de la que goza. Antes, la gente no aceptaba que una cosa que valiera para todo no tuviera valor intrínseco.
Sin embargo, la esencia del dinero es que hoy, y para siempre jamás, nace de la nada, sirve para todo y no cuesta nada, sólo una simple orden. Los príncipes se pasaban la vida buscando la piedra filosofal que, finalmente, resultó ser una imprenta. Y ese fue un hallazgo positivo, porque ha quebrado la teoría económica que se funda en el hecho de que los medios de producción son escasos. Pues bien, ahora el capital no tiene más límite, nominalmente hablando, que la voluntad política. Con la independencia de los bancos y la libertad de movimientos de capitales, se ha privatizado la creación del más público de todos los bienes: el dinero.
GXXI.- Y, ¿cómo el dinero se ha convertido en un objeto de comercio para una minoría, creando, de hecho, un anti-mercado?
M.F.R.- El cambio de la naturaleza del dinero se produjo en torno a los años 30. Fue entonces cuando el dinero, como acabo de indicar, se convirtió en un nombre. Pero ahora te pregunto: ¿cuánto vale un billete de mil pesetas en España? No puedes responder porque en España no es objeto de comercio. En París, sí tiene sentido esta pregunta, porque me cambias las pesetas por francos. El dinero que ha pasado de cosa a nombre, puede ser nombre cuando traspasa las fronteras. El mercado de las monedas es un mercado de objetos de comercio, porque se buscan y se venden alterando el precio. El paso de cosa y dato a nombre invariable. El dinero, a tener dos naturalezas, se manifiesta de una u otra forma según dónde se encuentre. Por eso la peseta pasa de ser un nombre en España a ser una cosa en otro país.
La inmensa mayoría de los españoles, como consumidores, desean que el dinero sea abundante y barato; pero los que lo ven como objeto de comercio, la mayoría poderosa, quiere que sea escaso, caro y, sobre todo, que sea móvil. La movilidad es muy importante para ellos porque así pueden aprovecharse de la bajada y la subida de los precios. La especulación entra aquí, y llamamos especulación a toda actividad lucrativa que no tenga repercusión positiva en el mundo de los bienes reales, que es de lo que depende la felicidad material humana.
¿Qué crisis monetaria hay en el mundo que no se solucione pidiendo dinero al Fondo Monetario? Se ha metido en la cabeza de la gente que la única fuente de dinero son los mercados financieros y el FMI; el dinero válido es el que viene de fuera, no el propio. De esta manera, cada país se hace esclavo de los mercados exteriores. Para que mi dinero valga, hay que sacarlo de casa, la inversión válida es la extranjera.
La cultura de que el dinero válido sólo es el que viene de fuera es una memez; entre otras cosas porque el dinero que viene de fuera también tiene patria y también está hecho por una máquina.
En Europa el problema parece que se resuelve con la unificación de moneda al poder llevar los euros de un país a otro. Pero el problema que parece que se resuelve en Europa se agrava en realidad, porque ya la ley de la oferta y la demanda no va a determinar el nivel de precios de un país respecto a otro, sino de un área respecto a otra. El mundo se parte en dos si no hay más que dos monedas. Basar la libertad del mundo de capitales actual sobre la división de esas dos monedas proporciona a los mercados la posibilidad de fijar los precios de medio mundo respecto a otro, y este poder es ilícito por su enormidad y sus consecuencias y, sin embargo, es consecuencia natural del ideario liberal.
Ya quisieran los liberales haber caído en tantas contradicciones como dicen que cayó el marxismo; al revés, ahora el marxismo científico resurge: la evolución de la sociedad humana está gobernada por dos fuerzas: el progreso y la evolución de los medios de producción y la privatización de los medios de producción que es la causa de la división de la sociedad en dos clases: el telar de mano, sociedad feudal; el telar de juncos, sociedad capitalista; pero el telar de mano era propiedad de quien lo manejaba; no el telar mecánico.
Pero ¿qué decía Marx del dinero?: que todas las mercancías equivalían a oro. Nunca imaginó que el oro pudiera ser sustituido por papel, porque entonces el dinero de las naciones se vendría abajo. Por eso deseaba estatizar los medios de producción, al ser el dinero uno de ellos y, además, el motor económico.
Ya tenemos la evolución como uno de los factores base del pensamiento marxista; la segunda es la explotación masiva de la privatización de ese medio, y ese medio se privatiza mediante la independencia de los bancos centrales y la libertad de movimiento de los capitales. Acabo de resucitar el esquema marxista fundamental. Hay una clase interesada en privatizar y en gozar de la privacidad de ese dinero libre; privatizado en su origen y privatizado en sus movimientos.
Y esto qué significa, que estoy con el movimiento marxista originario considerando el dinero como medio de producción.
GXXI.- Y, ¿cuáles serían las clases resultantes, actualizando a Marx?
M.F.R.- En primer lugar, la clase dominante, la que tiene poder y que es aquella para la cual el dinero es un objeto: financieros, políticos que ceden y economistas a su servicio. Y la segunda clase, sería la resultante de la anterior y estaría formada por el obrero y el empresario, ambos juntos como víctimas. Por lo que la globalización no es más que la manifestación moderna de la nueva lucha de clases; el mundo va por ahí.
Ante esto, es necesaria una doctrina de ataque, una doctrina que justifique que el dinero no lo haga el poder público, sino el privado.
Así, la izquierda puede tener un objetivo en cuyo origen se encuentran los principios del marximo científico, si se considera hermana de la clase formada por la derecha empresarial. Los empresarios, a su vez, deben saber que el liberalismo que dice protegerlos les ahoga con la financiación, y sólo les ofrece como arma la flexibilidad laboral y magnificar la sensibilidad laboral que sirve para mantener vieja la lucha de clases típica y enfrentar al obrero con el empresario para que no se entere que están formando una sola clase.
Lo que yo sé es en qué dirección me debo mover: más dinero mientras no haya pleno empleo de personas y de equipos, y no más dinero cuando llegue al pleno empleo. El pleno empleo es un límite borroso, grueso pero suficientemente orientador.
GXXI.- Y respecto a todo esto, has realizado también una crítica complementaria sobre la llamada “tercera vía”.
M.F.R.- A toda vía que le falte el keynesismo o el “funesismo” -que, desgraciadamente, es necesario aunque no me lo reconozcan-, no es válida.
Hacen falta estos complementos indispensables para pasar al ataque y realizar una inversión propia, no extranjera.
Ahora se está viendo que cae el euro respecto al dólar. Aunque el Banco Central de Europa tiene unas cuantas virtudes muy grandes, a España, por ejemplo, le ha salvado de la usura para siempre. Habrá perdido la soberanía, pero qué importa si el soberano era memo. Nadie hay en Europa que pueda cometer tantas canalladas como las realizadas por los que dirigían la economía. Nos hemos librado de una caterva de incapaces, gracias al Banco. Lo primero y fundamental es que se bajen los costes de financiación, porque el dinero es la fuente de energía, el motor de la economía. ¿A quién se le ocurre encarecerlo para que la economía funcione mejor?
Entonces, la tercera vía mientras no asuma el keynesismo se quedará quieta cuando se produzca la inflación. Combatir la inflación con la congelación salarial es impedir el remedio natural contra el empobrecimiento que necesariamente provendría del hecho de subir los precios y no las rentas.
Si la tercera vía no sabe enfrentarse con el déficit, la inflación y la congelación salarial, y si usted no admite que el dinero es un medio de comercio y no un objeto de comercio, y que la creación de la masa monetaria y el control de los movimientos de capitales debe volver a los Estados; los problemas no tendrán solución.
Entrevista Javier Esteban

16 de agosto de 2008

PATRIOFOBIA

El rechazo a la patria como sustrato ideológico de la postmodernidad


En los anales de historia antigua, tenemos entre las grandes civilizaciones a la egipcia, la cual nos ha brindado maravillas que luego de miles de años continúan asombrando e intrigando a cuanto ser humano las contempla. Pero la referencia al Egipto faraónico tiene que ver con algo muy concreto. Tenían la costumbre de momificar a sus cadáveres, y para ello procedían a vaciar el cuerpo de sus órganos vitales. Para dejar el cráneo vacío, el cerebro era extraído con un gancho por la nariz, y luego rellenaban la cavidad craneana con alguna especie de betún. No estaríamos tan errados al afirmar, que la historia en este sentido no ha cambiado mucho. Pues si los métodos son más sofisticados, los resultados son más o menos parecidos. Las poderosas estructuras comunicacionales, informáticas y propagandísticas de estos días, actúan de manera similar a los antiguos momificadores egipcios, succionándonos el cerebro en forma métodica y contínua. Y precisamente por esta razón hay que estar muy atentos cuando aparecen personajes que a caballo de un discurso que se inscribe en la postmodernidad cambalacheana, se dedica a redactar auténticos opúsculos de irrefutable contenido patriofóbico.
¿Qué es la patriofobia? Así como nos inculcan conceptos tales como xenofobia (odio al extranjero), homofobia (odio a los homosexuales, aunque homo es hombre), nosotros observamos la existencia de una pavorosa patriofobia, es decir, del odio a la patria. Y el personaje de marras que ha dedicado su pluma a esta tarea es un tal Peter Sloterdijk, alguien que ostenta el título de filósofo y con el cual pretende respaldar su pseudoensayo titulado “Patria y Globalización. Notas sobre un recipiente hecho pedazos”. Notable la acrobacia dialéctica que emplea para reinterpretar y falsificar los hechos históricos y antropológicos, teñido de un fuerte contenido relativista, a tono con esa postmodernidad donde todo es igual y nada es mejor. Más allá del natural rechazo que produce, es importante tenerlo en cuenta a los efectos de saber cuál es la estructura discursiva utilizada y, sobretodo, conocer el trasfondo cosmovisional que la alimenta. Todo ello en aras de una impostergable labor de higiene mental. Para eso señalemos algunos puntos sobre esa nota:
1) En cuanto a los supuestos antecedentes históricos que sustentarían la tesis postmoderna de la no-patria, señala a doctrinas filosófico-religiosas como el budismo, estoicismo y cristianismo, en las que “el acento de la existencia humana pasó del arraigo nacional al desarraigo” (por aquello de la ética de la peregrinación o exilio global del alma). Comete un error al transpolar conceptos propios de la metafísica existencial a la dinámica movilizacion al de grandes conjuntos poblacionales y su relación con la tierra. Más aún, teniendo en cuenta que no hay nada más “sedentario” (término que utiliza el autor para referirse a la relación tierra - ser humano) que la contemplación y la meditación de aquellas doctrinas en su dimensión metafísica. La geografía terrestre es una cosa, y la celestial es otra.
2) Esboza una “nueva política del espacio”, marcando la supuesta diferencia entre un pasado estático y tranquilo, frente a un presente dinámico y lleno de riesgos, resignificando el sentimiento de patria en función al supuesto desarraigo. En realidad, las migraciones no son modernas ni nacieron hace doscientos años, son milenarias y la patria fue y sigue siendo un concepto medular de la conciencia popular, aún con importante movilidad espacial. La historia ha demostrado ser dinámica y estar llena de riesgos. La “movilidad” planteada por el autor como “pruebas históricas” es más bien un hecho conceptual que una realidad física. Paraleliza a la patria con lo estático, sin embargo las grandes expansiones territoriales y marítimas, llevaban en sus portadores el concepto cultural y sentimental de patria.
3) Los estados nacionales estarían siendo arrasados como un casa lo es por una tempestad. Empleando el sarcasmo de “una especie de calor de hogar” que le habrían dado a sus habitantes, sirviendo asimismo como estructura inmunológica, sostiene la globalización ha relativizado al estado como recipiente de una comunidad que busca desarrollarse en su destino. Sociológicamente hablando, el Estado es la cabeza de la Comunidad. Ninguna comunidad humana que se precie como tal ha existido sobre este mundo sin un órgano rector que la contenga y la conduzca. El estado es entonces un hecho social inherente a la propia naturaleza comunitaria. Y lo que se busca es licuar la relación estado-individuo, como etapa cumbre del histórico proceso de desconexión social, llevado a cabo por las ideologías racional-iluministas del siglo XVIII hasta la actual “postmodernidad”.
4) Nos presenta como ejemplo a seguir en el derrotero del desarraigo supuestamente inevitable que acontece con la globalización, a la diáspora judía como prototipo de la “desvinculación del sí-mismo del espacio”. La idiosincracia propia de ese pueblo le ha permitido sostener su identidad sin “relación a un suelo sustentador”. Resulta curioso notar que prácticamente todos los pueblos del planeta Tierra han mantenido una relación entrañable con el suelo que los alimenta y que sirve como depositario de los huesos de antepasados, y que sólo uno –y no uno cualquiera- se haya mantenido al margen de ese comportamiento humano, más allá de toda característica antropológica y cultural. Presentarnos la excepción a la regla no hace más que autoanular implícitamente la tesis que se pretende imponer. Y evidencia una falta total de comprensión acerca de las antípodas cosmovisionales que sobre esta cuestión ha sostenido el pueblo judío respecto de la generalidad de los seres humanos. El no apego a la propia tierra, y el obstinado rechazo a la patria como parte del propio ser, nos resulta absolutamente ajeno a nuestra esencia.
5) Persistiendo en un ejemplo carente de representatividad universal, niega el precepto de que “la tierra es el recipiente del pueblo y el propio suelo el principio del que deriva el sentido de su vida y su identidad”. Y de pronto, emerge una visión filomesiánica que proviene del afirmar que la humanidad ha sido engañada durante milenios por el sofisma de la autorreferencia territorial, siendo que a partir del “ejemplo” de ese pueblo tan particular de la historia humana la referencia de un pueblo podría no estar ligada a la tierra que lo alimenta. Al negar la “autorreferencia territorial”, ¿cuál es el punto de referencia para así poder autorreferenciarse? Más aún, denomina “falacia territorial” a la conexión supuestamente falsa entre territorio y propietario. Señala que los pueblos sedentarios hacen de la violencia un culto obsesivo en defensa de la patria. El claustro regional es un error fatal que está siendo relativizado por “una onda de movilidad transnacional, sin precedentes en la historia”. Esa onda no se manifiesta como ligada a nada en particular, parece incolora, inodora e invisible, pero de alcance universal, y muy eficaz por cierto. Esta idea de la “territorial fallacy” es propia de la dialéctica postmoderna que busca reemplazar a la patria (como sinónimo de la falacia) por la nueva “onda” desnacional y multilocal. Nuevamente: son palabras de guerra del discurso postmoderno hacia nuestra cosmovisión como enemiga de la modernidad dieciochesca. Aquí está presente la sentencia schmiteana de que la política se define por la relación amigo-enemigo: lo “nuevo” contra lo “viejo”, o más bien, antípodas cosmovisionales que responden a diferentes estructuras psicológicas como son los inconscientes colectivos.
6) La imprudencia para citar ejemplos, hace que el análisis muestral –en términos estadísticos- transpole resultados inexactos al universo en estudio. ¿Por qué? Porque se pretende establecer como ejemplo factual del paradigma de la “desterritorialización”, a las zonas geográficas que habitualmente constituyen lugares de tránsito de estancia limitada (aeropuertos, calles, plazas) donde las “personas se reúnen sin establecer un vínculo entre su identidad y la localidad”. Obviamente que cualquier lugar que transitemos no constituye nuestra patria. Carece de sustancia poner a las periferias híbridas que son tierra de nadie, como ejemplos de lo que puede ser –y a gusto del autor debería ser- el desapego por el propio terruño. Aunque de hecho, aquellos individuos que no poseen ningún sentimiento por el suelo, y deambulan errando por los cuatro puntos cardinales, son quienes sienten más placenteramente esas zonas de tránsito de población irregular propia de mercaderes.
7) Seguidamente se busca establecer un punto de quiebre de la historia, de la naturaleza humana en su relación con el cosmos espacio-espiritual: “La licencia expedida desde tiempos inmemoriales para confundir país y sí-mismo no puede renovarse infinitamente”. Volviendo a esa visión filomesiánica, de esa “luz de la razón que ilumina nuestra noche de ignorancia” como dice el himno a Sarmiento, se afirma que la globalización estaría cortando gradualmente ese vínculo ancestral entre el espacio territorial y los seres humanos, debido a una hipotética movilidad sin precedentes en la historia, con el consiguiente aumento de las “zonas de paso” (esa de los mercederes), con la imposibilidad de establecer una relación de residencia. Esta visión groseramente materialista, que ve sólo la relación hombre-tierra como hechos físicos y no como elementos sustanciales de la Creación, lleva a considerar la gran torpeza para comprender –estupidez- a la naturaleza humana. Nada puede arrancar al hombre de su amor al propio suelo, aún habiéndose alejado del mismo. Y ahí sí tendríamos millones de ejemplos, historias particulares, que refrendarían esta aseveración.
8) La cuestión del estado como contenedor social es relativizada por la falsa dicotomía entre un pasado homogéneo y un presente heterogéneo. Nadie más feliz, es de suponer, que este filósofo, por los efectos erosionantes de la globalización sobre los estados nacionales. Se pierde la autocerteza “en un sistema nacional cerrado que oscilaba dentro de sus propias redundancias”, a la vez que la debilitada “situación inmunológica” conlleva una tendencia hacia “un mundo de paredes delgadas y sociedades mezcladas”. Como se dijo anteriormente, los fenómenos migratorios son tan antiguos como el ser humano, y los estados “premodernos” no siempre eran castillos de concreto adonde no llegaba ninguna influencia del mundo exterior. Muchas sociedades cohabitaron espacios con grupos étnicos diferenciados, pero manteniendo la propia identidad. No todos los estados están tan erosionados por la heterogeneidad como el autor sostiene. Y más aún, en aquellos países como Estados Unidos donde el multiculturalismo está causando tantos problemas, la tendencia de las partes que integran ese todo social es a constituir unidades políticas propias. Como decía Platón, “los pájaros del mismo plumaje gustan de estar juntos”.
9) Sabido es que toda acción trae aparejada una reacción. De ahí las incesantes protestas contra la globalización, que el autor califica como “reacción inmunológica” inevitable de los localismos contra la infección de un “formato mundial más elevado”. Planteado en estos términos, podríamos decir que nuestro cuerpo estaría sanamente reaccionando (localismos) frente a los ataques de virus que lo ponen en peligro (mundialismo). Claro que el “reto psicopolítico” pasa por desconocer el “debilitamiento de la inmunidad tradicional y ética del contenedor” (del estado). Esta anemia equivaldría a un bajar la guardia, o como diríamos vulgarmente, a bajarse los pantalones. Se asemeja a un Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida de naturaleza cultural, dirigido desde lo global hacia lo nacional. Lamentamos que el autor celebre un SIDA para las naciones. Replantea un sistema de inmunidad que sería propia de los postmodernos, en condiciones “dignas de ser vividas”, aunque claro está, “no para todos”. En estas sociedades de “paredes delgadas”, esos mecanismos de defensa inmunológica no se ven por ningún lado, mientras claramente se define la relación amigo-enemigo: todos no entramos. ¿Habrá excluídos?
10) Todo lo contrario a nuestras esencias se constituyen en objetos de idolatría, como resulta serlo el individualismo egoísta. Calificado como “sentido inmunológico revolucionario”, los individuos se “desprenden de sus cuerpos sociales” en incesante persecución de la felicidad, el pursuit of happiness. La base referencial no estaría dada por la comunidad política, de cuyo destino busca desolidarizarse, puesto que todo puede lograrse en forma absolutamente individual. ¿Mejor ejemplo que el más espantoso y crudo individualismo egoísta, que el presente de nuestra patria, donde cada uno tira para su lado, llevando agua para su molino, en un enloquecedor sálvese quien pueda? Este pseudoensayo busca inducirnos hacia un nuevo sistema de valores propios de la postmodernidad, que tiene a los Estados Unidos como el paradigma de la felicidad individualista, al margen del cuerpo social de pertenencia, en una autosuficiencia mal entendida pues reniega del espíritu comunitario. Inevitablemente se viene a la memoria las enseñanzas del general Perón, cuando afirmaba que no existen hombres libres en una nación esclava, y tampoco puede haber realización individual en una comunidad que no se realiza.
11) Habiendo esbozado toda la artillería de argumentos postmodernistas, finalmente plantea una reinvención de la patria, a partir de aquel viejo pensamiento propio de mercaderes como el de Venecia: “donde se está bien, allí está la patria”. Esto es, la preferencia por el bienestar material antes que el amor a la patria. Materialismo a ultranza, que pretende enfrentar dos circunstancias que no son para nada antagónicas, es decir a la patria versus bienestar. “La patria como espacio de la buena vida es cada vez menos fácil de encontrar”. Es el mensaje de la desestructuración mundial del ordenamiento natural humano, con el consiguiente caos de valores, guerra cultural y consagración final del materialismo egoísta como cúspide de la “moral” humana, y amenaza final de su efectivo cumplimiento, al sostener que el antiguo adagio “será obligatorio para todos”. Por supuesto que podríamos seguir con este tema, pero alguien se preguntará: ¿Vale la pena responder al trabajo de Sloterdijk? La respuesta es simple: sí. Porque no queremos ser momias vivientes, con el cráneo vacío y un cerebro succionado por estos mensajes patriofóbicos. No existen la polémica ni el debate frente a valores supremos que se vinculan con la pertenencia racial, religiosa o nacional. Entrar en el juego postmoderno, sería otorgarles autoridad para vituperar cuestiones sagradas a nuestra esencia. Debemos responderles como corresponde, y enfatizar nuevamente sobre el concepto de estupidez: torpeza grande para comprender. Pues la patria no se enraiza desde el bienestar material, sino como amor a la propia tierra que nos vio nacer, que nos permitió tomar sus alimentos, que nos dejó caminarla y en donde yacen los huesos de nuestros ancestros. Y ese sentimiento es inextinguible, aún en situaciones de profunda consternación nacional como la que padecemos los argentinos. Nadie emigra a otros países con alegría, sino con dolor. Por necesidad, no por odio. Nuestros abuelos vinieron a estas tierras buscando condiciones de vida mejores que las imperantes en sus propios países, pero hasta hasta el último hálito de vida, recordaron con emoción a su pueblo natal, y a los padres llorando a orillas del muelle.
Por: Enrique Mazaeda.
(Alianza Nacional)


12 de agosto de 2008

LA MUERTE DE ALEXANDER SOLZHENITSIN: LO QUE LA DERECHA CALLA


Estaba acostumbrado a ser escupido por la izquierda mundial gracias a su denuncia del totalitarismo comunista. Pero la derecha no le trató mucho mejor. Sepan por qué.


El pasado día 4 de agosto los teletipos de todo el mundo entraban en ebullición a causa de la muerte de Alexander Isayevich Solzhenitsin.

Para la izquierda mundial, Solzhenitsin era una de las bestias negras que había voceado a los cuatro vientos el genocidio "progresista", que contaba con la conjura del silencio de todos los partidos "avanzados" de occidente. De ahí que cuando, en España, en plena época de Franco, Solzhenitsin espetara a la "oposición antifranquista" –casi totalmente monopolizada por la izquierda- que ellos no tenían la más remota idea de lo que era una dictadura, esa misma "oposición" recurriera a todo su arsenal propagandístico para denostar a Solzhenitsin, algo que aún hoy todavía reverbera en el artículo de Gabriel Albiac en La Razón con motivo de la muerte de nuestro autor. La izquierda española recurrió, como estrategia defensiva, a la falsedad propagandística que le ha otorgado la hegemonía cultural e ideológica en el planeta entero y que ha logrado hacer creer, por ejemplo, que Salvador Allende o la "revolución de los claveles" luchaban por la "democracia".

Esto es, sin embargo, una sola de las posibles respuestas a los certeros ataques de un personaje de la talla de Alexander Solzhenitsin. La otra estrategia es la que ha adoptado lo que se denomina hoy "derecha" o "centro-derecha" en Occidente para no admitir que el modelo que ellos propugnan fue igualmente atacado por Solzhenitsin. Esta otra respuesta posible es el silencio, el prescindir de lo que no interesa para reivindicar el personaje como propio.

Y es que Solzhenitsin pertenece a una de esas categorías de hombres no asimilables por la modernidad. Por eso la derecha ha preferido reivindicar, en exclusiva, al Solzhenitsin anticomunista. Así, en España los medios críticos con el poder de la izquierda se han entregado en cuerpo y alma a esta nueva vía de manipulación informativa. Así, La Razón titulaba su reportaje "Solzhenitsin: la huella del horror estalinista". José María Marco reiteraba exactamente el mismo mensaje en su artículo titulado "El azote del comunismo" y un tal Toni Montesinos nos informaba de que "Su ejemplo es el de un autor que maneja la palabra para denunciar la brutalidad política". Por su parte, ABC abría con el titular: "Muere Solzhenitsin, escritor que reveló los campos de exterminio soviéticos" y El Mundo nos informaba de que Alexander Solzhenitsin era "el hombre del ´gulag´" que había abierto "una mirilla en el Telón de Acero para que Occidente viera la tramoya sangrienta del monoteísmo" (¡?).

Todos estos textos e informaciones ocultan, invariablemente, el Solzhenitsin inasimilable, es decir, el que pensaba que, si bien el comunismo había fracasado, la versión del otro proyecto de la modernidad, el que ahora impera en Occidente, había fracasado igualmente. Este mensaje, de una u otra forma, Solzhenitsin lo transmitió siempre convirtiéndose por ello en uno de esos "malditos" que, sin embargo, son tan grandes que no se pueden obviar ni siquiera por la propaganda. Son autores cuya personalidad es necesario maquillar, en la medida de lo posible, para que sirvan a la causa y no provoquen problemas.

Y es que la realidad es muy otra y lo es, además, desde hace mucho tiempo. El jueves 8 de junio de 1978 nuestro autor pronunciaba su célebre conferencia en Harvard. El texto es un formidable toque de atención al modelo político, social e ideológico occidental que combatía al comunismo soviético; ese mismo modelo que se reivindica sin embargo hoy como el anhelo supremo de todos los pueblos de la tierra. En plena escalada de armamentos Solzhenitsin acababa su conferencia diciendo: "Supone un retroceso atarse uno mismo a las esclerotizadas fórmulas de la Ilustración. El dogmatismo social nos deja completamente indefensos ante el juicio de nuestra época. Incluso si nos salvamos de ser destruidos en una guerra, nuestras vidas tendrán que cambiar si queremos salvar nuestra vida de la autodestrucción. Nos resulta inevitable revisar las definiciones fundamentales de la vida y de las sociedades humanas. ¿Es verdad que el hombre está por encima de todo? ¿Es verdad que no hay espíritu superior por encima de él? ¿Es cierto que la vida del hombre y las actividades sociales se ven determinadas, en primer lugar, por el crecimiento material? ¿Se puede permitir promover tal expansión a expensas de nuestra integridad espiritual?"

Estas preguntas, a las cuales este mundo que han construido para nosotros respondería siempre afirmativamente, revelaban que Solzhenitsin veía un profundo parentesco entre el Gulag que denunciaba en sus novelas y el Occidente de 1978 y de 2008. Tras llamarnos la atención acerca de la frase de Karl Marx, tomada del "Manifiesto Comunista", en la que decía que "el comunismo es un humanismo naturalizado", Solzhenitsin explicaba a su auditorio de Harvard que "esta frase no resultó totalmente sin sentido. Se ven las mismas piedras en los fundamentos del humanismo desespiritualizado y de cualquier tipo de socialismo: materialismo sin fin, libertad de religión y de responsabilidad religiosa, que en los regímenes comunistas alcanza el estatuto de dictadura antirreligiosa; concentración en las estructuras sociales a través de un enfoque aparentemente científico. Esto es típico de la Ilustración del Siglo XVIII y del marxismo. No es por casualidad que todos los absurdos juramentos y promesas de lealtad comunistas se dirijan al Hombre, con H mayúscula, y a su felicidad terrenal. A primera vista parece un paralelismo desagradable: ¿Rasgos comunes en la manera de pensar del modo de vida del Occidente y del Oriente modernos? Pero esta es la lógica del desarrollo materialista".

Como no podía ser de otro modo, Solzhenitsin permaneció absolutamente fuera de lo políticamente correcto. En su última entrevista con Der Spiegel (23/7/2007), imaginamos que Christian Neef y Matthias Schepp debieron sudar lo suyo cuando preguntaron a nuestro autor: "Su reciente trabajo en dos tomos Doscientos años juntos fue un intento de vencer el tabú acerca de la discusión sobre la historia común de rusos y judíos. Estos dos tomos han provocado perplejidad en Occidente. Usted dice que los judíos son la fuerza principal del capitalismo global y que se cuentan entre los principales aniquiladores de la burguesía. ¿Tenemos que concluir de su exhaustivo conjunto de fuentes que los judíos tienen más responsabilidad que otros en el fracaso del experimento soviético?" Solzhenitsin, hombre cristiano, responde como no podría ser de otro modo: "Quiero evitar precisamente lo que implica su pregunta. No hago ningún tipo de ponderación o comparación entre responsabilidades morales de un pueblo u otro. Más bien excluyo completamente la noción de responsabilidad de una nación hacia otra. Estoy llamando a la reflexión. Tiene la respuesta en el libro mismo: ´Todo pueblo debe responder moralmente por su pasado, incluido el pasado que resulta vergonzoso. Responder a lo que significa mediante el intento de comprensión. ¿Cómo se pudo permitir tal cosa? ¿En qué nos equivocamos? ¿Cómo pudo pasar? Es en este espíritu específico en el que el pueblo judío debe responder a las matanzas revolucionarias y por las fuerzas que estaban dispuestas a cometerlas. No a responder ante otros pueblos, sino ante sí mismos, ante su propia conciencia y ante Dios. Lo mismo que nosotros los rusos debemos responder por los ´pogroms´, por aquellos campesinos incendiarios sin piedad, por los revolucionarios enloquecidos, por aquellos marineros salvajes´".

Más adelante, nuestro autor declaraba a los dos periodistas alemanes que era "un crítico convencido y consistente del parlamentarismo partidista. No estoy a favor de las elecciones no partidistas de verdaderos representantes del pueblo, responsables de sus regiones o distritos y que pueden ser cesados si su trabajo no es satisfactorio. Comprendo y respeto la formación de grupos sobre la base de principios económicos, cooperativos, territoriales, educativos o industriales pero no veo nada orgánico en los partidos políticos".

Esto son solo algunos ejemplos y esperamos que sirvan de acicate a todos aquellos que buscan respuestas auténticas. Sin duda, es este el Solzhenitsin que debe reivindicarse y aquél del que la Humanidad en su conjunto sacará el máximo provecho. Es precisamente él el que nos llama la atención sobre las cosas que no queremos oír y del que nuestra inquietud intelectual puede obtener mayor beneficio. La actitud de presentar un Solzhenitsin de cartón piedra -tan falsaria como la de los ridículos y embrutecidos "progres" españoles de los años 70 – solo puede entenderse como una actitud interesada, sin duda por motivos oscuros. Ahora el hombre ha muerto y ha dejado su obra para aquellos que se atrevan honestamente a leerle con todas sus consecuencias y con el compromiso unilateral y exclusivo de la verdad que pueda haber en su obra, no con la versión edulcorada que nos quieren presentar los que no saben realmente nada de nuestro autor.

Por su parte Alexander Isayevich Solzhenitsin, el hombre, el testigo de esta época oscura, siguiendo sus propias enseñanzas tendrá que responder de todo cuanto hizo y dijo su prodigioso intelecto ante el trono del Eterno, donde ya el Gulag, oriental u occidental, jamás podrá alcanzarle. Descanse en paz.


Eduardo Arroyo.
www.hispanismo.org

ROBO LEGALIZADO. SIMPATICO CUENTITO.

Imagina que tienes un acuerdo con una persona, un acuerdo basado en la confianza y en el beneficio mutuo. Esa persona es seria, responsable y te ofrece seguridad, por eso le has elegido. Acuerdas que será el garante de tu dinero, y que a cambio de que te lo guarde y organice le pagarás a fin de mes un pequeño porcentaje del total: todos saléis ganando. Cada mes le das la totalidad de tu sueldo para que te lo guarde, y le indicas que pagos tiene que realizar por tí: la mensualidad del alquiler, del coche, el seguro etc. Así mismo acuerdas con esa persona que podrás disponer de tu dinero siempre que quieras, y que por esa molestia también cobrará una pequeña tasa.
El acuerdo parece funcionar, aunque es obvio que el que sale ganando es él, ya que no produce nada y cobra por guardar y organizar tu dinero. Decides recomendar a tus amistades y familiares que utilicen ese método, ya que es más cómodo delegar en esa persona de confianza todos los asuntos económicos. Así mismo decides recomendárselo a la empresa que te suministra gas, que te cobra la conexión a internet y a otras personas con las que mantienes intercambios regulares de dinero. Así, en vez de tener que pagarlo en mano, la persona que guarda el dinero simplemente tendrá que cambiar el dinero de cajón donde lo guarda, pasando el montante de cada factura de tu cajón al cajón del proveedor.
Conforme pasa el tiempo, el que guarda el dinero se da cuenta que en la mayor parte de los casos nadie saca la totalidad de sus ahorros, ya que apenas necesitan dinero “contante y sonante” para la vida: casi todos los pagos los realiza de cajón a cajón sin pasar por sus manos. Cada cajón pertenece a una persona o empresa, y contiene el total de sus ingresos menos sus gastos, aunque cada vez resulta más incómodo organizarlo ya que el que guarda el dinero cada vez tiene más clientes y menos espacio. Además algunos de los cajones no son lo suficientemente grandes para guardar todo el dinero. Dado que ha constatado que nunca se saca la totalidad de los ahorros y que los clientes confían en él, decide guardar el dinero de todos los cajones en una sala especial y sustituir los cajones por capetas donde irá anotando los ingresos y pagos de cada cuenta. Lo llama “cuentas”.
El sistema funciona a la perfección, el pequeño porcentaje que cobra el que guarda el dinero por proteger el dinero y moverlo de cuenta a cuenta supone al final un gran beneficio, y tras los cambios que realizó su trabajo apenas le supone media mañana de anotaciones en las cuentas. El dinero se va acumulando en la sala común, y hasta ahora ningún cliente le ha pedido que le muestre el contenido de su cajón, lo cual sería lícito. Concluye que este sistema funciona en base a la confianza ciega de los propietarios de las cuentas. Confianza que se ha ganado al no haber interrumpido jamás ningún intercambio de valores entre cuentas, básicamente. De esa forma los clientes saben que su dinero está en su cajón, aunque los cajones ya no existan y su dinero sea simplemente una anotación en un fichero.
En realidad, el intercambio de dinero entre cuentas no es tal. Todo el dinero va directamente a la sala grande de almacena de billetes y monedas, y el que guarda el dinero simplemente anota, resta o suma cifras de un fichero u otro. Es decir, que aunque los clientes piensen que lo que intercambian es dinero, lo que hacen es pasarse sumas y restas de cifras. El sistema funciona porque existe un acuerdo tácito que define y respalda esas cifras en base a un valor real monetario -el dinero contante y sonante de la gran sala- aunque nadie lo comprueba. Y es esto último lo que le hace pensar al que guarda el dinero que su negocio podría funcionar prácticamente sin dinero porque, salvo cuando algún cliente desea sacarlo (pocos, ya que los pagos se realizan de cuenta a cuenta o a través de una tarjeta electrónica que anota las cifras como él lo hace en los ficheros), no sirve de nada tenerlo allí ya que no hay apenas movilidad. El que guarda el dinero podría gastarse el 90% del dinero de la gran sala (que pertenece a sus clientes) y nadie se daría cuenta ya que nadie lo necesitaría. Sin embargo él es cauteloso y profesional.
Un día, una de sus primeras clientes le cuenta que se ha quedado en paro, y que dejará de abonar cada mes dinero hasta que no encuentre otro trabajo. Le cuenta que, sin embargo, le seguirán pasando los recibos de la luz, el agua, el colegio y otros pequeños gastos fijos mensuales, y que no puede hacerles frente. El que guarda el dinero le dice que vuelva al día siguiente, que necesita pensar sobre ello ya que es una situación a la que no se ha enfrentado y que ciertamente no será la única.
Al día siguiente, la mujer vuelve y el que guarda el dinero le propone un plan: él le adelantará dinero a cambio de que ella se lo devuelva en su totalidad, dentro de un tiempo, más un porcentaje para él. Dada la situación, la mujer acepta confiada: le ha pedido 10.000 unidades de dinero y tendrá que devolverle 13.000, es decir un 30% como concepto de adelanto. El que guarda el dinero saca esos 10.000 de la sala grande, es decir que es dinero de los otros clientes, aunque ellos jamás lo sabrán ni lo notarán ya que los pagos y cobros seguirán su curso como siempre. Pero el beneficio de ese adelanto, el 30% de suplemento, no lo depositará en esa sala sino que se lo quedará para sí mismo. Es decir, no sólo gana dinero por guardar y hacer sumas y restas de un fichero a otro, sino que obtiene beneficios directos con el dinero de los demás. Como nadie le pedirá cuentas, nadie se dará cuenta. Es un sistema perfecto y pronto tendrá varios clientes que pedirán adelantos de dinero a cambio de pagar un porcentaje sobre el total. Los beneficios personales del que guarda el dinero, conseguidos con el dinero de sus clientes, son extraordinarios.
El que guarda el dinero es consciente que está robando dinero de sus clientes para sacar provecho personal. Pero tiene las espaldas bien cubiertas, ya que además de que ningún cliente haya pedido comprobar que en su cajón está su dinero, él sólo se queda el porcentaje y el resto del dinero, al cabo de un tiempo, vuelve a la sala. Con tantos préstamos, en la sala sólo está el 5% del total del dinero que debería haber (sumando las cifras de todas las cuentas), pero todo funciona a la perfección ya que los pagos y cobros (las anotaciones y pequeñas cifras que sacan algunos clientes) están al día.
En realidad el dinero deja de existir, salvo para el que guarda el dinero. El que guarda el dinero controla y obtiene dinero, pero los demás (clientes y proveedores), objetivamente, sólo tienen carpetas con anotaciones de sumas y restas. El resultado del cálculo de cada carpeta es el dinero que tiene cada cliente, y que debería estar respaldado por dinero contante y sonante en la sala, pero ya no es así por el negocio de los préstamos. Los clientes, en conclusión, no tienen nada. Pero no lo saben porque el sistema de pagos y cobros sigue funcionando y siguen, por lo tanto, teniendo confianza.
El que guarda el dinero sabe que este sistema funcionará eternamente, salvo si todos le piden ver el dinero de sus cuentas o, en el peor de los casos, todos deciden sacar su dinero a la vez.
¿El que guarda el dinero es un ladrón? Fuera del cuento, le llaman banco.

4 de agosto de 2008

EL VALOR DEL DINERO

A comienzos de los años 70 se produjo la primera gran crisis económica de posguerra, lo que evidenció el agotamiento del modelo de crecimiento que hasta entonces había prevalecido. Sin embargo, las crisis no se hacen evidentes hasta que no se produce un acontecimiento que las manifieste públicamente. Esta circunstancia se produce como efecto acumulativo de una serie de parámetros desviados del sistema que tienden a converger en el tiempo, a lo que coadyuvan otros factores que agudizan dicha tendencia operando como catalizadores y detonantes definitivos de la crisis, produciendo ese salto de nivel que la hace salir del estado de latencia para exteriorizarse y hacerse patente.

Pero antes que nada es necesario definir el concepto de crisis, cuyo origen lo encontramos en la medicina hipocrática, en la que se hacía referencia al desajuste a alguno de los cuatro tipos de "humores" que tiene el cuerpo humano. Hacía referencia, entonces, a una situación patológica de cualquier organismo vivo. En el plano económico esto se traduce en una situación de desajuste en las relaciones entre las variables económicas.



Las crisis no tienen un único origen ni una sola causa determinante, sino que, como ya hemos dicho, confluyen diferentes factores en su aparición que producen un desajuste pudiendo llegar a desestabilizar el sistema en su conjunto.



La crisis de los años 70, debido a su gravedad, condicionó en sobremanera el desarrollo posterior de la economía-mundo hasta el punto de que esta nunca llegó a recuperarse del todo. Tanto es así que desde entonces las sucesivas crisis que se han producido han tenido más bien un carácter coyuntural, fruto, básicamente, de la onda histórica a la que dio lugar aquella gran crisis que supuso un cambio drástico en los mercados y en las formas de producción. Dicha onda ha llegado hasta los mismos años 90, al final de los cuales se creía del todo superadas las consecuencias de aquella crisis por medio del auge de las nuevas tecnologías de la información (telecomunicaciones, internet, etc.). Pero una vez más se volvió a demostrar que ello no era así en la medida en que el crecimiento económico presentaba nuevos desajustes, los cuales se comenzaron a hacer visibles en signos de recesión en la economía de EE.UU. que vendrían a agravarse tras el 11-S.



Los rasgos de especulación e inestabilidad financiera que reflejaba la economía de finales del s. XX, daba cuenta clara del carácter endeble de las bases sobre las que se basaba el crecimiento económico de aquel período. Para 2001 se comenzaba a evidenciar el agotamiento económico de un modelo transformado por obra de las nuevas tecnologías, cuya aplicación se trasladó en su mayor parte al ámbito del mercado financiero.



Tras todo esto subyace un fenómeno de especial relevancia que mantiene una estrecha relación con la problemática del significado del dinero y, también, la naturaleza desestructuradora, alienante y caótica que ha adquirido en la etapa actual del desarrollo económico del capitalismo.



Si hasta hace poco más de una década las crisis económicas que se fueron produciendo (excepciones aparte las constituyen el crack del 29 y la crisis del 73) estuvieron localizadas geográficamente, afectando de este modo a espacios geoeconómicos específicos y permitiendo su contención para que no se convirtieran en crisis globales, la recesión a la que asistimos a principios del s. XXI tiene ya una dimensión planetaria.



Como en los años 70, la economía exige una profunda readaptación que permita al sistema capitalista subsistir, al menos, por unos cuantos años más. La problemática de fondo estriba en la naturaleza depredadora del capitalismo, cuya voracidad no conoce límites y a la que va asociada su naturaleza intrínsecamente inestable y contradictoria. Por este motivo fundamental el capitalismo ha requerido en su desarrollo histórico una permanente adaptación a las circunstancias cambiantes que ha originado, lo que ha supuesto una constante renovación en las formas en las que se ha ido manifestando.



La ausencia de trabas al mercado y de restricciones a nivel internacional para el flujo de capitales financieros, ha engendrado, junto al aporte tecnológico de las telecomunicaciones y la informática, un conglomerado especulativo que se ha desarrollado de forma autónoma con respecto a la economía real y productiva. El efecto multiplicador del dinero bancario se ha agravado como consecuencia de la ausencia de limitaciones, de manera que permanece en constante circulación a lo largo de todo el planeta a través de las diferentes plazas financieras del mundo. Este capital especulativo crece en progresión exponencial, generando ingentes beneficios de actividades en las que el dinero crea de la nada más dinero. La economía productiva se ve desprovista de recursos que permitirían su pleno desarrollo y crecimiento, los cuales, sin embargo, se multiplican a expensas de la especulación sobre la producción y la economía real.



A todo esto se le suma otra cuestión elemental unida a la conversión del dinero en una mercancía más. Ello se debe en gran medida a que el dinero ha perdido cualquier referente sobre el que fundamentar su valor, como ocurría con el patrón oro, convirtiéndose de este modo en una mercancía cuyo valor y significado remite a sí mismo. El dinero no cuenta hoy día con ningún respaldo, de forma que si antes su valor estaba asociado con la función de atesoramiento, hoy, sin embargo, se encuentra ligado a la función de intercambio. Por este motivo la riqueza ha terminado adoptando un carácter abstracto e intangible, pues ha sido reducida a la condición de un número expresado por el precio.



La cualidad es el carácter esencial de un bien o una propiedad, sin embargo la imagen económica lo reduce exclusivamente a una cantidad expresada por el precio, que como valor monetario hace abstracción de la cualidad intrínseca de ese bien. Es así como la propiedad se concibe primeramente y ante todo como un bien de intercambio, cuyo valor se calcula y se reduce a una cantidad numérica.



La reducción de la propiedad a categorías numéricas expresadas por unidades monetarias implica, en última instancia, transformarla en una riqueza que es esencialmente móvil y cualitativamente indeterminada. Los bienes y propiedades son inmediatamente convertidos en cantidades monetarias, pues el dinero se ha transformado en un fin en sí mismo. Esta dinámica impulsa el sistema de intercambios que es el que le confiere su primacía al intermediario, sea este comerciante o financiero. Así es como la sociedad se convierte en un entramado relacional, pues todas las relaciones se sitúan a un mismo nivel, el mercado, a través del que se desarrollan los flujos monetarios.



Se ha pasado de una sociedad de bienes a una sociedad de flujos, pues la centralidad del mercado como sistema de intercambios destruye la espacialidad a la que va unida la propiedad. La propiedad implica definiciones, límites, "clausuras" en definitiva. La propiedad significa la objetivación de la idea de dominio sobre el espacio en el que se ejerce la soberanía. Se trata de un recinto cerrado, claramente delimitado y circunscrito por unas fronteras que demarcan el territorio. Pero para que se produzca progreso y crecimiento económico, en el que la ambición de la búsqueda del máximo de beneficio individual constituye su principal motor, es preciso romper todos estos cerrojos y obstáculos a través de la completa liberalización económica.



En el plano político el Estado ha sido históricamente la encarnación del principio de soberanía con el que la sociedad ejerce su dominio sobre un territorio, esto ha significado a nivel económico la existencia de diferentes controles y restricciones, teniendo por objetivo la preservación de un orden caracterizado por la durabilidad y estabilidad en el que lo político está intrínsecamente unido a lo espacial, y por tanto a lo territorial. El desarrollo del capitalismo y, simultáneamente, del dinero como valor en sí mismo, ha terminado haciendo saltar por los aires todas las limitaciones políticas existentes sobre la actividad económica y financiera.



La nueva situación expresa con gran claridad la naturaleza de la globalización, que ha desposeído a los Estados de su soberanía eliminando para ello todas las barreras económicas y financieras que posibilitaran cualquier intervencionismo por parte de las autoridades públicas. Esto ha favorecido la formación de un mercado global en el que el dinero se ha implantado como un poder anónimo y abstracto que ha instaurado su propia dictadura.



La falta de garantías ligadas a un valor intrínseco del dinero, unido también a la desaparición de los referentes estables y permanentes por causa de la proliferación del subjetivismo, provoca la aparición de una nueva forma de objetividad que no está ligada al mundo sensible, reduciéndose a una simple cantidad numérica. Es así como el dinero pasa a ser un referente universal que, sin embargo, carece de un soporte real y estable. El dinero vale para todas las cosas porque todas son reducidas a un mínimo común denominador representado por el precio. De esta manera, todo lo que carezca de valor económico susceptible de ser expresado monetariamente a través de un precio no tiene ningún sentido y significado.



La ruptura con lo real ha conllevado la virtualización del dinero. Si la propiedad lleva impresa una personalidad en la medida en que cumple una función social, el dinero sigue una lógica opuesta en la que todo es reducido a cantidades monetarias como parte de un proceso de acumulación. La especulación financiera a la que ha dado origen se refleja claramente en el colectivismo capitalista de las sociedades anónimas, en las que miles de inversionistas son copropietarios de una misma compañía. Dentro de este sistema alienante la empresa no es más que una cifra, una cantidad que expresa su cotización en bolsa y a la que es reducido su valor cualitativo, el cual reside en la función social que desempeña dentro de la economía.



El dinero es la ley universal de un tipo de sociedad que se basa en los intercambios y, consecuentemente, en las relaciones a la que dan origen esos flujos. El dinero está en todas partes y en ningún sitio. La durabilidad y estabilidad han sido sustituidas por la transitoriedad y la no permanencia. La pérdida de soberanía de los Estados ha promovido la velocidad de los intercambios, erigiéndose, finalmente, como el factor decisivo en el mercado global. Se genera la no-situación a la que da origen el tiempo real, que ha suprimido las barreras del espacio-tiempo, pudiendo conocer al instante todo lo que ocurre independientemente del lugar en el que se produzcan los acontecimientos. Es la primacía de lo instantáneo, lo inmediato, que genera la falta de referencia y produce la consecuente desorientación. Se toman decisiones cuyos efectos afectan a cientos de millones de personas, pero nadie sabe a quien ni a dónde acudir. Esto se refleja en las medidas de los grandes grupos financieros globales, las compañías multinacionales, etc. Su presencia es mundial.



La sustitución del espacio real por el tiempo real, o mejor dicho, por el tiempo global en contraposición a los tiempos locales que se dieron en el pasado, ha sido determinante para el flujo incesante del dinero dentro del proceso de acumulación capitalista. La soberanía de los Estados ha sido, en el mejor de los casos, debilitada, lo que ha favorecido la concentración monopolística a escala mundial por medio del mercado global que se ha establecido. Al no existir fronteras que limiten la actividad financiera, tampoco hay trabas para que los nuevos monstruos financieros-corporativos establezcan una dominación sin precedentes sobre los pueblos del mundo. Han conseguido sustraerse a cualquier control o restricción, y eso les ha conferido un increíble poder.



Sin embargo, debido a que el dinero remite a sí mismo como única garantía, su valor queda establecido en función de la cantidad de dinero que exista en el mercado, y la tendencia general es a incrementarse en la medida en que el dinero bancario (especulativo) tiende también a aumentar.



Las tendencias inflacionistas que caracterizan al capitalismo se deben a diferentes y muy diversos motivos, de entre los que destaca de manera especial el vaciamiento de la economía productiva de recursos monetarios, todo ello por medio de los altos intereses que impone la banca. El efecto sobre los precios se manifiesta de dos formas: la inversión decrece, por lo que la oferta de determinados bienes y servicios disminuye fomentando así el alza de los precios; y por otro lado se da la circunstancia de que unos intereses mayores implican, a su vez, un incremento de los gastos en la producción que igualmente se terminan reflejando en los precios finales. Mientras la economía es succionada de sus correspondientes medios de pago, la alta rentabilidad del sistema bancario y financiero ha hecho que la circulación monetaria en este mercado sea extraordinariamente superior a la de mercancías. Este contexto agrava aún más la tendencia inflacionista, pues dicha masa monetaria no tiene contrapartida real, lo que produce la subida generalizada de los precios.



La consecuencia de esta dinámica destructiva y catastrófica son las sucesivas crisis financieras. Se producen, entonces, problemas de liquidez con la retirada masiva de inversiones y depósitos. La economía productiva funciona a expensas de esa economía virtual que crea dinero de la nada, por lo que sus crisis terminan repercutiendo sobre sectores estratégicos de la economía y cuyos efectos se traducen en el crecimiento del desempleo, aumento de la inflación, quiebras de empresas, desabastecimientos, etc...



Frente al modelo económico capitalista sólo cabe anteponer una alternativa en la que la economía como tal esté supeditada a las necesidades de la sociedad. En este sentido dicha alternativa sólo puede concretarse en el ámbito monetario si el Estado recupera su soberanía en la emisión de moneda, lo que le permitiría salir de su actual indefensión frente a las actividades especulativas del mercado financiero y sus nefastos efectos sobre la producción. Por esta razón la emisión de moneda debe atender a las necesidades de producción existentes en la sociedad, de forma que exista una correspondencia entre los bienes y servicios producidos y la cantidad de moneda existente.



De esta manera la moneda adopta un valor cualitativo, pues su emisión responde a las necesidades para las que ha sido creada, contribuyendo a aumentar la capacidad productiva de un país y, simultáneamente, a mantener un valor estable para la moneda.Todo cuanto no contribuya a colmar las demandas y necesidades monetarias de la producción, favorecerá la subordinación de esta a las apetencias de un mercado especulativo en el que el único principio que rige es el de la depredación. Esta senda conduce a la desestabilización social y a la ruptura del sistema, que es lo que al fin y al cabo se necesita.

2 de agosto de 2008

EL DRAMA DE LA HISTORIA ARGENTINA


Edgardo Atilio Moreno

(Fuerza Patriotica- Santiago del Estero)


No hay dudas que el drama histórico es amplio , rico y complejo ; justamente por ello , numerosos historiadores , ensayistas y estudiosos , se ocuparon de abordarlo desde distintos paradigmas , enfoques y perspectivas . Creemos sin embargo , que una cuestión se mantine siempre vigente , nos referimos a la permanente tentación de construir una historia dogmática e inmutable , cual si fuera cosa juzgada.
Parecería que en nuestro país , la vieja escuela historiográfica fundada por Mitre y López , es decir , la versión canónica y liberal de la historia argentina , se reeditará hoy bajo otro signo pero con un mismo objeto : crear una historia oficial funcional a la ideología dominante en una determinada coyuntura política .
A nuestro juicio la historia debe ser permanentemente renovada y profundizada . Sin embargo , lejos de cualquier escepticismo o relativismo sostenemos que la verdad histórica debe perseguirse como un bien posible de alcanzar , al menos por aproximación , teniendo en cuenta además las legítimas interpretaciones que merezca el hecho histórico y los diferentes enfoques con las que se lo aborde. En este sentido es fundamental ajustarse siempre al método científico y sobre todo tener bien presente aquello que sostenían los clásicos de que " la primera ley de la historia es no atreverse a mentir "; axioma habitualmente conculcado por aquellos que falsean u ocultan hechos inconvenientes a su ideología .
Una permanente revisión de nuestro pasado hecha con una perspectiva ciceroniana de la historia , es decir, concibiéndola como maestra de la vida , como un saber útil ligado a la política , permitiría a la sociedad en su totalidad contar con una herramienta que la dote de una mayor conciencia de su origen y de su destino histórico ; y por ende que le permita superar las permanentes crisis de diversa índole que la agobian.
Cabe aclarar aquí que reconocer a la historia su ligazón con la política , o sea su misión de contribuir al Bien Común , no es lo mismoque subordinarla a intereses ideológicos , personales o de partido.
Ahora bien, para evitar la tendencia a reproducir permanentemente una historia oficial " políticamente correcta " consideramos fundamental importancia crear circuitos culturales a contrapelo de aquellos que usufructúan de los apoyos oficiales , desde donde se determinan cuales son los núcleos que se deben abordar y cuales son las condiciones que se deben reunir para ser un profesional de la historia.
Hoy tenemos la impresión de que se nos impone una nueva historia oficial , esta vez de inspiración marxista , es decir dialéctica , economicista y clasista. De modo tal que aquel que no se enrole en esta escuela no estaría haciendo ciencia y por ende su destino sería padecer el ostracismo y el desdén de los " historiadores consagrados ".
Obviamente que lo arriba dicho no implica negar la importancia de abordar una temática económica y social . Lo que afirmamos aquí es que descalificar a la historia política y suponer que solo tiene valor la historia escrita en clave económica ( como si la multicausalidad no existiere ) utilizando además el concepto de clase como herramienta única para la interpretación histórica ; es un obvio reduccionismo histórico a la vez que un prejuicio ideológico.
En nuestra perspectiva lo político , lo cultural y lo religioso tienen primacía sobre lo económico ; y la historia no se reduce a la economía así como lo social no se reduce a la descripción de las luchas de clases - un mal al que consideramos evitable - o a la de géneros , categoría esta que soslaya el orden natural.
Estamos convencidos que en el devenir histórico cuentan mas los hombres ejemplares que las estructuras o las masas ; las gestas nacionales que las luchas de clases ; las mentalidades que la pertenencia a un estrato social ; y en definitiva , el espíritu que la materia.
Nada más que una moda cultural , nacida al abrigo de una ideología decadente, pero aun poderosa puede sostener lo contrario.