El Dr. Hugo Esteva con su singular capacidad para captar y luego pintar situaciones y conductas acertadamente, en forma simple y en pocas palabras, ha realizado una excelente descripción de las circunstancias, del ánimo renovado y de las expectativas que alientan a los protagonistas y acompañantes de la movilización de las conciencias originada por el sector agropecuario
Es que el campo ha generado, con su firme actitud y con la ayuda de los graves errores de la trenza de los Kirchner, una oportunidad política e histórica que, a pesar de su propia voluntad y de que todavía no lo advierta en toda su dimensión, está apuntando más allá del objetivo meramente económico del reclamo sectorial inicial. Se trata de explotar y ampliar la brecha abierta en la conciencia nacional en estos 90 días, para proyectar la definitiva “Fundación del Estado Nacional Argentino”. Estado que fue abortado por las maquinaciones centralistas-unitarias y la ideologización política-cultural impuestas a sangre y fuego por las logias liberal-masónicas que se hicieron del poder después de la derrota de Caseros, para favorecer la indisimulada colonización Británica.
Es verdad que inicialmente el movimiento rural no tuvo otra meta que no fuera la eliminación de las “retenciones móviles”, lo que ponía en peligro - por su carácter confiscatorio- la existencia futura de las explotaciones de los pequeños y medianos productores. Es cierto de que se trataba de un reclamo estrictamente económico sin ninguna proyección ni intención política. Siempre fue así la actitud de este sector social, por los menos en los últimos cien años. No creo faltar el respeto si afirmo que el campo, en general, se desentendió del destino nacional y delegó en la clase política del Régimen - conservadora o radical- el manejo de los asuntos públicos. Por sus características sociales, principalmente aislamiento e individualismo, sus intereses estaban concentrados casi con exclusividad en el precio del kilo del novillo y del quintal de trigo, antes que en el manejo del Estado, salvo muy contadas excepciones.
Con la escalada del conflicto y gracias a las evidentes torpezas, destrato, mentiras y utilización dialéctica con fines políticos por parte del gobierno, el campo fue sumando planteos a la cuestión original y en el devenir de los días puso blanco sobre negro, y públicamente, dos hechos innegables de la realidad que los afectaban sensiblemente:
Carecía de representantes políticos que defendieran sus intereses concretos. Particularmente notable fue la indiferencia y falta de acompañamiento de sus concejales, intendentes, diputados, senadores y gobernadores.
Reclamaban públicamente por los beneficios que no recibían (caminos, escuelas, hospitales, servicios sociales, etc.), a cambio de la enorme riqueza que se succionaba de la producción que ellos originaban en los diversos departamentos y de la totalidad de su provincia.
De ahí a resucitar la palabra y la idea de “federalismo” hubo un corto camino. Sin saberlo e inadvertidamente, introdujeron la protesta en el campo político o, por lo menos, lo que debería ser un tema de la alta política Argentina.
Sin embargo, en cuanto construcción política-institucional el “federalismo” es una respuesta inadecuada, por insuficiente, como solución a los problemas reales y concretos que necesita la totalidad del país.
El principio el “federalismo” es inseparable del régimen jurídico-político-institucional que le da vida. En nuestro país dicho “régimen” está determinado por el monopolio de la representación que ejercen exclusivamente los “partidos políticos” y por el “sufragio universal indiferenciado”. En tal sentido y en términos prácticos, el “centralismo” o “nacionalización de los partidos políticos” han borrado de hecho las autonomías provinciales, con lo cual éstas han dejado de ser una realidad política diferenciada, para transformarse en un apéndice más de los partidos. Por otro lado, el desequilibrio demográfico, por la concentración mayoritaria de la población en cuatro o cinco grandes centros urbanos y provincias del país, ofrecen una clientela electoral masiva y numéricamente decisiva en todo acto electoral, con lo que genera un pronunciado desbalance de poder entre los sectores urbanos y los rurales.
La dirigencia rural que invoca al “federalismo” está acertada en su reclamo en términos ideales, pero se equivoca en términos prácticos, porque lo que no funciona no es sólo el “federalismo” sino el Sistema o Régimen jurídico-político que debe poner en práctica y hacer funcionar la idea “federal”.
Estoy plenamente convencido que después de más de 150 años de continuada decadencia y de fracasos reiterados, la Argentina ha llegado a su punto de extinción, donde ya se ha probado de todo y el Sistema o Régimen no admite más emparches. Considero en este sentido – parafraseando al General Don José de San Martín – que los males políticos que nos han llevado a esta instancia no dependieron “tanto de los hombres como de las instituciones”, simplemente porque éstas “no están en armonía con sus necesidades”, que es lo mismo que decir que las instituciones no respondieron, porque no sirvieron a las necesidades concretas de los hombres. En consecuencia, “el mal no está en los hombres…, el mal está en las instituciones y sí sólo en las instituciones.” Probablemente la causa de esta desgracia nacional es no haber advertido que “a los pueblos no se les debe dar las mejores leyes, pero sí las mejores que sean apropiadas a su carácter”, es decir a su idiosincrasia, a su forma de ser (Carta del Gral. José de San Martín a Vicente López, el 12 de mayo de 1830; y borrador de San Martín dirigido al Gen. O’HIGGINS, el 13 de septiembre de 1833).
En consecuencia, lo que el sector agropecuario debe apuntar, es ayudar a esclarecer a nuestros compatriotas poniendo en evidencia sus propios padecimientos, y para cuya solución es necesario plantearse no el remiendo sino la Fundación del Estado Nacional. Para ello es necesario diseñar un sistema orgánico-funcional republicano que supere los vicios que nos han llevado a este fracaso y, simultáneamente, crear un sistema representativo orgánico, sin la intermediación de los partidos políticos, verdaderos entes artificiales y antinaturales que no representan ningún interés concreto, excepto el de los suyos, en cuanto oligarquía política.
Desde hace algunos años, Patria Argentina se ha preocupado en esbozar los lineamientos generales de un sistema de representación que atienda la doble realidad de un argentino: por un lado su condición de vecino de un barrio o zona de residencia y, por el otro, su condición de hombre que trabaja – obrero, artesano, docente, técnico, profesional, intelectual, artista, religioso, etc. (Ver Cuadro 1). En este último caso se trata de la representación ocupacional o profesional, en sentido general, que reúne a obreros, técnicos, profesionales y patrones en un único cuerpo por rama de producción.
Recién hace muy pocos meses hemos encontrado un antecedente Constitucional valioso, porque se trata de una experiencia histórica y política Argentina muy similar a nuestro proyecto. Se trata de la Primera Constitución del Chaco, aprobada en 1955 durante el Gobierno Peronista, pero derogada con la Revolución de Septiembre de 1955. Lamentablemente en la actualidad, según mi propia experiencia, cada vez que tuve que explicar a obreros y sindicalistas las ventajas de este régimen representativo me encontré con un rechazo unánime, ya que los sindicalistas, paradójicamente, son “partidocráticos”.
Si los sectores agropecuarios creen que organizando un partido político “agrario” o “ruralista”, dentro del actual Régimen o Sistema de dominación, podrán satisfacer sus necesidades legítimas de defensa sectorial, volverán a equivocarse. En este sentido, es recomendable que estudien los numerosos intentos norteamericanos de este tipo, los que reiteradamente fracasaron.
El campo ha hecho mucho en estos 90 días, tal vez sin darse cuenta ha atacado la raíz misma del Régimen o Sistema de dominación utilizando lo mejor de su naturaleza: el sentido común. Lo peor que puede hacer es volver a convertirse en un analfabeto político, algo que dejó de ser en estos últimos 90 días.
Es que el campo ha generado, con su firme actitud y con la ayuda de los graves errores de la trenza de los Kirchner, una oportunidad política e histórica que, a pesar de su propia voluntad y de que todavía no lo advierta en toda su dimensión, está apuntando más allá del objetivo meramente económico del reclamo sectorial inicial. Se trata de explotar y ampliar la brecha abierta en la conciencia nacional en estos 90 días, para proyectar la definitiva “Fundación del Estado Nacional Argentino”. Estado que fue abortado por las maquinaciones centralistas-unitarias y la ideologización política-cultural impuestas a sangre y fuego por las logias liberal-masónicas que se hicieron del poder después de la derrota de Caseros, para favorecer la indisimulada colonización Británica.
Es verdad que inicialmente el movimiento rural no tuvo otra meta que no fuera la eliminación de las “retenciones móviles”, lo que ponía en peligro - por su carácter confiscatorio- la existencia futura de las explotaciones de los pequeños y medianos productores. Es cierto de que se trataba de un reclamo estrictamente económico sin ninguna proyección ni intención política. Siempre fue así la actitud de este sector social, por los menos en los últimos cien años. No creo faltar el respeto si afirmo que el campo, en general, se desentendió del destino nacional y delegó en la clase política del Régimen - conservadora o radical- el manejo de los asuntos públicos. Por sus características sociales, principalmente aislamiento e individualismo, sus intereses estaban concentrados casi con exclusividad en el precio del kilo del novillo y del quintal de trigo, antes que en el manejo del Estado, salvo muy contadas excepciones.
Con la escalada del conflicto y gracias a las evidentes torpezas, destrato, mentiras y utilización dialéctica con fines políticos por parte del gobierno, el campo fue sumando planteos a la cuestión original y en el devenir de los días puso blanco sobre negro, y públicamente, dos hechos innegables de la realidad que los afectaban sensiblemente:
Carecía de representantes políticos que defendieran sus intereses concretos. Particularmente notable fue la indiferencia y falta de acompañamiento de sus concejales, intendentes, diputados, senadores y gobernadores.
Reclamaban públicamente por los beneficios que no recibían (caminos, escuelas, hospitales, servicios sociales, etc.), a cambio de la enorme riqueza que se succionaba de la producción que ellos originaban en los diversos departamentos y de la totalidad de su provincia.
De ahí a resucitar la palabra y la idea de “federalismo” hubo un corto camino. Sin saberlo e inadvertidamente, introdujeron la protesta en el campo político o, por lo menos, lo que debería ser un tema de la alta política Argentina.
Sin embargo, en cuanto construcción política-institucional el “federalismo” es una respuesta inadecuada, por insuficiente, como solución a los problemas reales y concretos que necesita la totalidad del país.
El principio el “federalismo” es inseparable del régimen jurídico-político-institucional que le da vida. En nuestro país dicho “régimen” está determinado por el monopolio de la representación que ejercen exclusivamente los “partidos políticos” y por el “sufragio universal indiferenciado”. En tal sentido y en términos prácticos, el “centralismo” o “nacionalización de los partidos políticos” han borrado de hecho las autonomías provinciales, con lo cual éstas han dejado de ser una realidad política diferenciada, para transformarse en un apéndice más de los partidos. Por otro lado, el desequilibrio demográfico, por la concentración mayoritaria de la población en cuatro o cinco grandes centros urbanos y provincias del país, ofrecen una clientela electoral masiva y numéricamente decisiva en todo acto electoral, con lo que genera un pronunciado desbalance de poder entre los sectores urbanos y los rurales.
La dirigencia rural que invoca al “federalismo” está acertada en su reclamo en términos ideales, pero se equivoca en términos prácticos, porque lo que no funciona no es sólo el “federalismo” sino el Sistema o Régimen jurídico-político que debe poner en práctica y hacer funcionar la idea “federal”.
Estoy plenamente convencido que después de más de 150 años de continuada decadencia y de fracasos reiterados, la Argentina ha llegado a su punto de extinción, donde ya se ha probado de todo y el Sistema o Régimen no admite más emparches. Considero en este sentido – parafraseando al General Don José de San Martín – que los males políticos que nos han llevado a esta instancia no dependieron “tanto de los hombres como de las instituciones”, simplemente porque éstas “no están en armonía con sus necesidades”, que es lo mismo que decir que las instituciones no respondieron, porque no sirvieron a las necesidades concretas de los hombres. En consecuencia, “el mal no está en los hombres…, el mal está en las instituciones y sí sólo en las instituciones.” Probablemente la causa de esta desgracia nacional es no haber advertido que “a los pueblos no se les debe dar las mejores leyes, pero sí las mejores que sean apropiadas a su carácter”, es decir a su idiosincrasia, a su forma de ser (Carta del Gral. José de San Martín a Vicente López, el 12 de mayo de 1830; y borrador de San Martín dirigido al Gen. O’HIGGINS, el 13 de septiembre de 1833).
En consecuencia, lo que el sector agropecuario debe apuntar, es ayudar a esclarecer a nuestros compatriotas poniendo en evidencia sus propios padecimientos, y para cuya solución es necesario plantearse no el remiendo sino la Fundación del Estado Nacional. Para ello es necesario diseñar un sistema orgánico-funcional republicano que supere los vicios que nos han llevado a este fracaso y, simultáneamente, crear un sistema representativo orgánico, sin la intermediación de los partidos políticos, verdaderos entes artificiales y antinaturales que no representan ningún interés concreto, excepto el de los suyos, en cuanto oligarquía política.
Desde hace algunos años, Patria Argentina se ha preocupado en esbozar los lineamientos generales de un sistema de representación que atienda la doble realidad de un argentino: por un lado su condición de vecino de un barrio o zona de residencia y, por el otro, su condición de hombre que trabaja – obrero, artesano, docente, técnico, profesional, intelectual, artista, religioso, etc. (Ver Cuadro 1). En este último caso se trata de la representación ocupacional o profesional, en sentido general, que reúne a obreros, técnicos, profesionales y patrones en un único cuerpo por rama de producción.
Recién hace muy pocos meses hemos encontrado un antecedente Constitucional valioso, porque se trata de una experiencia histórica y política Argentina muy similar a nuestro proyecto. Se trata de la Primera Constitución del Chaco, aprobada en 1955 durante el Gobierno Peronista, pero derogada con la Revolución de Septiembre de 1955. Lamentablemente en la actualidad, según mi propia experiencia, cada vez que tuve que explicar a obreros y sindicalistas las ventajas de este régimen representativo me encontré con un rechazo unánime, ya que los sindicalistas, paradójicamente, son “partidocráticos”.
Si los sectores agropecuarios creen que organizando un partido político “agrario” o “ruralista”, dentro del actual Régimen o Sistema de dominación, podrán satisfacer sus necesidades legítimas de defensa sectorial, volverán a equivocarse. En este sentido, es recomendable que estudien los numerosos intentos norteamericanos de este tipo, los que reiteradamente fracasaron.
El campo ha hecho mucho en estos 90 días, tal vez sin darse cuenta ha atacado la raíz misma del Régimen o Sistema de dominación utilizando lo mejor de su naturaleza: el sentido común. Lo peor que puede hacer es volver a convertirse en un analfabeto político, algo que dejó de ser en estos últimos 90 días.
Publicado en Patria Argentina 245, de junio de 2008.
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