31 de julio de 2009

NOTAS PARA LA REPUBLICA ORGANICA

EL REGIMEN CORPORATIVO

Por: Hector Bernardo

EL LIBERALISMO

El liberalismo es ante todo una filosofía. Toda reforma política comienza en filosofía y acaba en revolución. El liberalismo tuvo su filosofía en el Contrato Social y su revolución en la Revolución Francesa. El liberalismo es la filosofía de la libertad. Y la primera antinomia que encuentra Rousseau es precisamente esta: “El hombre ha nacido libre y por doquier se encuentra encadenado”. De aquí la necesidad de un retorno a lo primitivo, a la naturaleza, como decían los filósofos. Esta identificación entre naturaleza y primitivo va a crear un equivoco fundamental en la teoría. En efecto, la palabra naturaleza tiene dos acepciones diversas: puede significarse por ella un estado de hecho, existente antes de todo desarrollo debido a la inteligencia, y natural es entonces el estado primitivo como es natural la desnudez; y puede significarse también una esencia, y natural es entonces lo que responde a las exigencias de la esencia. Al confundir los conceptos y afirmar que el hombre nace libre, Rousseau niega ya la naturaleza social de este, y por tanto la subordinación a cualquier poder, puesto que identifica este estado primitivo de libertad e independencia con las exigencias de la esencia humana. Y encontrando que todos los hombres son iguales en cuanto a su esencia específica deduce, finalmente, que deben ser iguales en cuanto a su estado. La Naturaleza requiere que la igualdad más estricta sea rechazada entre los hombres, de suerte que en todo estado político que no es directamente opuesto a la Na­turaleza y a su autor, una igualdad social absoluta deberá precisamente compensar las desigualdades natura­les. Esta es la base metafísica de su dialéctica: la libertad y la igualdad. Su resultado: el individualismo, el aislamiento del individuo en la soledad del salvaje.

El hombre primitivo renuncia sin embargo a su soledad por los obstácu­los que encuentra para su conservación. Busca, pues, la asociación con sus semejantes, pero una forma de asociación capaz de defender y pro­teger con toda la fuerza común la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo que coda uno de éstos, uniéndose a todos, solo obedezca a si mismo y queda tan libre como antes.

Esta forma de asocia­ción es el Pacto o contrato social que consiste en que cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, recibiendo también a cada miembro como parte indivi­sible del todo. Aquí aparece el dogma de la Voluntad general que es la vo­luntad del cuerpo social, obtenida mediante el recuento de las voluntades individuales. La Voluntad general identificada a la voluntad de la mayoría, determina la Ley. Al obedecer a la Voluntad general, no se obedece a ningún hombre sino a si mismo que ha querido esa voluntad. De este mo­do cree Rousseau poder salvar la dificultad conservando para el indivi­duo los atributos de Libertad e Igual­dad que le corresponden por naturale­za. En verdad se comienza a ver la trama de la antigua herejía. Destrui­da la verdad objetiva, no podía recu­rrirse sino a este criterio aritmético de sumar los pareceres individuales que se obtienen por el sufragio.

Aparece al propio tiempo en Rous­seau una intima contradicción: mien­tras por una parte afirma la libertad corno atributo esencial y a él sacrifica la noción de sociedad, por otra, al construir sobre la base del contrato un cuerpo social, sacrifica esta liber­tad en manos de la mayoría, de don­de proporciona el fundamento para el absolutismo del Estado frente al individuo. Y es que en realidad el in­dividuo aislado sucumbe ante el poder del Estado y se ve devorado por su propia construcción.

Cuando el liberalismo deja de ser una teoría para encarnarse en una revolución, los revolucionarios se en­cargan de atemperar las consecuen­cias del Contrato mediante una aplicación limitada a la doctrina. El su­fragio universal está en la base de las doctrinas de Rousseau, pero las cons­tituciones no lo consagran sino mucho tiempo después de consumada la revolución. Es que el liberalismo, como lo observa agudamente Gonzaga de Reynold, es la filosofía de la gran burguesía, de aquélla que más tarde será clasificada como capitalista, pero al propio tiempo es necesario calificar como intelectual. El Estado liberal es un Estado lleno de limitaciones, es el Estado gendarme cuya misión es solo la conservación del orden. El espíritu burgués del capitalismo le hace temer los excesos, buscando un perenne equilibrio inesta

LA DEMOCRACIA

En cambio la democracia exige, además de la libertad, la realización de la igualdad en el plano político, tra­ducida en la facultad del sufragio otorgada a todos los ciudadanos, en su calidad de miembros del pueblo so­berano. Pero a medida que se le otor­gan derechos políticos los ciudadanos se ven cada vez más despojados de su soberanía en beneficio del Estado en el cual se encarna la soberanía popular, La segunda fase del contrato social comienza a realizarse. Rous­seau pensaba en su Ginebra o en al­guna pequeña ciudad semejante cuan­do nos hablaba de democracia y ello explica algunas de sus afirmaciones. Ahora, en cambio, la democracia está funcionando sobre realidades suma­mente complejas, sobre pueblos numerosos y diversos, hecho que de­termina una serie de consecuencias imprevistas.

Con el reinado de la democracia co­mienza por otra parte la afirmación del derecho sindical. En su contrato social Rousseau había negado la le­gitimidad de las sociedades particu­lares, en los siguientes términos: Si cuando el pueblo, suficientemente informado, delibera, no tuviesen los ciudadanos ninguna comunicación entre si, del gran numero de pequeñas diferencias resultará siempre la vo­luntad general y la deliberación seria siempre buena. Pero cuando se forman facciones y asociaciones parcia­les a expensas de la grande, la volun­tad de coda asociación se hace general con respecto al Estado; se puede decir entonces que ya no hay tantos votos como hombres sino como aso­ciaciones. Las diferencias son en menor número y dan un resultado menos general. Finalmente, cuando una de estas asociaciones es tan grande que supera a todas las demás, ya no te­nemos par resultado una suma de pequeñas diferencias sino una diferencia única; ya no hay entonces volun­tad general y el parecer que preva­lece no es ya más que un parecer particular. Conviene, pues, para obtener la expresión de la voluntad general, que no haya ninguna. sociedad par­cial en el Estado y que coda ciudadano opine según él piense.

Consecuente con este principio, la Revolución francesa había decretado la disolución de las corporaciones como atentatorias al principio de la li­bertad individual. La Lev Chapelier prohibía reunirse a los miembros de una misma profesión y nombrarse autoridades o formar reglamentos so­bre sus pretendidos derechos comunes.

Los postulados de la economía li­beral, dados por Adam Smith en su tratado sobre La Naturaleza y Causa de las Riqueza de las Naciones, habían determinado por otra parte Un abandono por el Estado de la actividad económica. Adam Smith eleva la economía al rango de cien­cia autónoma, desvinculándola de lo político y traslada al plano eco­nómico el atomismo de la concep­ción rousseauniana. La cooperación de los hombres en la creación del producto se efectuará, según él, na­turalmente y sin esfuerzo por la di­visión del trabajo. Exalta, por otra parte, la importancia del capital para el aumento de la riqueza de las na­ciones y del principio del ahorro in­dividual como fuente del capital llega por fin, a establecer la importancia del interés personal para obtener y mantener el progreso económico: Siguiendo su interés, dice, el individuo realiza a menudo el interés de la sociedad más eficazmente que si se propusiera pro­moverlo.

La vida económica se reduce des­de entonces a una lucha de intereses. Por el contrato se establecen las rela­ciones económicas y por tanto las condiciones de trabajo, considerado éste como una mercancía sujeta a la ley de la oferta y la demanda.


EL MAQUINISMO

Contemporáneamente con la apli­cación de estos principios comienza el desarrollo del maquinismo, que intro­duce una verdadera revolución en el sistema productivo. La filosofía op­timista que domina la época comien­za por ver en la máquina un factor liberativo del hombre. Pero la má­quina engendra el maquinismo, es de­cir, la mecanización del trabajo, eli­mina el factor personal en la elabora­ción del producto y acelera el ritmo de la producción. Todo esto permitió un desarrollo de la economía liberal en un sentido de lucro. En efecto; la economía moderna ha subvertido completamente las bases tradicionales de la organización y distribución de la riqueza, porque en primer lugar ha olvidado —a causa de las premi­sas individualistas que informaban su política— la idea de un bien común, ordenando la producción no al consu­mo, Sino al propio lucro y multipli­cando su ritmo en busca de una ma­yor ganancia sin considerar las nece­sidades del mercado y provocando, mediante el auxilio de la propaganda, un consumo, o mejor dicho, un sobre consumo artificial que permita con­servar el ritmo acelerado de la pro­ducción.

Su consecuencia es la estandariza­ción del producto, con la consiguiente pérdida de calidad en el mismo y la formación, al mismo tiempo, de una clase obrera mucho más numerosa que la que hasta entonces había exis­tido. Pues la utilización de las ma­quinas y el costo de la instalación industrial hace que solo unos pocos, los más ricos, entre los antiguos pa­trones, puedan conservar su situación de empresarios. El salario del obre­ro es reducido a sus límites extremos en beneficio del abaratamiento del producto. Se forma así lo que se ha dado en llamar la clase proletaria, la categoría de los desheredados que nada poseen si no es el exiguo fruto de su trabajo y que se encuentran privados hasta de la posibilidad de cambiar de condición.


EL SOCIALISMO

Estamos, pues, en plena época del capitalismo. Mientras perdura el es­pejismo de sus beneficios, el capita­lismo puede afirmarse y aún prospe­rar. En Inglaterra, donde había comenzado el empleo de la máquina, la producción industrial sobrepasa y do mina a la producción agrícola-gana­dera, a la qué se había atribuido en un tiempo la mayor importancia. Las poblaciones campesinas invaden las ciudades y las transforman en gran­des centros industriales con una den­sa población cuya vida se desarrolla miserablemente. Pero sucede que mientras se multiplican las ganancias del capital, los salarios permanecen por debajo del nivel indispensable pa­ra una vida normal. Comienzan en­tonces las primeras dificultades. Es­tos hombres, a los que el liberalismo ha conferido una libertad absoluta, reclaman que a la igualdad en los derechos políticos consagrada por la democracia acompañe una igualdad en la distribución de la riqueza. Nacen así las primeras reivindicaciones de tipo social. Pero pronto comprenden los obreros que nada pueden aislados y revive entonces el fenómeno aso­ciativo con características totalmen­te diferentes de las hasta entonces practicadas. Bajo la presión de la realidad social se crea el sindicato de resistencia, que trata de oponer a la tiranía patronal una fuerza capaz de equilibrar la lucha ya entablada en­tre capital y trabajo. Los obreros con­siguen con esto ventajas apreciables, pero los términos en que se plantea la cuestión no permiten que las solu­ciones tengan carácter permanente ni contemplen el bien común. La lu­cha entre los factores que concurren a la producción se traduce en el terreno social en la lucha de clases revela­dora, según Carlos Marx, de un pro­ceso dialéctico fundado en los hechos económicos y que domina toda la historia.

He pretendido mostrar hasta aquí en qué forma se realiza el proceso de decadencia que conduce al liberalismo y de éste, por la democracia, al capitalismo. La dialéctica de las ideas domina la historia. Afirmados los principios de libertad e igual­dad, se cae necesariamente en la formulación del. comunismo. Ya nos advertía el Divino Poeta:

Sempre la confusion delie pcrsone principio fit del mal della citt ode, come del corpo ii cibo che s’appone;

La destrucción de las clases y cuerpos sociales nos ha conducido a esta lucha y desorden.

De todas las premisas o tesis mar­xistas, es esta de la lucha de clases la que tiene mayor eficacia, tal vez .porque responde a una auténtica rea­lidad. Marx observa los defectos de la organización capitalista en esa In­glaterra donde vivió, con su régimen industrial y sus cuadros de miseria. .Cuando él aparece, el socialismo ha hecho ya sus primeros pasos, pero es Marx quien hace de él una mística y lo conduce a sus últimas consecuencias.

Frente a Marx aparece otra figu­ra cuya influencia es enorme en los actuales movimientos sindicales: Jor­ge Sorel, quien hace la crítica del marxismo. Se trata de un movimiento nacido del contacto con la realidad y que reacciona violentamente contra los principios del contrato social. Pero pese a sus inmensas posibilidades, aprovechadas sobre todo por el fas­cismo italiano, el sindicalismo no al­canzó, corno tal, a reconstituir un or­den, sino que, por el contrario, disol­vió en los sindicatos la autoridad del Estado.

El desarrollo inmenso del capita­lismo ha convertido a los empresarios en sociedades anónimas y conducido a la formación de trusts y cartels con el objeto de defender monopo­lios y ejercitar más fácilmente el predominio económico.

El Estado se ve obligado a inter­venir en una doble dirección: por una parte, regimentando la vida sindi­cal; y por otra, prohibiendo la forma­ción de estos trusts. Abandona en­tonces su papel de espectador y se inaugura el periodo de reconstrucción en que nos encontramos actualmente.


EL MUNDO ACTUAL

El mundo actual aparece así como una negación del mundo moderno. Pero no olvidemos que es su con­tinuación en el orden cronológico y por tanto también en el desarrollo de muchos aspectos contenidos ya en su predecesor. Si aparentemente el mun­do actual es una vuelta al punto de partida, en su esencia difiere de lo que fue aquél anterior a La Revolu­ción Francesa. Es que la historia es irreversible y no se puede volver sim­plemente a lo que se fue. Los fenómenos propios de los nuevos métodos de producción, las modalidades im­puestas por el progreso material, in­fluyen para que los problemas tengan otras características y exijan soluciones que no guardarán sino una relación de analogía con aquéllas en otro tiempo practicadas.

El mundo actual es la negación, decimos, del mundo moderno. Si han variado las condiciones materiales en que se encontraban uno y otro, han variado también las condiciones espi­rituales. Estamos de vuelta de mu­chas falsas esperanzas y después de haber hecho crisis los sistemas, des­ilusionados del individualismo y del estatismo en que éste se resuelve, los hombres comienzan a desear la ins­tauración de un régimen corporativo.

Es necesario aclarar, en que consiste el régimen corporativo.

Veamos, ante todo, qué significa la palabra régimen. En un sentido general régimen significa tanto como gobierno. Pero la palabra gobierno no alcanza aquí a expresar la idea de Régimen tal como nosotros la pro­ponemos. La mentalidad moderna, al subvertir todos los valores, ha hecho perder a las palabras su eficacia de signos. Así, cuando decimos gobier­no, suele entenderse por tal un orga­nismo burocrático o político en el que reside la autoridad. En cuanto ope­ración, gobierno es conducción de los gobernados a su fin. Pero puede en­tenderse también —y es éste el sen­tido que pretendemos darle— que go­bierno significa un conjunto de relaciones entre los hombres o, más pro­piamente, la organización de estas relaciones. La palabra régimen se adecua mucho más a este sentido y ella expresa entonces no solo tal o cual forma de gobierno, sino la vida misma de la ciudad (Santo Tomás). Un régimen difiere de otro, no solo por el elemento material que lo cons­tituye: tales hombres, tal suelo, etc., sino y principalmente por el modo co­mo se establecen las relaciones entre los habitantes de la ciudad, por el orden que los rige. Muy diversos fac­tores entran en juego para determi­nar este orden, y tan fuerte y pro­funda es su huella que modificanse también y difieren según ello, los ciu­dadanos y los aspectos de toda la vida social.

Se comprende, por consiguiente, que al hablar de régimen corporativo entiendo hablar no solo de una organización de la vida económica en el Estado, o de un tipo de administración, sino también de un tipo de vi­da, de un modo diferente de ser ciu­dadano, de una concepción distinta del mundo que incide en la organización política y en la forma de gobier­no del Estado, pero que penetra toda la vida civil.

Por ello he dejado de lado la no­ción de Estado corporativo que, li­mitando al puro aspecto jurídico la cuestión, nos hubiera hurtado la ver­dadera esencia del problema.


EL REGIMEN CORPORATIVO

Régimen corporativo. Un régimen connotado por este signo: corporati­vo. ¿Qué significa por tanto este úl­timo término? Etimológicamente la palabra deriva del latín Corpus-Cor­poris y Sancho Izquierdo nos dice que si en la antigüedad clásica era usada generalmente para designar la substancia material... más tarde pa­so a significar un organismo, un todo bien ordenado, un agregado de personas que constituye una socie­dad y finalmente una casta o clase, un orden, un estamento.

El principio formal de este régi­men parece ser el reconocimiento de las clases, entendidas, desde Luego, en un sentido funcional y no en el sentido arbitrario y dogmático que establece la doctrina marxista. De ahí el nombre de corporación dado a las organizaciones de clase. Este re­conocimiento proporciona una garantía al individuo, que no se encuentra así aislado frente al Estado y a su vez una garantía al Estado contra la anarquía individual. La corporación aparece así antes de toda precisión como un organismo medio, como un punto de contacto entre el individuo y el Estado que evita o atempera sus mutuas diferencias.

Históricamente, la corporación ha significado también esto. Lo que fue­ron las corporaciones medioevales, sus glorias y su decadencia, no inte­resa ahora recordarlo. El concienzu­do burgomaestre de Paris, Etienne Boileau, nos ha dejado en su Livre des nétiers una idea bastante clara de lo que representaron en aquél su tiempo las corporaciones de artes y oficios. La organización corporativa del medioevo, fundada principalmen­te en un estado individual traducido en la espontánea colaboración jerárquica de los elementos que concurren a la producción, constituye lo que podríamos llamar, en lenguaje de filó­sofo moderno, el periodo ingenuo de la organización corporativa. El cri­terio de clase existe ya, pero no como valor absoluto e irreductible, sino co­mo diferenciación de funciones. Por ello es posible que en la corporación medieval coexistan el elemento pa­tronal y el elemento obrero, sin que se susciten en su seno los conflictos a que asistimos hoy cuando se ponen en contacto los intereses de ambas partes. Es que el obrero tiene una condición jurídica dentro de ese régimen, diversa de la actual; el tipo de producción por medio del trabajo ar­tesano, manual, realizado en el pe­queño taller, favorece un clima de en­tendimiento mutuo por el contacto permanente entre patrón y obrero. La situación de este último se ase­meja más a la de un miembro de la familia patronal que a la de un sim­ple asalariado.

Pretender en las actuales circuns­tancias suscitar un fenómeno corpo­rativo de tipo medieval es ignorar las condiciones reales y existenciales del mundo capitalista moderno, pro­fundamente dividido en su seno por odios, pasiones y resentimientos que el juego de la voluntad individual ha puesto en libertad.

Otros tiempos, otras costumbres. El principio fundamental de la colaboración subsiste pero la corporación no tendrá ya las características de la antigua institución.

La primera distinción se refiere al modo de constituirse las corporacio­nes. En efecto: la corporación mo­derna se estructura sobre la base de la organización sindical. Una excep­ción la constituye sin embargo la or­ganización española, en la que se prescinde de los sindicatos profesionales creando, con el nombre de sindicatos verticales, unos organismos a los que Se atribuye, preferentemente, funcio­nes de auto-disciplina económica. La otra distinción se refiere a su situa­ción con respecto al Estado: la cor­poración aparece suscitada por una actividad del Estado que busca re­solver mediante ella los problemas de la producción y el consumo.

Precisemos, pues, la noción de ré­gimen corporativo. La unión de Friburgo lo define como el régimen de organización social que tiene por ba­se la agrupación de hombres según la comunidad de sus intereses naturales y de sus funciones sociales y por coronamiento necesario. la represen­tación pública y distinta de estos dife­rentes organismos. Para Gaetan Pi­rou el régimen corporativo implica que cada profesión, debidamente or­ganizada, recibe atribuciones regla­mentarlas de orden social y aún de orden político. Veamos como se realiza la organización del régimen. Por la comunidad en el trabajo se constituyen los sindicatos de empresarios y trabajadores. El Estado reglamente la constitución de esos sindicatos por­que el régimen corporativo supone la autoridad del Estado. En unos casos se limita el derecho a asociarse reconociendo un sindicato único obligatorio. En otros, la sindicación es libre siempre que se satisfaga un cierto minino de condiciones. Sobre este punto es particularmente interesante la solución aportada por la ley italia­na del 3 de abril de 1926. Por di­cha ley se reconoce un solo sindicato como persona de derecho público, el que representa legalmente a todos los individuos pertenecientes a la profe­sión; pero la inscripción en el sindi­cato reconocido no es obligatoria, pu­diendo constituirse asociaciones de hecho en ejercicio de la libertad de asociarse. El reconocimiento se con­fiere a los sindicatos una vez satis­fechos los recaudos que exige la misma ley: que lo constituyan a lo me­nos un décimo de los representantes, y cumpla fines de tutela material y moral de los asociados. Otras garantías se exigen relativas a las autori­dades sindicales y el reconocimiento se efectúa por la aprobación del estatuto respectivo, previa solicitud al Ministerio de las Corporaciones.

La organización de la profesión significa la posibilidad de resolver los conflictos relativos al trabajo como propios de una categoría profesional, en sede sindical. Mediante la institu­ción de los contratos colectivos es­tos conflictos tienen un principio de solución, pues estos contratos se con­cluyen por las asociaciones legalmente reconocidas de empresarios y tra­bajadores y contienen los principios generales que han de regir las rela­ciones de trabajo. No obstante, pue­de ocurrir que las partes no lleguen a un acuerdo y en este caso es ne­cesaria la institución de un organis­mo que establezca las justas condi­ciones de trabajo. Esto se ha reali­zado en algunos países mediante la institución de la Magistratura del Trabajo, que puede asumir diferentes modalidades ya sea bajo el tipo de tribunales arbítrales constituidos por representantes de las partes y del Es­tado; o en forma de órgano judicial especializado tal como se halla orga­nizado en Italia, por ejemplo, en don­de la Magistratura del Trabajo constituye una sección de la Corte de Ape­laciones; o con el carácter de tribuna­les distintos de los ordinarios.

Pero la colaboración obtenida me­diante contratos colectivos o por la conciliación ante los organismos au­torizados, no basta para fundar un orden. Es necesario transformar en permanente esta colaboración de los distintos factores pie concurren a la producción, lo que se obtiene median­te la institución de las Corporaciones. La transformaci6n del Estado no se realiza siempre, por otra parte, con caracteres de violencia. El derecho sindical ha precedido al derecho cor­porativo y la intervención del Estado en los conflictos ha sido consagrada aún por los regimenes liberales. Lo que alguno llamó nuevo dereclzo es el derecho de siempre, el derecho que han tenido los trabajador-es a ser tra­tados como hombres y no como co­sas. Lo único que hace el nuevo Es­tado es reconocer este derecho, pero no crearlo. El Estado ha intervenido Cada vez más, obligado por las circuns­tancias, para reglamentar diversos aspectos del trabajo. La novedad del régimen corporativo consiste en transformar esta intervención en algo orgánico y permanente y en crear or­ganismos medios en los cuales el Es­tado puede descargarse de las tareas de regular las relaciones del trabajo. Estos organismos son precisamente las corporaciones en las cuales se integran los factores de la produc­ción: empresario, técnico y obreros.

Aquí también el régimen admite diversas realizaciones: puede conce­birse un corporativismo de asociación o un corporativismo de Estado. El primero es aquél que nace por el acuerdo de las partes; el segundo pro­viene de la iniciativa estatal. Seria fatigoso enumerar todos los matices a que puede prestarse la realización de cada una de estas soluciones. Un ejemplo del corporativismo de aso­ciación lo constituyen las leyes holandesas sobre relaciones entre empresa­rios y la ley belga de enero de 1935 que reglamenta la producción y la distribución. Estas Leyes permiten a una mayoría de empresas obligar con sus decisiones a una minoría disi­dente, cuando a juicio del Estado estas decisiones se acuerdan con el bien común. En cuanto al corporativismo de Estado el ejemplo más acabado es el italiano.

Otro problema a considerar es el ámbito que abarca el principio cor­porativo. Mientras unos proponen, como Manoilescu, la realización del corporativismo integral y puro, ex­tendiendo el concepto de corporación a cuerpos sociales con funciones no económicas, otros limitan a la sola actividad económica la organización de las corporaciones. A nuestro entender, la labor de Manoilescu, mag­nifica bajo muchos aspectos, adolece de un excesivo intelectualismo y corre el riesgo de acabar en ideología. Ahora bien, hacer una ideología del corporativismo es negar la esencia misma del corporativismo, que implica el reconocimiento de la reali­dad social. Se justifican así las criti­cas que esta concepción ha encontra­do en eminentes autores italianos. Por su parte Manoilescu, coincidiendo en esto con la mayoría de los autores franceses que han considerado la organización fascista, reprocha a ésta una excesiva dependencia respecto del Estado. Indudablemente la corpora­ción debe tender a una cierta inde­pendencia con respecto al Estado y en ese sentido creo que nadie haya ex­presado mejor que el conde de La Tour du Pin, en su obra ya clásica, cuales deben ser las características de un re­gimen corporativo ideal. Pero la rea­lidad social admite diversas conside­raciones. Puedo considerar al estruc­turar un régimen el mejor régimen simplemente, o considerar el mejor régimen posible de acuerdo con las realidades sobre las cuales debe es­tructurarse. La primera es posición de filósofo, de metafísico. La segun­da es la legítima posición del político. Ahora bien; la realidad contempo­ránea es, corno lo hemos establecido a través de este ensayo, demasiado imperfecta para que podarnos acomodar a ella toda la integridad de un régimen ideal. Es necesario imponer­se ciertas limitaciones y entre ellas ésta de una corporación cuya vida ha sido suscitada y favorecida por el Estado y depende en ciertos casos de él, como sucede por ejemplo para la Corporación fascista que tiene el carácter de órgano del Estado. De lo contrario, se corre el peligro de crear una fuerza que se añada a las muchas qué ya conspiran contra la unidad del Estado. Una fuerza que tienda, al modo del sindicalismo, a disolver en si el Estado o que aun, por la fal­ta de una dirección superior, disipe en los intereses particulares de las diversas corporaciones el bien total de la comunidad. Debemos convencernos que mientras no cambien las condiciones espirituales del mundo, mientras no se forme esa conciencia corporativa que muchos autores ita­lianos yen como fundamento del ré­gimen corporativo, la conciencia de la solidaridad social y el reconocimien­to de un bien común superior y dis­tinto del bien individual, no podrá prescindirse de la actividad del Esta­do en la instauración de un régimen corporativo.

En todo caso, si el Estado debe reconocer un derecho propio a la Cor­poración, a su vez tiene facultad pa­ra regular la actividad de éstas a fin de mantenerlas en la esfera de una utilidad propia que no vaya en de­trimento de la utilidad común.

Esto supone, desde luego, una modificación en la doctrina acerca del Estado. Así en el régimen italiano, que es d régimen tipo contemporáneo, el Estado se define como la realización integral de esa unidad moral, política y económica que es la nación italiana, la que a su vez queda defi­nida corno un organismo que tiene fines, vida, medios de acción superiores por su potencia y duración a aquéllos de los individuos divididos o agrupados que la componen. Con esto se afirma una profunda divergencia con los principios que informaron el mundo moderno y que provocaron los fenómenos económicos y sociales que hemos señalado en la primera parte de este ensayo. Y es que el ré­gimen corporativo, aunque nace como una exigencia de la realidad —y de intento he substraído a la conside­ración de los lectores los principios filosóficos que pueden darle forma, a fin de mostrar más claramente este carácter—, implica un cambio funda­mental en la concepción del mundo y de la vida.

Vengamos por ejemplo a los fenómenos económicos. Uno de los primeros efectos de La instauración de un régimen corporativo es La subor­dinación de Lo económico a Lo político y de Lo individual a Lo común. Si dejamos de lado ciertas paradojas su­tiles como las de Ugo Spirito, que pretende interpretar el corporativis­mo como súper liberalismo e identi­fica en virtud de una dialéctica de tipo claramente hegeliano el indivi­duo y el Estado, podemos yen que el régimen corporativo significa el re­conocimiento de un interés individual y un interés social., como distintos. Las pretendidas leyes naturales por las cuales el interés individual, aun inconscientemente, realiza el interés común, son abandonadas por el cor­porativismo que se sirve precisamen­te de La corporación para mantener ese interés individual dentro de los límites del bien común al cual lo sub­ordina. Así la Carta del Trabãlo ita­llana define La Corporación como La organización unitaria de las fuerzas de producción, de las que representa los intereses. En virtud de esta re­presentación integral, siendo los in­tereses de La producción intereses na­cionales, las corporaciones son reconocidas por la ley como órganos del Estado.

Diversos problemas técnicos pue­den plantearse respecto a la consti­tución de las corporaciones. Uno de ellos es el modo mismo de constitu­ción que puede ser por profesión o por producto. La doctrina clásica supone las corporaciones con base profesional, es decir, como el enlace de los patrones y obreros pertenecientes a una misma profesión. Dentro de las doctrinas modernas que coinciden en esto con las realizaciones de corporativismo hechas hasta hoy, el criterio de la profesión solo rige para determinar los sindicatos separa­dos. Pero la organización corporati­va reconoce otro principio determinante que es el ciclo productivo. La práctica ha mostrado cuántas difi­cultades .comporta el criterio de la profesión por la complejidad del proceso económico. El criterio del pro­ducto, por el cual se crearían tantas corporaciones corno productos hubiera, es también poco conveniente pues­to que multiplicaría inútilmente el número de las corporaciones. La adopción del criterio del ciclo pro­ductivo facilita la integración del mayor número de elementos afines en una misma corporación.

Todas éstas son consideraciones que se deben vincular a una determinada realidad social. Un país industrialmente desarrollado tendrá un tipo diferente y un número tam­bién diverso de corporaciones que un país cuya estructura económica sea fundamentalmente agrícola. A la prudencia del Legislador corresponde determinar en cada caso particular cual es la conveniencia de la nación.

Las diversas corporaciones se re­únen en una Asamblea o Consejo que gobierna sus mutuas relaciones y resuelve las dificultades que puedan plantearse entre diferentes industrias, por ejemplo, o producciones afines. Con ello se limita al propio tiempo la competencia y sus riesgos e in convenientes. El establecimiento del precio corporativo asegura, por últi­mo, una justa retribución del traba­jo tanto al productor cuanto al inter­mediario, sin imponer al consumidor un esfuerzo superior al que permite el nivel de vida ambiente.

Finalmente, cabe considerar cómo se efectúan las relaciones de lo eco­nómico y lo político a través de la Corporación. Si en el régimen liberal la autonomía conferida a lo econó­mico determina Un desarrollo a veces exagerado y nocivo respecto del Es­tado, en régimen corporativo, la idea de bien común que lo informa esta­blece una jerarquía en los fines, subordinando los de la economía a aqué­llos propios de la política. En la vida nacional, los fenómenos económicos y los políticos se presentan por otra parte íntimamente vinculados, como propios de hombres cuya vida no es ni puramente económica, ni puramen­te política. De aquí la necesidad de traducir institucionalmente estas relaciones en modo de darle carácter orgánico y permanente.

La doctrina ha aceptado, en tér­minos generales, el principio de la representación profesional en subs­titución de la representación exclusi­vamente política y partidaria consa­grada por el liberalismo. La ventaja es notoria, pues mientras los inte­reses partidarios son transitorios, fundados en el artificio de la pasión momentánea, las más de las veces y en todo caso parciales —como su nombre mismo lo indica—, los inte­reses profesionales afectan algo fun­damental en el hombre cual es su ac­tividad, oficio o estado económico ­político.

Las diferentes realizaciones corporativas han aceptado también la representación profesional. En algu­nos casos el principio es atemperado por la supervivencia de una cámara política al lado de la Cámara Corpo­rativa a la que se atribuyen de pre­ferencia funciones de carácter econó­mico. Tal es el caso de Portugal, donde la Asamblea corporativa solo tiene funciones consultivas. En Italia existió, a partir de la reforma de 1928, una intervención de los sindi­catos en la vida política del país. Pe­ro recién en el año 1939 se dio cima a la organización corporativa con la creación de la Cámara del Fasci e delle Corporazionl, formada por los componentes del Consejo Nacional del Partido Nacional Fascista y del Consejo Nacional de las Corporaciones (Art. 39 de la Ley n° 129, del 19 de enero de 1939). Ninguna elección interviene, pues, en su constitución, habiéndose establecido que los consejeros Nacionales cesan en su cargo al mismo tiempo que cesan sus funciones en los Consejos que concurren a formar la Cámara (Art. 8).

Se comprende que el régimen cor­porativo no deja también de tener sus riesgos y no es mi intención exponerlo como una panacea universal. Mu­chos de ellos quedan señalados ya en el curso de la exposición. Digamos que el mayor es construir artificio­samente un sistema corporativo que no tenga correspondencia con ha rea­lidad. Las demás dificultades se re­suelven a poco que el sistema comien­za a funcionar y que se encara su movimiento como una dinámica per­petua, como algo en continuo perfec­cionamiento, tratando de cumplir au­ténticamente, sin sofismas ni metáforas, la misión del gobernante, que es atender al bien común.

Permítaseme ahora un retorno a mi comienzo. He dicho que esta ex­posición era el mirar apasionado de un hombre de este tiempo a las cosas de su tiempo. Y ¿cómo no había de mirar también a esta cosa tan próxima y tan nuestra que es ha tierra de los padres, esta Argentina que sentimos misional y recia pero que vemos desvalida y abandonada? Des­de luego, no voy a proponer ha re­forma corporativa del Estado argen­tino. Y no la voy a proponer, no porque no la crea necesaria, sino por­que pienso que eso es labor de mu­chos años y de muchas voluntades, que es labor de toda una generación, y no tema de disertaciones. De una generación que se sienta unida en una obra común y encendida en una mística constructiva.

Pero quisiera examinar ciertos ca­racteres del alma nacional, porque a los ojos de muchos ellos aparecen corno un obstáculo insalvable para una organización corporativa.

El primero: nuestro amor por la li­bertad. El argentino ama la libertad. Sus palabras, su gesto, revelan un cierto aislamiento, una filiación personal. Muchos piensan en esto co­mo en un defecto. Por mi parte, pien­so que nuestro amor a la libertad tie­ne una filiación más noble que la revolucionarla. Pienso que es el genio de la estirpe hispánica, La antigua hidalguía e intrepidez que se revelan en nuestra fisonomía espiritual. El se­gundo: nuestra incapacidad para organizarnos. Este rasgo de nuestra idiosincrasia, derivado sin duda del mismo amor a la libertad, parece ma­nifiesto en las penurias de nuestras luchas civiles. La difícil unidad na­cional, nuestra lenta organización política, consumada solo luego de cruentas batalla, si bien se explican en parte por la resistencia nativa a una ideología extraña, serían, según esto, un reflejo de nuestra falta de aptitud para la disciplina. ¿Cómo imponer entonces la compleja estruc­tura corporativa, si no hemos sido capaces de ubicarnos dentro de la simple armazón del Estado liberal? A esto podemos argumentar que el régimen corporativo se acomoda me­jor que ningún otro a las exigencias de la libertad humana, en lo que ella tiene de necesario. El excesivo igua­litarismo democrático que substituye una igualdad aritmética a la igualdad de proporción que debe existir entre los ciudadanos, anula la personalidad humana y reduce a un patrón único hombres, cosas e instituciones. Su misma simplicidad conspira contra las posibilidades de su aplicación deri­vando en despotismo, mientras que la complejidad del régimen corpora­tivo denuncia su riqueza de conte­nido y la variedad de estructuras a que puede dar lugar. El mundo bus­ca la unidad; pero reconociendo el orden de las profesiones, reconoce en la unidad lo múltiple. No parece tan difícil, pues, integrar y organizar la libertad mediante el establecimiento del régimen corporativo. Claro que él debe estar informado por los ca­racteres propios del alma nacional y, en su aplicación práctica, por las con­diciones particulares de nuestra fisonomía geográfica y nuestras posibi­lidades económicas. Trasladar sim­plemente constituciones y regimenes es tarea de ideólogos. Adecuar los principios a la realidad, hacer de ellos aplicaciones analógicas es la tarea del político. Nuestra tarea de hoy para la grandeza de mañana.

21 de julio de 2009

CAPITALISMO-COMUNISMO


Sistemas del fracaso social

Cada época tiene su "mito" que refleja un estado colectivo determinado.

(Rebelión contra el mundo moderno, Julius Evola)

El fracaso del comunismo y el capitalismo se debe a que se trata de recetas artificiales que no sonaptas para solucionar el problema de proveer de un sistema económico a la sociedad.

De la artificialidad del comunismo no quedan dudas desde que se trata de la elaboración realizadapor los teóricos de izquierda sobre los análisis del sistema capitalista realizados por Karl Marx, más aún, el marxismo debe ser diferenciado del comunismo no sólo en términos de teoría-práctica, sino

en términos tales que se comprenda que el objetivo de los escritos de Karl Marx no tenía nada que ver con el comunismo como luego fue comprendido. El comunismo, es además un sistema de orden social inaplicable, a raíz de ir contra la naturaleza humana, al respecto dijo Su Santidad León XIII en Rerum Novarum: “los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra losricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación. Creen que con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores,

altera la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones.ya que el hombre, por naturaleza, requiere la posesión exclusiva de su propiedad privada”(Encíclica Rerum Novarum, 2)

El capitalismo, que se nos representa más natural, es en realidad igual de artificial, ya que no evolucionó directamente del modo de producción feudal, ni de ningún otro, sino que fue siendo implantado sistemática y

rigurosamente por los sectores más acomodados para proveerse de un orden social tal que les posibilitara acumular capital. El problema de discernir cuál es un ordenamiento natural de uno artificial, se ve empañado por las pretensiones del capitalismo de mostrarse siempre como sistema natural.

Los sistemas naturales, pueden definirse por oposición al esquema de derecha versus izquierda planteado por los defensores tanto del capitalismo como del comunismo, ya que este esquema responde a una sociedad forzada

en un sistema artificial, donde se pretende suplantar los órganos sociales ylas jerarquías por clases sociales.

La existencia de clases sociales es tan artificial que resulta difícil establecer en base a qué criterio se considera a una persona como perteneciente a una u otra clase, problema que el capitalismo y el comunismo resolvieron recurriendo a otra artimaña inventada por ellos mismos: la conciencia de clase. En un orden nacionalista no puede existir ninguna conciencia de clase ya que no existen clases sociales en el sentido que el marxismo o el capitalismo le asigna.

Retomando, decíamos que los teóricos no han logrado encajar a los sistemas naturales en un punto de la recta derecha/izquierda, donde con claridad se pueden ubicar el capitalismo liberal en sus diferentes formas, el capitalismo con regulación estatal, las variantes del socialismo y las formascomunistas.

Generalmente, ante esta imposibilidad, que no hace más que demostrar la falacia de los sistemas artificiales, se colocó a los sistemas naturales en la extrema derecha, lo cual en realidad no carece totalmente de sentido, ya que si se considera a la democracia representativa liberal, sistema artificial por excelencia como un sistema de derecha o centro-derecha, los sistemas naturales necesariamente han de colocarlo, si lo transpolaran a su propia linea esquemática, en la izquierda.

Se ha atendido también a que los sistemas naturales simplemente por el hecho de ser naturales funcionan en garantizar una distribución adecuada en lo económico, por lo que generan bienestar.

Por esto cuando un sistema alternativo, aunque no necesariamente natural, como el nacional socialismo alemán, comenzó a afianzarse, los capitalismos y los comunismos no dudaron en dejar de lado sus diferencias para erradicarlo. En cuanto a lo político estos sistemas que sin llegar a ser naturales tenían elementos politico-economico propios de órden natural, generalmente degeneraron en totalitarismos dictatoriales, como reacción al ataque de grupos subversivos estimulados por el capitalismo liberal, aún que se trataran estos, de elementos de izquierda.

El sistema económico natural no fue desarrollado completamente en ningún estado en el siglo XX, y si esto hubiese ocurrido, sin dudas ese país gozaría del más alto estándar de vida y sería un modelo a imitar para muchos políticos, pero el comunismo y el capitalismo, aliados en un juego de aparente hostilidad, lo impidieron, a instancias de los detentadores del capital transnacional para continuar el proceso de acumulación.

Tal vez el estado que más cerca estuvo de lograrlo fuera la Italia Fascista, sin embargo, las ataduras políticas de Mussolini a sectores capitalistas y su desastrosa política exterior truncaron el proceso.

No todos los sistemas económico politicos que pueden ser clasificados como naturales pueden ser considerados deseables, ya que algunos como la monarquía en lo político o el esclavismo en lo económico, son a todas

luces sistemas primitivos,esto nos lleva a la vez a formular la tesis de que no existe un único sistema natural que resuelva las necesidades de todas las sociedades, ya que estas difieren en si idiosincrasia unas de otras,

por ello, la mayoría de los sistemasnaturales son considerados nacionalismos, ya que se los debe contextualizar en el marco de una sociedad nacional determinada.

Al hablar de Sistema artificial:, nos referimos a la receta o modelo político o económico que responde a los intereses de un sector y no se atiene al principio de funcionamiento orgánico de la sociedad.

Por el contrario, al hablar de Sistema natural, lo definimos como aquel sistema económico o político que se desarrolla de acuerdo a los principios naturales y tiende a satisfacer de manera articulada las necesidades sociales y colectivas.

En cuanto a sistema corporativista, se trata de un conjunto de sistemas naturales o más bien integrado por muchas ramas de un gran sistema natural, hoy encontramos implementaciones de este sistema en Noruega, Austria, Suecia, y durante el siglo XX en lo económico el nacional-socialismo alemán y particularmente el fascismo italiano fueron formas de este tipo de sistema, aunque tal vez no lograron mostrar más que sus primeros resultados económicos ya que el desarrollo de estos países se vio trágicamente truncado por la segunda guerra mundial.

Fuente Boletin del Movimiento Acción Integralista Argentina

Foto: Jose Antonio y Ramiro

17 de julio de 2009

LA ORGANIZACIÓN:UNICO CAMINO

Ricardo Martín Bustamante

Posiblemente no resulte tan expeditivo, ni tan brillante y hasta se lo vea gris, rutinario, sin los oropeles de una supuesta heroicidad que tanto suele declamarse y poco ejercerse efectivamente. No solo se forjan héroes en una guerra. A veces la heroicidad esta en soportar con paciencia y sin desertar cuando nos encontramos aplicados a una tarea que parece común, y hasta anodina y poco sobresaliente pero en la que va la conservación de algo que amamos: la Patria, nuestro movimiento, nuestros camaradas

Tal vez resultemos reiterativos en nuestra afirmación, pero debe entendérsela y hacerse carne. Es el único camino que nos queda. No solo eso, es el que hay que recorrer irremisiblemente si queremos hacer política con un mínimo de seriedad, orden y disciplinadamente para recuperar nuestra cautiva Argentina

Ese camino es el de la organización, es el de la estructuración de un instrumento para dar la lucha política patriótica en los años difíciles que seguramente nos aguardan. Desgraciadamente es algo que parecemos olvidar los nacionalistas curiosamente mientras hablamos reiterativos de la restauración del principio de autoridad. Como si la autoridad y la organización no tuvieran nada que ver. Hablamos de cómo el sistema ha limado el principio de autoridad pero asumimos conductas anárquicas e inorgánicas. Inconducentes en definitiva. Después nos lamentamos. Justamente para eso, para la organización, hemos creado la Red Patriótica Argentina, para promover y estructurar algo sólido y netamente nacionalista que cubra todo el territorio patrio

La organización y la identidad son dos de los elementos esenciales que se aúnan a la coherencia del mensaje: ya hemos dicho mil veces que somos nacionalistas no “algo parecido” sabemos concretamente que es lo que queremos. Esas son las cosas, las notas distintivas fundamentales que hacen y harán en el futuro mucho más creíble nuestra predica Hemos puesto nuestros mejores esfuerzos en estas dos cosas: concretar algo estructurado que se vaya extendiendo de a poco (siempre mas despacio de lo que deseáramos) pero seguramente, y al mismo tiempo con una personalidad propia y netamente distintiva, a pesar de las diferencias de detalle que se puedan manejar de forma sanamente plural, que al mismo tiempo nos permita, mas allá de las mencionadas diferencias, la necesaria cohesión basada en la amistad y la camaradería.

Hemos puesto el acento en lo federal como elemento fundamental de nuestra organización e identidad, también tantas veces predicado y tan pocas veces concretado.

Por ello llevamos ya tres años diciendo que muchas de las modalidades que había tomado el nacionalismo en los últimos 40 años a la fecha han caducado por imperio de las circunstancias y de los problemas que se plantean y de la evolución de los tiempos.

Palpamos en esos años la desorientación de muchos camaradas o gente afín ante las mentadas caducidades que los ubican en un escenario diferente y mucho más difícil. Palpamos la desazón de muchos que dedicaron la vida a esta lucha larga y dificultosa y no han visto ni brizna de algo que pudiera coronar tantos esfuerzos. A otros se les fue la vida misma en ello. También en esas vidas que se consumen silenciosamente esta la heroicidad del amor a la Argentina.

Por ellos y por los que están y vendrán algún día debemos reforzar los esfuerzos, para tener el elemento de lucha política. Nuestro objetivo no es difuso e indefinido. Es concreto: la conquista del poder político que creemos imprescindible para establecer una República Patriótica, Social y Orgánica.

Gracias a Dios hay camaradas que han entendido el mensaje y se han unido a nosotros en esta patriada, otros a pesar de no contarlos en nuestra organización van comprendiendo lo que veníamos predicando desde hace un tiempo, sea por el fruto de esa predica o por la propia capacidad de analizar las circunstancias políticas, llamando consecuentemente a la organización de forma inequívoca:

“Aquí y ahora debemos definir nuevamente todo porque los modelos y propuestas que en el pasado pudieron haber tenido una cierta efectividad, por la evolución propia de la dialéctica del enemigo, y el acontecer histórico diferente, han sido ampliamente superados, y en no pocos casos, trastocados en sus fines y puestos a su servicio. Debemos proponernos que definitivamente no se pueda ingresar más a la Casa Nueva, la Patria Restaurada, con la suciedad acumulada. Creo sinceramente que ha llegado la hora de dejar de lado algunas cuestiones y seriamente abordar la necesaria organización del Bando Patriota, por dos razones esenciales:

Se avecina la hora final de la Patria, donde deberemos asumir decisiones tajantes, de vida o muerte.

Debemos responder por nuestras Obligaciones no cumplidas al presente en la Defensa de la Patria.” ( Carta de Cda. E.S. Gutierrez)

Digamos para cerrar que así como es irresponsable y suicida llamar a dar una guerra cuando no tenemos ejercito con que hacerla, es igualmente de una irresponsabilidad y una frivolidad absoluta pensar que sin organización podremos plantear el necesario cambio de nuestra Argentina de su estatus actual de factoría al servicio del Imperio a ser una Nación Soberana. Dios nos de las fuerzas para poder lograrlo.

9 de julio de 2009

TRES ESCRITOS PARA ENTENDER NUESTRA POSICIÓN ANTE EL SISTEMA

IDENTIDAD DEL PROYECTO NACIONALISTA


Por: Jorge Ortiguera


Para entendernos mejor. Para que la gente se entere de lo que realmente sostenemos, para despejar dudas sobre nuestra ubicación e identidad frente al Sistema o Régimen de Dominación tenemos que aclarar y despejar dudas, ser precisos y concisos

De esta forma para no andar con vueltas diremos que podemos dividir nuestro discurso en tres apartados que denominaríamos filosófico, Político- ideológico y político-practico.

Para un partido del sistema sólo existe el discurso político-practico, los otros dos se dan por supuestos y son compartidos por todas las organizaciones políticas, sindicales, culturales, y no digamos ya por las instituciones públicas, que imponen los discursos filosófico y político- ideológico del sistema como evidencias no sujetas siquiera a discusión.

Los principios y la ideología antisistema

Nosotros, los Nacionalistas, en cuanto alternativa al sistema como tal y no a un determinada tendencia del mismo, no podemos mostrar sólo un programa (discurso político-practico) El motivo es que si agregamos al programa los considerandos ideológicos y filosóficos in extenso, el potencial adherente no lo va a entender, y si no disponemos de discurso propio en lo que hace a cosmovisión, dejamos ipso facto de ser nacionalistas y nos convertimos en piezas, insignificantes del dispositivo sistémico, seriamos un mero partiducho mas del Régimen.

Todos saben que es un texto programático o programa político coyuntural

Pero posiblemente no esté tan clara su distinción frente un nivel político- ideológico y, mucho menos, frente a un nivel filosófico.

Para aclararlo, nada mejor que un ejemplo. Los Nacionalistas, queremos promover una nueva sociedad y un nuevo tipo de hombre. Cuestionamos no sólo las políticas actuales, en términos de una eficacia de medios, sino los valores y fines últimos en que se fundamentan tales políticas. Nuestro modelo es por verdad y tradición el modelo del catolicismo. Y cuando un proyecto político esgrime un modelo antropológico, axiológico y existencial propio, resulta que va más allá, no sólo del programa (medidas políticas concretas), sino incluso de la ideología.

El marxismo es una ideología no un mero programa político, pero su modelo antropológico es idéntico al de la ideología liberal. Liberalismo y marxismo o comunismo son dos ideologías diferentes, pero fundadas en idénticos valores, lo que explica su alianza durante la Segunda Guerra..

Los tres Proyectos

Para mas ilustración podemos decir a grosso modo que hay tres grandes grupos de proyectos ideológicos

1.-El primero agrupa a todos aquéllos que pretenden reconstruir el modo de vida anterior a la revolución francesa de 1789 y se oponen a los procesos de la modernidad y al tipo de sociedad que vivimos, digamos que a pesar de lo bueno que pudieren tener en tanto oponentes al universo de valores de esa modernidad, no pasan de ser arcaísmos o arqueologismos en lo político-ideológico y sus posibilidades de ser llevados a la practica son hoy en día absolutamente nulas, Su modelo sociológico es la jerarquía hereditaria independiente del valor y merito de las personas Su modelo político es el antiguo régimen, la monarquía y la aristocracia de sangre,

Dentro de ese modelo podemos englobar también a pesar de las diferencias con el primero, algunas solo de detalle, otras que los emparentan más con la modernidad, a los conservadurismos o reaccionarismos, carentes de ideología y que muchas veces utilizan a la religión como sucedáneo de la misma. Estos grupos terminan en muchos casos siendo apéndices o furgones de cola de la derecha del Régimen justamente por su carencia de discurso ideológico Consecuentemente también carecen de una política concreta propia, para la coyuntura

2.-El segundo grupo esta con la modernidad, configurada ésta de acuerdo con valores iluministas, como los enunciados por la constitución americana, que habla del “derecho a la búsqueda de la felicidad” conformé el individualismo actualmente imperante. El sistema o Régimen de Dominación se definía antes de la de la caída del comunismo por su unidad a nivel filosófico, y su enfrentamiento ideológico de allí la Guerra Fría. Pero desde 1989, el sistema ha devenido un bloque formado por la filosofía materialista, hedonista, individualista y relativista. y que en lo teológico va del deísmo sin dogmas al ateismo práctico, militante o al antiteismo para ser más precisos. El odio a Dios y especialmente a la Iglesia Católica..

.. La meta última de esta filosofía es la utopía del igualitarismo sin jerarquías y el bienestar material en un universo social optimista, pacifista, en constante progreso y apolítico o ácrata. Este grupo incluye a todos los movimientos e ideologías actuales del sistema: el liberalismo, y el marxismo (anarquismo, comunismo y la socialdemocracia) pertenecen a tal categoría. El suyo es pues el mundo que todos sufrimos hoy en día, excepto en el caso anarquista, cuya utopía, más allá de algunos experiencias que van entre lo ridículo y lo sanguinario como durante la guerra civil española o en la subcultura del under político o la trasgresión lumpen (okupas. punks y demás marginales), nunca ha llegado a controlar, a diferencia del marxismo, el liberalismo o la socialdemocracia, las instituciones contemporáneas.

En la actualidad el marxismo ha desaparecido como fuerza política y forma de Estado derrotado por la ideología liberal, pero ciertos valores que inspiraban su forma de pensamiento, siguen vivos y han hecho aportaciones decisivas al imaginario simbólico colectivo, El antifascismo, de procedencia estalinista es asimilado también por la derecha liberal y el conjunto de la sociedad por vía de la cultura progresista, al punto de tergiversar de manera escandalosa el discurso político común y la historia contemporánea. Hoy para la izquierda es fascista quien es liberal y quien es nacionalista. Para la derecha liberal es fascista tanto Castro o Chávez como Mussolini y Hitler. La ideología de los Derechos Humanos es común al discurso de ambas versiones del pensamiento sistémico, lo mismo que la visión manipulada de la historia y la memoria colectiva, construida como sustrato de la ideología derecho humanista, utilizadas como elemento de un lavaje de cerebros masivo, de una verdadera guerra psicológica del mito contra la verdad: Holocausto, 30.000 desaparecidos etc.

Para resumir diremos que desde lo ideológico el Sistema se define por la democracia de masas, el capitalismo salvaje y el marxismo cultural o progresismo

3.-Pues bien, el tercer grupo o sea nuestro proyecto, no solo es distinto del comunismo marxista y del liberalismo burgués, sino que, en primer lugar, emana de un sistema de valores o axiología y si se quiere de una teología, diametralmente opuesta a los del humanismo moderno, sea cual fuere su plasmación concreta. Oponemos el teocentrismo o Cristo centrismo al antropocentrismo de las ideologías de la modernidad. El Nacionalismo, tiene su sello identitario en los valores que sustenta. La identidad del proyecto Nacionalista está actualmente en sus valores, es decir en la concepción antropológica y existencial del tipo humano que aspiramos a formar que nosotros oponemos al homo oeconomicus del liberalismo (que también lo era del marxismo).Nuestro modelo es Cristo. Nuestro hombre, por una cuestión no ya opinable sino basada en la realidad y la verdad es un ser trascendente un ser religado a Dios y a su prójimo. Lo que el marxismo niega y el liberalismo ignora o ve como materia opinable.

En consecuencia, el proyecto nacionalista requiere de un nivel filosófico, para existir como opción determinada y autosuficiente. Ese nivel, se encuentra por encima de la ideología y de los programas políticos. Saber explicitar cuáles son los valores del proyecto y de nuestro discurso, es una tarea importantísima para el logro de los objetivos: primeramente constituir una masa crítica operante para tomar el Poder.

Conclusión

Lo siguiente tiene que ver con la determinación del nivel ideológico frente al filosófico y al político. Un programa propone medidas políticas concretas aplicables en un plazo relativamente breve de tiempo, en cambio, lo que a veces se ha denominado programa ideológico sería en realidad el compendio o esquema que se basa en una concepción de la sociedad, del estado y de la economía, y tiene vigencia para un periodo histórico largo. Mientras un programa son medidas de coyuntura lo ideológico va más allá en el tiempo y lo filosófico es permanente, pues define los principios inmutables. Podemos decir que es propio del ámbito político- ideológico aquello del logro de una República Patriótica Social y Orgánica encarnando lo que José Antonio ya nos dijera en referencia a la Falange. La síntesis entre Revolución y Tradición. De la revolución –no como pretexto para echarlo todo a rodar, sino como ocasión quirúrgica para volver a trazar todo con un pulso firme al servicio de una norma– y de la tradición –no como remedo, sino como sustancia; no con ánimo de copia de lo que hicieron los grandes antiguos, sino con ánimo de adivinación de lo que harían en nuestras circunstancias.

Por ultimo digamos que la institución que se corresponde con el programa político es el partido o la agrupación, pero ¿qué institución se corresponde con la ideología? Nuestro discurso político- ideológico tiene como referente en la actualidad a un Colectivo o movimiento social formado no sólo por uno sino por varios grupos políticos (la idea del centralismo es claramente liberal y es una de las causas de nuestro fracaso a la hora de la organización), sino por sindicatos, asociaciones culturales, juveniles, centros de estudio, etcétera. El movimiento es una micro sociedad de raíz federal que, enquistada en el seno de la sociedad liberal-progresista, anticipa la alternativa del nuevo movimiento libertador, y del nuevo hombre y el nuevo político, el patriota hecho a imitación de Cristo.

Ese es a grandes rasgos lo que debemos tener en cuenta a la hora de la predica política para difundir, aunar voluntades y enderezar la proa a la conquista finalmente del poder político


Referencias bibliográficas

Jaume Ferrerons: “Nacional Revolucionarios ¿Una opción de Izquierda?” www.nacional-revolucionario.blogspot.com

Alberto Buela:” Filosofía política vs. Ideología” - www.rebanadasderealidad .com.ar

Santiago Roque Alonso

“Crisis global oportunidad para una Segunda Independencia”

http://redpatrioticargentina.blogspot.com/2009/03/crisis-global-oportunidad-para-una.html

“Romper el Cerco y Derrocar el Sistema” en Patria Argentina Nº 255 mayo del 2009

José Antonio Primo de RiveraLa Tradición y la Revolución” http://largentinaposible.blogspot.com/search?updated-max=2009-04-13T09%3A29%3A00-07%3A00&max-results=7

Red Patriótica Argentina “Marchar hacia un Nuevo Estado” http://largentinaposible.blogspot.com/2008/09/marchar-hacia-un-nuevo-estado.html


MENTE BIDIMENSIONAL


Guillermo Rojas


Estamos tan cansados del tema que a veces no queremos escuchar mas de la cuestión. Lo peor y que aumenta el desasosiego y a veces la ira, es que hay gente que no quiere o no puede entender y siguen con el cantito. Un poco por lo fácil que resulta pensar con esas categorías, después de siglos de acostumbramiento mental, digamos que se forma una suerte de huella, como la de camiones en el camino de tierra embarrado, que hace patinar e impide salidas laterales. Me lo he imaginado de esa forma, luego de escuchar todos los días la misma gilipollada como dirían los gallegos. Confieso que el tema me pudre soberanamente.

¿Usted de que es de izquierda o de derecha? Y dale otra vez a explicar...

No serian nada los que a propósito no quieren entender por que no les conviene, sea zurdos de diferente pelaje como derechistas de diversas tendencias. Con ellos no vale la pena esforzarse mucho, que en seguida los calas: los unos salen con que la única que defiende la justicia, la equidad social y la inclusión de los marginados es la izquierda, ese es el discursete social de los progre nuevos sacerdotes de la mojigatería políticamente correcta (no discriminación, derechos humanos y temática de género). La izquierda neta ya se ha quedado sin ideología, sin concepción del Estado, la economía y la sociedad, lo que era en su día el marxismo. Se cree viva aun, porque sigue aferrada a la axiología negativa, se reduce ya al antifascismo, a referencias al indigenismo inventado en Inglaterra o se ilusiona con el mamarracho del Socialismo del siglo XXI, no impide ello que se coloque en la práctica en el mismo bando que el liberalismo, muchas veces operando y haciendo lo que los gobiernos democráticos por cuestión de imagen no se animan a hacer con la policía. Los extremistas rojos son pandillas de la porra del capitalismo, que les da las migajas para que sigan ocupando un espacio que en realidad esta prácticamente vació: la resistencia contra el sistema. Recordemos sino hace unos días, que se descubrió como se financiaba el Movimiento Teresa Rodríguez y como inmediatamente se tapó el tema. Era financiado por el Estado. El Estado les da lo que manda el Banco Mundial en forma de créditos. Ni vamos a referirnos a los medios con los que cuenta el progresismo, con la Banda de los 30.000 desaparecidos a la cabeza.

Y los otros- la derecha- hablan de la nueva guerra fría latinoamericana, de los que quiere imponer el comunismo con Chavez, Evo y Castro (…su momia) o Kirchner (¡¡¡¡nada menos!!!!) a la cabeza. Los opositores a los K (solamente) están en esa: el fantasma ha resucitado El “sucio trapo rojo” flamea de nuevo. ¡¡Tenemos enemigo!! Adhieren a frentes de la CIA para poder operar. Lo que no sabemos es operar para que y para quienes. Lo peor: algunos hasta se dicen “nacionalistas” En definitiva tienen el mismo destino que la extrema izquierda, ser instrumento del capitalismo global en la lucha o dialéctica inducida, fabricada, para bobos.

Mientras ellos “pelean” y se neutraliza toda resistencia real, el poder sigue en las mismas manos, la explotación continúa junto con la sangría permanente de nuestros recursos. Cuando la mentira se debilita estos pobres diablos la vuelven a fortalecer.

Progresismo e izquierda así como la derecha (conservadora, gorila, emergente del golpismo) se definen siempre por lo anti, antifascismo en los primeros (llamando fascismo a cualquier cosa) y anti comunismo en los otros (creyendo que aun el comunismo existe). Lo único pro en el sistema es lo que realmente se aplica, el neo liberalismo, la tiranía del capital financiero. Lo demás es mera chatarra.

Estamos más que gastados de tanto decir lo evidente: que ambos términos son expresiones del mismo fenómeno y herramienta del Poder Mundial que explota en su provecho, el sedimento dejado en el imaginario colectivo por décadas de lucha bipolar

Los que sí nos preocupan, son los que tienen el cerebro limado con ese cantito de la izquierda y la derecha, por que justamente pudiéndolos acercar, esta estupida temática los aleja.

A ellos resulta difícil explicarles que no existen derechas ni izquierdas, sino, por una parte, partidos u organizaciones y proyectos del sistema y por otra, grupos y organizaciones más o menos estructuradas (o desorganizadas): un pequeño (imperceptible para el común) movimiento cultural y político antisistema.

Dentro del primer apartado se desarrolla toda una dialéctica falsa donde la derecha (especialmente económica) ejerce el poder real, mientras la denominada izquierda ocupa (usurpa) el lugar de la resistencia: No resiste nada y además vive de los mendrugos que la derecha le tira: del clientelismo político.

Todas las tendencias del sistema son iguales, hacen lo mismo, sólo se distinguen, en el mejor de los casos, en la retórica, los giros terminológicos, los antecedentes históricos ( y prontuariales) de sus mandamases, la extracción social y los antecedentes políticos o académicos de los matones ( o asesores) que los sirven y por algunas recetas técnicas que adoptan para alcanzar idénticos fines en definitiva, al servicio de un único ideario democrático en política, capitalista en economía e izquierdista-marginalista (progresista) en cultura y valores; ni siquiera se detectan tales diferencias fundamentales en la práctica o a la hora de la gestión administrativa: ¿Para que abundar mas sobre esto? Con ver el zoológico político que nos rodea es suficiente, y mas en época pre electoral.

Nosotros los nacionalistas estamos por encima de las derechas y las izquierdas, por eso a la hora de la preguntita repetitiva, es necesario reconocer también que no establecemos las reglas del juego ni los conceptos imperantes en la cultura política: ergo que el sistema hará uso en nosotros justamente de esos conceptos que les son propios y como aparato cultural hegemónico, nos llamaran la ultraderecha, el fascismo

Como siempre nos debemos a la verdad y a la realidad para decir fuerte y claro que aborrecemos la categorización bidimencional en cualquier grado de intensidad.

Somos radicalmente antisistémicos en orden a lo dicho anteriormente, por que justamente tenemos una clara identidad tanto desde una perspectiva filosófica e ideológica y aspiramos en la práctica a instaurar un nuevo estado de cosas.

Por que en ultima instancia como herederos de los valores culturales y espirituales del cristianismo, nuestro enemigo principal es el judaísmo teológico- político, es decir: una ideología racista y supremacista, religiosa, fundamentalista, imperialista, retrógrada y criminal, verdadera potencia hegemónica a escala planetaria, cuyo discurso y mitología, constituye en definitiva el núcleo duro de pensamiento del Imperio, ideología a la que en ultima instancia el sistema o Régimen de Dominación rinde culto de izquierda a derecha.


La Trampa Dialectica


Por Edgardo Atilio Moreno

Cada nueva elección nos obliga a decir lo que tantas veces y con tanto énfasis se dijo desde las páginas de Patria Argentina: se impone a los argentinos una trampa dialéctica destinada, por un lado, a ocultar la realidad, y por el otro, a crear falsas opciones.

El fin evidente de esto no es otro que el de evitar cualquier reacción genuina en contra del Sistema o Régimen de dominación o bien controlarlas y mandarlas a vía muerta en caso de producirse. Es lo que Santiago Roque Alonso definió con precisión como “una dialéctica para giles”.

En estas coyunturas los operadores del Sistema ponen en juego todo su arsenal de técnicas psicopoliticas para confundir y engañar a los ciudadanos acerca de la verdadera naturaleza de los problemas que aquejan al país y para dividirlos en enfrentamientos manipulados detrás de bambalinas.

Los medios de comunicación y todo el aparato educativo y cultural del Sistema le impiden al ciudadano común darse cuenta de la sutil tiranía que padece y encontrar una salida a la crisis.

Esta acción de encubrimiento es fundamental para el mantenimiento del stablishment pues sin las falsas opciones intrasistemicas, sin este engaño dialéctico, el Sistema de dominación no se podría mantener.

La historia universal enseña al respecto que cuando los hombres no encuentran al menos soluciones aparentes dentro de un determinado sistema político tarde o temprano las buscan por afuera, y esto puede ser muy peligroso para los amos del dinero. Por ello es que tratan a toda costa de mantener resignados a los pueblos debatiendo sobre que opción es menos mala para elegir.

En la Argentina de estos últimos tiempos el principal antagonismo que se plantea falazmente es el de la remanida dialéctica de izquierdismo-progresismo, versus, liberalismo-conservadorismo.

Esta opción es absolutamente tramposa. En realidad no existe ninguna contraposición esencial entre ambas caras del Sistema. La prueba esta en que el gobierno sostiene, sin ningún tapujo y en perfecta coherencia, una política cultural progresista al tiempo que aplica una política económica obediente de los centros financieros internacionales.

De modo entonces que el primer desafío que tenemos los nacionalista es el de desenmascarar esta falsa dialéctica; es decir debemos esclarecer sobre la verdadera situación socio-política y cultural en la que estamos insertos de manera tal que el pueblo argentino pueda tomar conciencia de la tragedia que vive nuestra Nación.

Ciertamente que esta no es una tarea para nada fácil pues hay ciertos sectores –relativamente sanos- de la sociedad que se niegan a entender que no hay contradicción entre el progresismo y el capitalismo liberal, ya que ambos en realidad son brazos de una misma tenaza que maneja el Imperialismo Internacional del Dinero. Estos sectores, conciente o inconcientemente, son funcionales al Sistema.

Debemos convencer a estos ingenuos y/o necios que la opción de votar al mal menor, o a los partidos de la derecha que prometen solucionar problemas como el de la inseguridad, la insurrección social piquetera, o el revanchismo setentista y montoneril; no constituye ninguna solución pues no se ataca a las causas del problema sino a algunas de sus consecuencias.

Y lo que es mas grave se cae en la trampa dialéctica tendida por el enemigo.

En realidad la verdadera solución pasa por develar el engaño, poner en evidencia la complicidad de la clase dirigente partidocratica con el Poder del Dinero, desplazarla progresivamente y cambiar el actual Sistema o Régimen de dominación. Solo así podremos recuperar nuestra independencia nacional.