30 de mayo de 2010

DESENMASCARANDO LAS PELIGROSAS PREMISAS DE LOS LIBERALES ECONÓMICOS

Brian McCall
(Publicado en THE REMNANT el 19/10/09)

El supuesto central que subyace en todo el pensamiento económico liberal —en contraste con el pensamiento económico católico— es la codicia. Ahora bien, los liberales económicos no siempre utilizan esa palabra; prefieren llamarlo “afán de lucro”, “interés propio” o “maximización de la riqueza”, pero todos estos términos se reducen a la misma cosa.

Los liberales económicos más inteligentes tratarán de disimular este principio diciendo que es válido únicamente dentro del “campo” económico. Una vez que se genera la riqueza, puede que la moralidad tenga algo que decir acerca de lo que hace uno con ella; pero dentro del análisis del proceso de producción, la maximización del beneficio es el criterio supremo para evaluar las elecciones económicas: la alternativa que proporcione mayor riqueza será clave a la hora de elegir una acción humana, incluso si alguien admite que la moralidad establece unas exigencias sobre el uso posterior de esta riqueza. Cualquier otra consideración queda reducida, a la larga, a este único criterio.

La responsabilidad social, la donación benéfica, la preocupación por la seguridad de los trabajadores y otros valores pueden llegar a ser tenidos en cuenta por los liberales económicos, pero sólo después de que se haya alcanzado el máximo beneficio o riqueza. Para un consejo de dirección, la decisión de donar ordenadores a una escuela se encuentra justificada sólo en la medida en que la empresa obtenga como resultado una mayor cantidad de riqueza que la gastada en la donación, a través de la publicidad o de la buena fe del cliente. Por esta razón los participantes en un sistema controlado y gobernado por el pensamiento económico liberal pueden ser personas honradas, que desean hacer elecciones morales, pero su filosofía evita la “intromisión” de dichos conceptos morales en las decisiones de una empresa económica comercial, donde la generación de beneficios es el bien absoluto a perseguir.

Este paso exime a los liberales económicos de los requisitos de justicia y equidad que impone la Moral (Divina y Natural). Nuevamente algunos liberales económicos formulan excepciones para unas pocas ofensas graves contra la Ley Natural, tales como el fraude y la violencia. Sin embargo, el hombre está sujeto a la entera Ley Natural y Divina. No somos libres de escoger qué normas cumplir y cuáles dejar fuera de nuestro “marco” artificial.

Ahora bien, alguien con un sensus catholicus probablemente conozca que esta filosofía es errónea. A continuación, ahondaremos en la doctrina económica católica para saber exactamente por qué es errónea.

Como enseñó Santo Tomás, apoyándose en Aristóteles: el hombre actúa de acuerdo con unos fines. Elegimos las acciones que, en vista de los hechos relevantes, parece que cumplen un fin particular. Algunos fines son incompletos; no perfeccionan todos los aspectos de la naturaleza del hombre. Otros fines son más completos; comprenden más aspectos de la naturaleza del hombre. El fin último o más completo del hombre es la salvación eterna; la visión beatífica. Al lograr este fin, la naturaleza del hombre alcanza su perfección. Por debajo de este fin perfecto existen otros fines necesarios que deben perseguirse para hacer alcanzable el fin perfecto. El fin natural más alto es el de llevar una vida virtuosa dentro de una sociedad pacífica. Por debajo de este fin natural completo, uno de los fines incompletos que comprende es la creación de la suficiente riqueza temporal.

Para llegar a conocer, amar y servir a Dios, y vivir adecuadamente con nuestro prójimo en este mundo, así como para alcanzar el fin último —la felicidad en el cielo*— el hombre debe satisfacer las necesidades físicas de su naturaleza corpórea. La satisfacción de las necesidades humanas temporales que proporciona la riqueza es, por tanto, uno de los fines hacia los que tiende la naturaleza del hombre y, en consecuencia, la Ley Natural.

Sin embargo, no podemos perder de vista el hecho de que este fin es únicamente intermedio, incompleto. El lucro o riqueza no es un fin en sí o por sí mismo; es un medio para conseguir otros fines y como tal debe ser moralmente valorado. En consecuencia, debe limitarse en la medida en que esté conforme con los fines últimos, naturales y sobrenaturales, del hombre.

Aquí vemos que el error fatal de los liberales económicos reside en que hacen de un fin incompleto el criterio completo de decisión, dentro de un “esquema” que utilizan arbitrariamente para aislar la actividad económica del mismo grado de escrutinio moral que rige cualquier otra actividad humana.

Como resultado de lo anterior, el afán de obtener riquezas se torna ilimitado. Cuando un fin incompleto se trata como completo, se encuentra distorsionado, y la orientación ideal del hombre hacia sus auténticos fines se ve enturbiada. Por esta razón es indispensable que el hombre establezca límites al incremento de la riqueza como criterio para tomar decisiones económicas, al igual que debe poner límites a su apetito concupiscente.

La búsqueda de riqueza

El deseo de riquezas, al igual que el deseo de otras cosas, no es malo en sí y por sí mismo, pero necesita ser restringido. La generación de riqueza, de acuerdo con el pensamiento económico católico, debe situarse bajo ciertas restricciones, así como los deseos de concupiscencia deben estar sujetos a la Razón. Henry de Hesse lo explica de este modo: “Quienquiera que tenga suficiente para estas cosas [procurarse el sustento, hacer obras pías, proveer lo razonable para emergencias futuras, o ayudar a sus descendientes] pero continúe trabajando incesantemente para obtener riquezas o un status social superior, o de forma que posteriormente pueda vivir sin trabajar, o para que sus hijos sean ricos y poderosos, está llevado por una avaricia, placer físico y soberbia condenables”[1].

Poseer lo suficiente para todo esto, e incluso desear más, excede los límites de la prudencia. Así que las restricciones al deseo de riqueza no resultan excesivas sino, más bien, muy prudentes. Existe un límite externo a la ambición. San Bernardo está de acuerdo con esta conclusión: “Por sí mismas, en relación con la salud espiritual del hombre, [las riquezas] no son buenas ni malas; usar de ellas es bueno, abusar es malo; sentir desazón por ellas es peor; la codicia es aún mas deplorable”[2].El uso correcto de la riqueza es una virtud; su abuso –la codicia– es vicio.

A pesar de eso, la filosofía económica liberal sostiene que cualquier elección que incremente la riqueza neta es una buena elección; dicho principio no reconoce ningún límite. El afán de lucro, en la citada filosofía no puede aceptar los límites que defiende la filosofía económica católica. El lucro siempre es bueno y un mayor lucro es siempre mejor; de nuevo, dentro del “esquema” que los liberales económicos utilizan para eximir a la “economía” de un completo escrutinio moral, al mismo tiempo que reclaman que, fuera del “esquema”, los capitalistas pueden ser personas morales y generosas a la hora de decidir cómo emplearán su riqueza.

Santo Tomás utiliza una imagen de la naturaleza para demostrar cómo ser debidamente solícito para los bienes temporales implica contener tal deseo en sus justos márgenes y en el momento adecuado. “La hormiga tiene su solicitud en conformidad con el tiempo, y esto se nos propone como ejemplo a imitar. Corresponde a la prudencia la debida previsión del futuro. Pero sería una desordenada previsión o solicitud del futuro la de quien pusiera como fin los bienes temporales, entre los que se distingue el pretérito y el futuro; o la de quien buscara más cosas de las necesarias para la vida, o la de quien, finalmente, no reservara esa inquietud para su debido tiempo”[3]. Podemos buscar ganancias, pero hacerlo en exceso es, al igual que no ser responsable de ellas (reservar la inquietud para su debido tiempo), un vicio.

Restricciones morales vs. Injerencia del Gobierno

Antes de proceder con este argumento hago un inciso para aclarar que el reconocimiento de las necesarias restricciones morales sobre el afán de lucro no equivale a que el gobierno deba imponer estas restricciones en todas las circunstancias. La cuestión del equilibrio adecuado entre la ley pública de la Iglesia, el gobierno local, el gobierno nacional y la restricción personal dirigida por un confesor, versa sobre los medios apropiados. Éste es un asunto extenso en sí mismo; durante siglos y a tenor de diferentes circunstancias, el equilibrio entre el fuero interno (confesión) y los diversos fueros externos (tribunales civiles y eclesiásticos) ha sido objeto de polémica y seguirá siéndolo.

Sin embargo, los defensores del liberalismo económico a menudo intentan confundir el asunto utilizándolo como elemento de distracción. Mezclan el argumento de que la moralidad exige estas restricciones con el apoyo de un estado policial totalitario. Los liberales económicos, al hacer tal cosa, evitan la discusión del problema real: el afán de lucro no puede ser el único criterio para evaluar la justicia y moralidad de las opciones económicas.

Volviendo a la necesaria restricción, hay que recordar los otros fines de la existencia del hombre. ¿Cuáles son estos otros fines? No existen más que los fines sobrenaturales y naturales del hombre. Así, por ejemplo, vivir justamente o dar a los demás lo que merecen es un fin de la naturaleza social del hombre. La Justicia es una de las virtudes cardinales que el hombre debe esforzarse en perfeccionar en su camino hacia el fin completo. Por lo tanto, obtener lucro mediante la utilización de medios que conculcan la justicia conmutativa —que incluye otras cosas aparte del fraude— es ilícito. El pensamiento económico liberal rechaza esta restricción. Por no hablar de la Ley Divina, a la luz de la cual deben juzgarse las acciones del hombre.

El católico liberal Tom Woods ha argumentado que “la economía es una ciencia cuyo objeto es utilizar la razón humana para descubrir cómo pueden alcanzarse los fines del hombre. Cuáles deberían ser esos fines es un asunto que corresponde decidir a la teología y a la filosofía moral”[4]. Aquello que nos conduzca de forma más eficiente al fin escogido constituye la elección económica correcta. Empero, la moralidad católica no permite la ambivalencia acerca de los medios. Incluso si los fines de una persona son buenos —según determina la teología y la filosofía moral, como diría Tom Woods— los medios escogidos deben ser también moralmente justos. Por esto, la afirmación de que la economía es meramente la ciencia de los “medios” es un argumento erróneo. La elección de los medios no es moralmente neutral. Los medios tienen implicaciones morales.

Un argumento típico de los liberales económicos es que un salario bajo —aquel que está por debajo del valor intrínseco del trabajo desempeñado— es aceptable si el libre mercado permite dicho salario (por ejemplo, debido a la existencia de un gran número de trabajadores desempleados)[5]. Se argumenta que, incluso si el trabajador recibe un salario injusto, al final resulta mejor puesto que el beneficio logrado por el patrón incrementa la riqueza global de la sociedad o, por decirlo en la expresión favorita de los liberales económicos, la marea creciente levanta a todos los barcos[6].

Admitiendo por un momento que esta afirmación fuera cierta —a pesar de que es contraria a la lógica— el pensamiento económico católico prohíbe pagar un salario injusto como medio para lograr este fin. Incluso aunque se crease más riqueza para la economía o un mayor número de gente tuviera trabajo, si este fin se consigue mediante la vulneración de la justicia no puede justificar un medio injusto. Un trabajador ha recibido como pago un importe menor que el valor del trabajo desempeñado. Puede que la sociedad tenga mayor riqueza, pero el fin del hombre conocido como Justicia habrá sido vulnerado por la utilización de un medio injusto. Así que la economía está “libre de valores”[7] simplemente porque rechaza considerar los valores morales que restringen el uso de medios injustos.

Sin embargo, los liberales económicos no pueden ver el error de justificar los medios por el fin porque sostienen que las acciones económicas son amorales, es decir, que carecen de implicaciones morales. Tom Woods, por ejemplo, dice que “absolutamente nada en el cuerpo de las leyes económicas deducidas mediante la praxeología[8] involucra afirmaciones normativas” y que “carece absolutamente de sentido argumentar que… las leyes económicas deben estar subordinadas a las leyes morales”. Tom Woods afirma esto basándose en un conocimiento de la Economía como mero estudio de la acción humana con el objeto de descubrir leyes naturales o funcionamientos independientes[9]. Puesto que estas leyes forman parte de la “naturaleza”, no son morales ni inmorales; simplemente existen. Él incluso compara las leyes económicas con la ley de la gravedad[10]. El error fatal de este pensamiento estriba en que todas las acciones humanas implican una elección. Las acciones humanas no son, como la gravedad, predeterminadas y de funcionamiento independiente. Las elecciones siempre tienen implicaciones morales; son elecciones moralmente lícitas o ilícitas. Tom Woods lleva razón en que la economía comprende el estudio de las acciones humanas, pero, a diferencia del estudio de la gravedad que existe de forma natural, todos los actos humanos que se escogen tienen implicaciones morales y restricciones de carácter natural y divino.

Tómese uno de los ejemplos favoritos de Woods de una “ley económica” semejante en su mente a aquella de la gravedad: la relación del precio con la oferta y la demanda[11]. Cuando la oferta cae o la demanda se eleva, suben los precios. Afirma que esto puede ser observado empíricamente y que, por tanto, el movimiento al alza de los precios, cuando la oferta se reduce o la demanda se incrementa, es moralmente neutral; simplemente ocurre por fuerza de una “ley de la naturaleza” económica. Esta afirmación es falsa. Los precios no son fuerzas autónomas de la elección humana. Los precios suben porque la gente escoge subirlos.

Ahora bien, puede ser cierto que desde que despuntó la era liberal, la gente eleva los precios en estos contextos porque creen, erróneamente, que no tienen elección: “Puesto que los precios siembre suben cuando la oferta se reduce, tengo que subir mis precios”. Sin embargo, en una era católica, cuando la gente no estaba embriagada por la propaganda del liberalismo económico, ésta no era la reacción normal. Las causas, naturaleza y duración de la escasez de la oferta, o del incremento de la demanda, debían ser consideradas ante el gremio, la autoridad pública o el sacerdote confesor, que permitirían al comerciante —dado el caso— la subida de los precios. Así pues, los precios podían ser alterados, pero solamente si existía una razón moralmente lícita para hacerlo, tal como el incremento sostenido del coste de transporte de los bienes.

Más aún, a diferencia de la economía liberal, tal como la defiende Tom Woods, la economía católica sostiene que es moralmente inaceptable incrementar los precios debido a una necesidad particular de un comprador de bienes o servicios. Santo Tomás enseña que es injusto que un vendedor cobre más debido a la necesidad concreta de un bien[12].

Por utilizar otro ejemplo proporcionado por Woods[13], si tuviera lugar una situación crítica similar a los ataques terroristas de Nueva York, y la gente se viera privada de sus casas, ¿sería justo incrementar el coste de una habitación de hotel en un 185% simplemente porque un mayor número de gente desea una habitación? Woods responde afirmativamente, alegando que permitir este tipo de especulación en los precios es positivo, porque posibilita que el recurso —la habitación— vaya a aquella persona que más lo valora. En realidad, lo que permite es que la habitación vaya a las personas con mayor riqueza, que pueden ser o no ser los que valoran más la habitación. Una persona con medios modestos, que no puede encontrar otro lugar como refugio para su familia, puede conceder a la habitación un valor más alto que un millonario que simplemente no desea pasar la noche con sus familiares políticos. La diferencia estriba en que el hombre de medios modestos tiene una menor riqueza con la que expresar su mayor valoración de la habitación.

Tom Woods utiliza otro elemento de distracción en este punto cuando argumenta que, en caso de que las tarifas por habitación en tiempo de crisis se mantuvieran en niveles normales, de ello resultaría una pérdida de recursos limitados, con una familia alquilando dos habitaciones cuando únicamente podrían utilizar una si los precios fueran más altos[14]. Primero de todo, es precisamente el cliente más rico, en lugar del padre de familia con bajos ingresos, quien con mayor probabilidad acaparará las habitaciones, alquilando más de una para su confort, por lo que el argumento yerra en ese aspecto.

En cualquier caso, puesto que este desenlace implica de nuevo elección humana, no es inevitable. El propietario del hotel puede simplemente exigir, en situaciones de emergencia, que la familia de cuatro pueda únicamente alquilar una habitación, de forma que otros que estén en necesidad puedan ocupar la segunda habitación. No existe ninguna necesidad de incrementar el precio en un 185% para conseguir un racionamiento justo de los recursos escasos. No obstante, como Tom Woods ha partido de la premisa moral falsa de que los precios y otras decisiones económicas son independientes de la elección moral humana, argumenta falsamente que debe permitirse que las elecciones económicas desciendan adonde puedan, al igual que una pelota que se deja caer puede solamente descender al suelo, debido a la ley de la gravedad.

Así pues, a la postre, este ocultamiento de la elección moral humana implicada en todas las acciones económicas se convierte en una fachada, detrás de la cual puede perseguirse la riqueza sin ningún límite moral.

Conclusión

La economía no es una disciplina que trate acerca de fuerzas invariables e independientes, tal como la física. Es el estudio de las acciones humanas relacionadas con los medios para crear bienes temporales. Toda acción humana, y todo medio orientado a la consecución de un fin, deben estar guiados y limitados por los fines últimos del hombre.

Esta simple verdad ha sido atacada durante siglos por los liberales económicos. Es hora de que a la Verdad de Cristo y a la Ley Natural se les conceda el lugar que les corresponde dentro de la disciplina económica. El único deseo del hombre que puede ser moralmente ilimitado es el anhelo de Dios. El anhelo de riquezas debe estar sujeto a sus justos límites, teniendo siempre presente a Dios y Su Ley.

Notas:
[1] Henry de Hesse, De contractibus, en John Gerson, Opera omnia, 4 vols. (Colonia, 1483–4), 4, cap. 12, fol. 191ra.
[2] San Bernardo de Claraval, De consideratione, trad. George Lewis (Oxford, 1908), lib. 2, cap. 6, p. 47.
[3] Aquinas, Summa Theologica II-II, 55, Art. 7 Repuesta a las Objeciones 1 y 2.
[4] Tom Woods, The Church and the Market (Lexington Books 2005)¸ p. 31.
[5] Véase Tom Woods, The Church and the Market, p. 50 et. seq.
[6] N. del T.: En inglés, A rising tide raises all boats.
[7] Tom Woods, The Church and the Market, p. 31.
[8] N. del T.: Ciencia que estudia la acción humana. Se utiliza comúnmente en relación con la obra del economista austriaco Ludwig von Mises y sus seguidores de la Escuela de Viena.
[9] Tom Woods, The Church and Market, p. 16.
[10] Tom Woods, The Church and the Market, p. 43.
[11] Véase por ejemplo, Tom Woods, The Church and the Market, capítulo 2.
[12] Summa Theologica II-II Q. 77, Art. 1.
[13] Tom Woods, The Church and the Market, p. 46-47.
[14] Id. en p. 47.

UN HOMBRE VALIENTE


Luis Pío Moa Rodríguez es natural de Vigo, donde nació en 1948, es un periodista español que en medio del auge de la revisión falsa e ideologizada del pasado, promovida por los ideólogos y propagandistas de la izquierda cultural ha tenido la valentía de presentar una visión, muchisimo mas acorde con la realidad de ese pasado español, por lo que ha sido criticado por la prensa y los cenáculos del pensamiento del nuevo orden mundial en la Madre Patria. Es que el hombre militó en lo mas radicalizado del espectro político contrario al franquismo y además fue afiliado al Partido Comunista Español. Para los epígonos del pensamiento políticamente correcto no hay peor astilla que la del mismo palo.
Ofrecemos a nuestros lectores este breve pero interesante reportaje realizado por Gonzalo Altozano Alba aparecido en http://www.religionenlibertad.com

EL ESCRITOR PIO MOA SE DECLARA NO CREYENTE: "PERO A VECES REZO CONCIENTE DEL MISTERIO DE LA VIDA"

"Es la bestia negra de los antifranquistas a toro pasado, que no le perdonan que él sí luchara contra el régimen. Lo hizo en las filas de la izquierda violenta, las del GRAPO. Cuando, desengañado, dejó aquello, dio comienzo a un viaje que le llevaría al liberalismo, donde hoy acampa. Quién sabe, quizás para él el camino no haya acabado aún.

-Sostiene que Dios no existe.
-En rigor, no puede hacerlo. Se supone que es la causa de todo lo existente, y no debe ser parte de su creación, sino estar por encima de ella.

-O sea, que no es creyente.
-Propiamente no.

-Sin embargo, ha dicho que sí a la entrevista.
-Porque me interesa mucho el asunto. Me gusta investigar y dar vueltas a estas cuestiones.

-¿Alguna vez ha creído?

-Creía, al modo como suele creerse cuando se es pequeño y se está educado en el catolicismo. Estudié hasta los quince años en un colegio marista.

-La asignatura de Religión en sus tiempos...
-Se enseñaba de forma defectuosa, pero muy superior a la de ahora: catecismo, historia sagrada e historia de la Iglesia. Hoy los manuales de Religión se asemejan demasiado a manuales de adoctrinamiento, con concepciones muy parecidas a las del PSOE.

-¡Pobres niños!
-Sé muy bien que dichos libros de texto aburren a los críos y más bien los distancian que los acercan a la religión.

-¿Qué me dice de la polémica de los crucifijos?
-El cristianismo debe estar en las escuelas porque nuestra cultura, la base de ella, es precisamente cristiana. El cristianismo es un componente esencial de nuestra civilización y tiene que ser conocido por la gente.

Ideología como forma de Religión
-Entonces el odio a la cruz...

-Es también el odio a Europa y a nosotros mismos, el intento de crear una nueva cultura que sólo puede salir muerta por dentro y matadora por fuera, como ocurrió con el comunismo.

-Usted militó en él. ¿No era aquello una manera de creer?

-Las ideologías son formas de religión; una religión trivial y sin misterio que produce fanatismos.

-O sea, que no todas las religiones son iguales.
-Todas tienen un fondo común, el sentimiento del misterio, pero difieren mucho entre sí. En mi último libro, Nueva historia de España, he procurado exponer esta cuestión al establecer diferencias entre cristianismo e islam, o, dentro del cristianismo, entre catolicismo y protestantismo.

-No le duelen prendas a la hora de reconocer las raíces cristianas de Europa. En cambio, ciertos burócratas de la Unión Europea...
-Están muy ideologizados en un sentido similar al de la Revolución francesa. Y creo que de ese intento de cortar las raíces no puede salir nada bueno.

-¿Persecuciones, quizás? Por cierto, la del 36 en España ¿fue una guerra de religión?
-La Guerra Civil nació de la destrucción de la legalidad republicana por el Frente Popular, y adquirió una dimensión religiosa debido a la persecución de dicho Frente Popular contra el catolicismo.

-Tantísimos años después ¿persiste la mentalidad persecutoria?
-Desde luego, aunque ahora no pueda expresarse con la misma virulencia. Se intenta un poco lo que el islam cuando llegó a España en el siglo VIII: asfixiar a la Iglesia progresivamente, con leyes y medidas administrativas.

-Lo de que los españoles siempre vamos detrás del cura, bien con el cirio, bien con el garrote...
-Es un tópico sin mucho sentido. Siempre ha habido anticlericalismo, en parte por los abusos de muchos clérigos, pero desde el siglo XIX empezó a desarrollarse una corriente no sólo anticlerical sino anticristiana, ideológica, que veía en la religión cristiana misma un mal.

Desacreditar a la Iglesia
-Con abusos o sin abusos.

-Utilizaba los abusos reales, exagerándolos o simplemente inventándolos, para desacreditar a la Iglesia y sembrar el odio contra ella. El objetivo, ya digo, no era corregir los abusos, sino destruir a la Iglesia misma.

-La situación recuerda a la de ahora. ¿Qué tal se está defendiendo la Iglesia?
-Gran parte de la Iglesia, hoy, facilita mucho su propia disgregación desde dentro. Hay demasiados eclesiásticos progres, prosocialistas e incluso procomunistas, proseparatistas y proterroristas.

-No deja títere con cabeza.
-A la Iglesia la veo muy confusa, aunque existen tendencias alentadoras, sobre todo desde Juan Pablo II.

-Es el segundo no creyente al que se entrevista en esta sección; el otro fue Gustavo Bueno, que se definió como “ateo católico”.
-Tiene sentido: la cultura católica nos rodea e influye de mil maneras, y un ateo sigue impregnado de esa cultura.

-Para terminar, tres cuestiones: alguien le dice que reza por su conversión.
-No me opongo, claro, tampoco podría, pero me deja bastante frío.

-Segunda: muere y descubre que sí, que Dios existe. ¿Qué le diría?
-Supongo que sería Él quien me dijera algo.

-Y la última: ¿reza?
-A veces, aun sin ser creyente propiamente hablando. Soy consciente del misterio de la vida.

17 de mayo de 2010

MITO Y POLITICA


Por Nimio de Anquin

El opúsculo presente, fué escrito en una primera redacción a fines de 1955, para un Periódico de Buenos .Aires que dejó de aparecer antes de incluirlo en sus columnas, Posteriormente ha sido ampliado, pero sin modificar fundamentalmente la redacción primitiva.


La concepción política que aquí exponemos es organicista y anti-mítica. Para nosotros el Estado es una institución natural y necesaria. El individuo pertenece al Estado, en cuanto éste es el todo y aquel la parte, “porque cada parte, en cuanto tal es algo del todo y un hombre cual quiera es parte de la comunidad, y, por lo tanto, todo lo que él es pertenece a la sociedad” (quia quaelibet pars, id quod est, est totius. Quilibet autem homo est pars communitatis: et ita id quod est,est communitatis” (S. Tomás de AQUINO, Suma Theol. II-II, q. 64, a. 5). Analógicamente se puede afirmar que “siendo un miembro cualquiera parte de todo el cuerpo humano, existe para el todo como lo imperfecto para lo perfecto... todo hombre se ordena, como a su fin a la sociedad entera, de la que es parte” (cum membrum aliquod sit pars totius humani corporis, est propter totum, sicut imperfectum propter perfectum... ipse totus homo ordinatur ut ad finem ad totam communitatrem cuius est pars” (IDEM, IBID. II-IIae, a.1). "En todos los seres creados lo óptimo es el orden universal en que consiste el bien del universo; así como en las cosas humanas el bien de la Sociedad es más divino que el bien singular (“Optimum autem in omi-nibus entibus creatis est ordo universi, in quo bonum universi consistit; sicut in rebus humanis bonum gentis est divinius quam bonun unius”. (Santo Tomás DE AQUINO, Suma contra Gentiles. L. II, Cap.
XLII). Esta es la doctrina clásica del Estado heredada de los griegos, expuesta por Aristóteles en su Política y transcripta por Santo Tomás en sus comentarios.
Es la doctrina del hombre natural, occidental (pues el hombre oriental es cosa distinta), regido por el predominio necesario del Bien Común. Es decir, el Bien Común intrínseco a la sociedad política, o el que nosotros hemos llamado en nuestra ponencia al Congreso filosofía Balmes-Suárez de Barcelo-na (1948): "Bien Común del aquende”. Este fin no es un bien extrapolado, para el cual la terminología tomista reserva el nombre de Bien Común trascendente (Dios mismo como fin de los actos humanos libres), y al que nosotros apellidamos “Bien Común del allende”. La creencia de que entre ambos bie-nes hay una relación necesaria ha desorientado a ciertos comentaristas de Santo Tomás, que no aciertan a conciliar los principios que hemos trascripto, con otros como éste: “El hombre no se ordena a la co-munidad política según todo su ser y todas las cosas que le pertenecen”, (homo non ordinatur ad com-munitatem politicam secundum se totum, et secundum omnia sua” (Sto. Tomás DE AQUINO, Summa theol. I-II; q. 21, a 4, ad finem). La reducción que este concepto impone a la doctrina anteriormente citada, procede de que en este pasaje de la Suma Teológica, Santo Tomás tiene en vista el Estado cris-tiano, es decir. el Bien Común trascendente (Bien Común extrapolado o del allende). Mas, el Estado cristiano históricamente es contingente, y en realidad ya no existe más; mientras que el Estado griego, que es el Estado humano-natural es tan permanente como el hombre occidental mismo. No hay contra-dicción alguna en Santo Tomás, pues él nos ha dado las dos versiones del Estado, de acuerdo a las dos significaciones analógicas del Bien Común.
Ahora bien, muerto el Estado cristiano (el Sacro Imperio, el de una sociedad con la POTESTAS y la AUCTORITAS en una sola mano, es decir, la del Pontífice) el conflicto entre Estado y persona quedó reducido proporcionalmente, pues el Bien Común trascendente o del allende en las sociedades progresivamente descristianizadas, tiene un valor muy relativo, o nulo. A medida que el hombre occi-
1 Opúsculo editado por Ediciones Arkhe, Córdoba, en el año 1955-56.
2
dental recupera sus formas naturales y perennes de vida y se deshace de lo accidental adquirido en un largo proceso histórico, para ligar su subsistencia al Bien Común intrínseco o del aquende, reedifica sus instituciones de acuerdo a su naturaleza, Esto significa un proceso de secularización o re-secularización de la sociedad moderna, tanto mas acelerado y efectivo, cuanto se relaja en ella el vínculo que asociaba lo natural con lo cristiano o sobrenatural. Por ello, las formas políticas griegas tienden o reaparecer analógicamente, por cierto que sujetas a las nuevas circunstancias históricas. La gravitación del Bien Común trascendente depende del grado de cristianización de la sociedad, pero todo parece indicar que este grado tiende a decrecer hoy hasta cero. Desde el siglo XIII la disyunción de los dos órdenes ha sido cada vez mayor, a medida que en el hombre ha ido aumentando la conciencia de ser “hijo de la tierra”. El hombre vuelve a sí mismo como después de una sublime aventura. El propio Nietzche – a quien pertenece la expresión “hijo de la tierra” –, afirmó que el Cristianismo equivalía a una “transmu-tación de todos los valores” (UMWAELZUNG DERWERTE). Pero ahora parece que esa transmuta-ción ha concluído, y que el Cristianismo es ya inoperante: el hombre está solo y solitario, y Dios con los ángeles y los gorriones”. El hombre en su sociedad excogita nuevas formas de pensamiento de vida y de organización, y éste es el estado actual del mundo.
Si algún pensador medieval tiene vigencia en la sociedad secularizada de hoy, es Tomás de Aquino. Pero no el teólogo, sino el filósofo, si fueran separables. La idea política expresada en la sen-tencia de la SUMA TEOLOGICA I-II, q. 21, ti 4, que hemos trascripto, tendría vigencia - y realmente la tuvo – en la sociedad cristiana anterior a Bonifacio VIII, cuando el príncipe encaminaba el ejercicio de su POTESTAS hacia el Bien Común trascendente; pero ahora, cuando esa vocación no existe más formalmente en los gobernantes, quienes sólo miran al Bien Común intrínseco de un Estado radical-mente secularizado, la doctrina teológica no tiene ningún eco. Sí lo tiene, en cambio, la doctrina filosó-fica derivada directamente de la Política aristotélica, porque ella expresa la concepci6n del hombre natural, por lo cual es substancialmente verdadera, por lo menos respecto al ser humano occidental, creador de las formas políticas y culturales en que vivimos.
El sistema político que propiciamos en nuestro opúsculo procede de la concepción clásica y en cuanto tal es organicista. Su subsistencia está asegurada por la naturaleza misma del hombre occidental, que no puede cambiar porque está ligada a su ser mismo. La historia lo prueba, como prueba también su capacidad de ser sobreelevada desde su naturaleza hasta el allende del Bien Común trascendente, como lo fuera en los tiempos de Inocencio III. Mas, la íntima convivencia del hombre natural con el cristianismo, dejó en la conciencia de aquel la nostalgia y el vacío del ideal religioso, realizado alguna vez, frustrado más tarde y muerto al final en tiempo de apostasía. La Revolución Francesa que aniquiló las últimas posibilidades del Bien Común trascendente en el orden político, buscó satisfacer con algo equivalente la vocación religiosa que inculcara en el hombre de la edad media. Y para ello, en vez de Dios, puso los mitos, y en vez de la religión cristiana puso la religión mítica o de los entes de razón deificados, verdaderas fuerzas mágicas. (ZAUBERKRAFTE).
Ahora bien, la aplicación de las formas políticas a la realidad. Americana no puede hacerse "sic et simpliciter” o sea sin modificación alguna. Lo que el hombre americano tiene de hombre occidental – en sentido cultural, no topológico – es lo único que hace factible el uso de instrumental de aquellas formas clásicas. Lo que tiene de indígena o sea de propio, introducirá necesariamente modificaciones a aquello que en el Viejo Continente fué estructuralmente perfecto. La gran amenaza que se cierne sobre lo clásico es el mito, porque éste es tenebroso, monstruoso y cruel. Corresponde a la época de lo que los griegos llamaban “estúpida credulidad” (Euethíe elíthios). Nosotros estamos por las instituciones del hombre natural y contra las del hombre mítico. Estamos por la cultura contra la barbarie.
“Scimus quoniam ex Deo sumus; et mundus totus in maligno positus est” (Jn. Ep. I, 5, 19).
“Y aún frente a la analogía y a Dios, a pesar de la voz alta y saludable de las leyes de gradación que penetran tan vivamente todas las cosas en el cielo y sobre la tierra, insensatos esfuerzos han
3
sido hechos para establecer una democracia universal” (Edgard Allan Poe en “Diálogos de mo-nos y Una”.
“La Contra-Reforma terminó en la Revolución Francesa. La Revolución fue un acontecimiento capital, una «tuba», que cambió la faz de la historia; no se engañan en esto sus admiradores... Con la Revolución acabó formalmente en el mundo el Imperio Romano, que la tradición patrís-tica pone como el misterioso «katejón» de San Pablo, el «obstáculo» del Anticristo” (Leonardo Castellani “Los papeles de Benjamín Benavides”, p. 178).
Con el ánimo de orientar el sentido político de los argentinos, confundido en este momento por la mala fe, o por la ignorancia, o por la perplejidad de una situación naturalmente oscura, me permito ofrecer estas meditaciones. Mi voz debe ser clara, precisa y sintética. Pero como los principios rigen las cosas, sin excepción, primeramente hablaré en el orden de los principios (I), y luego en el histórico-concreto (II).
- I -
1.- Todo régimen político se corrompe.
En efecto, el hombre como sujeto de la historia, no ha encontrado aún un sistema político inco-rruptible. Tanto la autocracia, como la aristocracia y la democracia, están fatalmente sujetas a la co-rrupción en cuanto sistemas humanos.
2.- Creer que hay formas políticas incorruptibles es mitología.
Por la sencilla razón de que quien así piense, se sustrae a la realidad y se sitúa en el plano de los entes de razón. Quien afirme que la autocracia, la aristocracia y la democracia son seres reales, crea mitos, es decir, crea fantasmas.
3.- La trasformación de los sistemas políticos en mitos crea la superstición y el fanatismo.
Lanzado el mito, éste se transforma en ídolo y crece indefinidamente hasta alcanzar proporcio-nes teratológicas2. Inmediatamente nace la superstición, y con ésta el fanatismo.
4.- Todo estado mítico es totalitario.
Ello es evidente, porque el mito no admite un opuesto. Para sobrevivir necesita ser único. La denominación que adopta es accidental: puede llamarse autocracia, aristocracia o democracia, pero ello sólo es una denominación extrínseca. El Estado mítico es único, absoluto y exclusivo.
5.- La unicidad, la absolutidad y la exclusividad engendran el despotismo.
2 Teratología según el Diccionario de la Real Academia, proviene del gr. tžraj, -atoj, prodigio, monstruo, y –logía, y es el estudio de las anomalías y monstruosidades del organismo animal o vegetal (N:E.).

El despotismo, a su vez, ejercita la crueldad y excita los bajos sentimientos humanos. El Estado mítico totalitario en su forma autocrática inventó la cámara de gas, y en su forma democrática la guillo-tina.
6.- Las formas políticas del estado mítico son tautológicas y van de lo mismo a lo mismo.
Se puede instituir la autocracia, la aristocracia o la democracia indiferentemente, porque todas serán totalitarias. La democracia totalitaria es tan funesta como la más cerrada autocracia. Los extremos se tocan, porque la tautología es la circularidad estéril.
7.- El mito tiende naturalmente a devenir religioso.
Todo sistema político mitológico se transforma al cabo en una pseudo-religión de contenido idolátrico. Tan idolátrico es el Estado mítico autocrático como el Estado mítico democrático. Uno y otro terminan por atribuir al Hombre (Líder), carismas preternaturales, erigiéndolo en el gran hierofan-te3 de la Nación.
8.- Las formas políticas en general son instrumentales y no suplen al hombre.
No abrogan la responsabilidad, ni subrogan en ningún caso a la persona humana. El pensamien-to mítico coloca al mito por encima de la persona y libera a ésta de la responsabilidad moral y por tanto política. Y así, por ejemplo, se afirma absurdamente que basta ser democrático para ser puro, y ser au-tocrático para ser réprobo.
9.- Las formas políticas positivas en cuanto instrumentales son todas, en principio, acepta-bles.
No existe el exorcismo en política. La decisión relativamente a la vigencia de aquéllas, depende de cada situación concreta (histórica, geopolítica, económica, etc.) de la vida de la Nación. Sostener lo contrario equivale a sacrificar la Nación a los sistemas teóricos, es decir, a las formas instrumentales que, por ser tales, no son esenciales, sino accidentales, y están expuestas a corromperse, a devenir ca-ducas, o ser simplemente inconvenientes.
10.- La democracia como forma política positiva y por lo tanto admisible, es la democracia no liberal.
La forma liberal no cupo en las categorías de la filosofía y de la política clásicas. Para Platón, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino la democracia liberal fue un no-concepto, un impensable. El mundo antiguo y el medieval no la conocieron, ni la concibieron, pues está fuera de todo modelo clási-co, de todo orden y de toda armonía. La democracia liberal es creación de la Revolución Francesa,
Hierofante tiene dos acepciones según el Diccionario de la Real Academia, y viene del lat. hierophantes, y este del gr. †erof§nthj. 1. m. Sacerdote del templo de Ceres Eleusina y de otros varios de Grecia, que dirigía las ceremonias de la inicia-ción en los misterios sagrados. 2. Por ext., maestro de nociones recónditas N.E.).

aunque está presentida en Marsillo de Padua. Su forma permanente de subsistencia es el mito (Zauber-kraft), y su contorno lo monstruoso y catastrófico.
11.- El estado ordenado no puede fomentar la libertad como mito, pues terminará por ser devorado por ella.
La libertad como mito lleva fatalmente al anarquismo, o sea, al solipsismo político; es el Desor-den, pues si la libertad de cada uno debe ser absoluta, no será posible el Estado, que es uno o no es. (“Imperium nisi unum sit, esse nullum potest”), o sea, el Estado que no es uno, no puede existir). La libertad es formalmente instrumental, no tiene un fin por sí. En el orden teológico es instrumento para merecer la beatitud y para servir a Dios; en el orden moral es instrumento para practicar el bien consigo mismo y con el prójimo; en el orden político es instrumento para realizar el bien común a través del Estado. La libertad que no es instrumento para algo, es monstruo mitológico.
12.- La libertad que no es mito, es orden.
Uno de los constitutivos formales del Estado es el Orden, es decir, es la libertad condicionada al Orden o por el Orden. Sin el Orden no hay unidad, y sin unidad no hay Estado (“Unitas ordine"). La libertad política dentro del Estado no puede ser nunca absoluta, así como tampoco lo es, dentro de la ley, la libertad moral. Un mandatario (y mucho menos un militar) no puede ser un heraldo de la libertad mítica. Mejor sería que lo fuese del Orden, o de la libertad en el Orden.
13.- La política no está subalternada al derecho sino a la moral. La política no se rige por la justicia legal, como sostienen algunos, sino por accidente. La regla de oro de la política es la equidad.
"Ubi societas, ibi aequitas”. “Lo equitativo y lo justo, siendo buenos ambos, la única diferencia que hay entre ellos es que lo equitativo siendo lo justo, no es lo justo legal, sino que es una dichosa rectificación de la justicia rigurosamente legal". Tal es el dominio de la Política, y por ello, tratar de establecer un Estado legal, es decir, regido por la justicia legal, es un absurdo. El Estado humano está regido por la equidad, que es mejor que la justicia como medio asequible al hombre. La justicia es de Dios; la equidad es de los hombres; la bondad es de todos.
14.- Si la política está subalternada a la moral, el fin objetivo del estado es el bien común.
(Si estuviese subalternada al derecho, como quiere Kelsen, su fin sería la ley, pero esto es mani-fiestamente falso). La consecución del Bien Común está regulada por la equidad antes que por la justi-cia, o sea, antes que por el derecho. Por ello juzgo un error la aplicación indiscriminada del derecho en la cosa política. El delito político (si existe) no es delito de derecho, pues el “Estado no es derecho”, como se dice erróneamente. “El Estado es política”. Es urgente en estos momentos evitar la violación del principio: “summum jus summa injuria” (el abuso del derecho es la máxima injusticia).
15.- No es admisible una democracia cristiana, porque se complica al cristianismo con un sistema temporal-mundano.

El Cristianismo, en efecto, es una religión sobrenatural, mientras que la democracia (la politia) es una forma humana de gobierno, Puede sí haber accidentalmente una democracia de cristianos (por cierto que la democracia liberal, que pertenece al diablo, queda excluida de esta posibilidad), como puede haber una autocracia o una aristocracia de cristianos. Lo que no puede haber es un comunismo o una plutocracia de cristianos. Estas dos formas políticas son radicalmente anticristianas. La democracia cristiana es un supercristianismo, es decir, no es cristianismo, o es un cristianismo por denominación extrínseca, o sea, un pseudo-cristianismo. En la única democracia posible es la de la Iglesia. Después de la alocución de Pascua de 1955) del último Pontífice, la Democracia Cristiana ha perdido todo su significado desde el punto de vista católico. Ha dicho el Papa: “En cambio sería una apariencia de fe destinada a la derrota, ese vago sentimiento de cristianismo, muelle y vano, que no rebasa el umbral de la persuasión en las mentes, ni el amor en los corazones; que no está puesto como cimiento y corona-ción ni de la vida privada ni de la pública; que sólo ve en la ley cristiana una ética puramente humana de solidaridad y una disposición cualquiera para promover el trabajo, la técnica y el bienestar exterior. Los que agitan la engañosa bandera de este cristianismo vago, lejos de estar al lado de la Iglesia en la lucha gigantesca en que está empeñada para salvaguardar para el hombre del siglo presente los eternos valores del espíritu, más bien aumentan la confusión, haciéndose así cómplices de los enemigos de Cristo. Tales serian, en concreto, los cristianos que, arrastrados por el engaño o doblegados por el te-mor, diesen su cooperación a sistemas discutibles de progreso material que exigen, como contrapartida, la renuncia a los principios sobrenaturales de la fe y a los derechos naturales del hombre”. Estas pala-bras de Pío XII dichas en tan solemne circunstancia, “urbi et orbe”, son contradictorias de los princi-pios de la “ciudad fraternal” y del “humanismo generoso” (expresión masónica) que sostiene la llamada “democracia cristiana”. Naturalmente que la “democracia cristiana” puede seguir subsistiendo con el Ejército de Salvación y con los Mormones. Sin embargo, estas sectas tienen políticamente un historial menos oscuro que aquélla, pues no debe olvidarse que la “democracia cristiana” no fue indiferente a la masacre por el “resistencialismo” francés de 100.000 ciudadanos conservadores (católicos casi todos), sacrificados al Moloch Demo-Libertad, por el delito de haber amado a su patria más allá de los execra-bles mitos. La dialéctica del “humanismo generoso” parte del principio de que “no hay enemigos a la izquierda”. Para los crímenes que se cometen con los que están a la derecha, no tiene ojos.
16.- Las formas políticas son irreversibles como consecuencia necesaria de la irreversibili-dad del hecho histórico.
No se ha dado, en toda la historia de la humanidad, un sólo hecho que se haya repetido; es lo que se llama en la ciencia histórica: "Einmaligkeit". La visión retrospectiva de Ezequiel es la de un pueblo de osamentas, a las cuales sólo vivifica el espíritu de Dios; esto significa que el hombre nada puede resucitar nunca. Claro está que tampoco se pueden resucitar las instituciones fenecidas, ni las Constituciones de otras épocas. Intentar hacerlo es una actitud contra natura. Toda Constitución, como obra humana, está sujeta necesariamente a caducidad (a corrupción), y nada, ni nadie, puede instituirla en una forma eterna. Resucitar una Constitución. es una tarea tan macabra como inútil, propia de la mentalidad mitolátrica, retrógrada y anti-histórica.
17.-La suprema realidad en todo sistema político es el hombre, la persona humana de car-ne y huesos, cuya calidad y comportamiento solamente garantizan la honestidad de un go-bierno.

Esto significa que el fundamento de todo gobierno, es la moral, es decir, la moral encarnada. Sin la rigurosa subalternación de la política a la moral, no habrá garantías para nada, ni para nadie, así sea el régimen democrático o autocrático. En cambio, el mantenimiento de aquella subalternación, hace posible cualquier régimen político positivo, preservado así de la amenaza pestífera del mito.
18.- El Nacionalismo es la concepción política que propicia el encaminamiento de la nación a la consecución del bien común por el orden y la unidad, religados en autoridad.
Siendo uno el Bien Común, la finalidad perseguida por la Nación debe ser una. Y si es una la finalidad, deben ser adecuados a ella los medios. El Nacionalismo considera al hombre como una uni-dad no escindible de individuo y persona: por ello no es ni individualista, ni personalista, sino plena-mente humano, en cuanto ve en el hombre político no sólo un sujeto temporal sino también espiritual, comprometido en cuanto tal, en todos sus actos de ciudadano. El sentido de unidad y de orden del Na-cionalismo lo opone a todo internacionalismo político y a todo cosmopolitismo, pues uno y otro son factores disolventes de la Nación. Su culto de la autoridad lo opone al liberalismo, que también es fac-tor de disolución por la anarquía. Su concepción del Bien Común lo opone a toda mitolatría.
19.- Los actos humanos se especifican por los fines: como es el fin son los actos. Los fines informan los medios, aunque de inmediato no los justifican.
Más si el fin es bueno, los medios serán inmediatamente buenos y no pueden ser absolutamente malos (relativamente sí pueden serlo). Un sistema político como el Nacionalismo que pone el Bien Común como fin, no puede ser absolutamente malo y no puede ser condenado por ser nacionalismo. Si pusiese corno fin la absorción de la persona por el Estado sería malo y condenable, pero entonces no sería Nacionalismo sino totalitarismo. Para el Nacionalismo "el Estado es la sociedad natural, revestido de la autoridad suprema dentro de unos límites dados, encargada de realizar el Bien Común de sus miembros". En cambio, será totalitarismo, y de ferocidad omnívora, el sistema político que, como la democracia liberal, proponga y practique la inmolación de la persona humana al mito.
II
1.- La historia de nuestro país no se compromete con ninguna forma política determinada.
En Argentina ha habido autocracia, aristocracia (En realidad, oligarquía) y democracia, y en cada circunstancia se ha gobernado con resultados positivos y negativos. La historia argentina no es la histo-ria de la traición y del deshonor; no es la historia de Caínes y Abeles, de demonios y de santos, de jus-tos y réprobos, sino la historia de una Nación cuyos hijos pueden haber luchado entre sí como adversa-rios, pero nunca como enemigos. La mentalidad mitolátrica transforma al adversario en enemigo ex-tranjero (“hostis"), es decir, que transforma al país en campo de batalla, en escenario de una guerra fratricida y de exterminio, a igual que la mentalidad primitiva. En el orden de un mismo Estado y de una sola nación y hablando políticamente, tiene vigencia de mandamiento el "diligite inimicos vestros", que traducimos como "amad a vuestros enemigos" (en este caso: "enemigos" significa por lo menos "adversarios”). El adversario político, el antagonista que disputa en el "Agon", no es un enemigo ex-tranjero ", no es un " hostis ", aunque sí puede ser un "inimicus”, y a éste se lo debe amar. En el orden

religioso este problema no existe. La tendencia apocalíptica a dividir a los argentinos en réprobos y justos, es propia de la mentalidad mitolátrica.
2.-La adopción de una forma de gobierno obedece a circunstancias de hecho, en primer lugar históricas.
El que Argentina sea república, no es el resultado de un designio providencial, ni de la inspiración de un predestinado, ni de una teofanía a "nuestros gigantes padres", ni del azar, sino de hechos que de-terminaron la adopción de esa forma de gobierno. Pero los hechos históricos son únicos e irreversibles, y el destino político de una nación cualquiera no puede ligarse indefinidamente a una circunstancia histórica perimida. Sólo a mentalidad mitolátrica cree en la eternidad de las formas políticas. El hombre inteligente y libre, que no está ofuscado por la religión mitológica idolátrica, y que no es fanático, ad-mite, porque debe admitir, la posibilidad de abandonar un sistema puramente instrumental, por otro de mayor conveniencia para la nación. Es anacrónico y ridículo pensar, por ejemplo, que una Constitución nacida en los años del miriñaque, de la carreta, de la vela de sebo y del trabuco, pueda servir como in-tangible instrumento legislativo en la época del "nylon", del avión supersónico, del átomo fisionado y de la bomba de hidrógeno. El más eminente de los juristas europeos y acaso del mundo contemporáneo, ha declarado: "Hoy, el orden actual centroeuropeo del Derecho Público, desaparece; y con él se hunde el antiguo Nomos de la tierra" (Carl Schmidt: "Der Nomos der Erde", Köln, 1950).
3.- Las circunstancias geopolíticas y económicas de Argentina han variado fundamentalmen-te.
Geopolíticamente, todos los países del mundo han sufrido transformaciones fundamentales. El actor principal ha sido la última guerra, que ha modificado los continentes. Al desaparecer la hegemonía in-glesa como consecuencia, entre otras causas, del agotamiento del carbón que alimentaba las calderas de los acorazados de la enorme flota del imperio victoriano, sumado a la carencia de petróleo, aquél ha comenzado a resquebrajarse a tal punto, que su subsistencia apenas podrá llegar a fines del presente siglo. Sólo algún cipayo trasnochado puede pensar aún que sea factible el sueño de Julio Roca (h.), de que Argentina llegue a ser colonia británica: Inglaterra es una gran potencia agonizante. El cetro de la hegemonía mundial, por lo menos en relación a América, ha pasado a U.S.A., que lo detenta con manos muy firmes. Con ello adquiere vigencia plena la doctrina Monroe, y se desvanece el ensueño romántico de la doctrina argentina de "América para la humanidad", que debía sonar muy agradablemente a los oídos de los socarrones estadistas ingleses. La "monroización" de América es ya un hecho consumado, y su órgano técnico es la O.E.A., a la que nuestro país se incorporó el último. Nos obliga más a pensar primordialmente en América, el que Europa sólo aparezca como el "futuro campo de batalla" de la gue-rra inevitable. La supertécnica, además, ha contraído el espacio en forma casi milagrosa, de modo que la unidad espacial de América es una realidad decisiva: por el monroísmo es políticamente una, y por la técnica espacialmente una. La unidad de América no sajona ya no es por la hispanidad o por la latini-dad, sino por el monroísmo. La unidad geopolítica de América está lograda y su fórmula podría ser: "tres en una” o sea "las tres Américas en Norteamérica". Lo que no está logrado es la unidad espiritual, porque la América sudcéntrica es cristianocatólica, mientras que la del Norte es protestante-calvinista; el cristianismo no es un denominador común de las tres Américas. La unidad fundamentalmente re-ligiosa de las Américas no se logrará nunca, porque si Norteamérica fuese cristiana perdería su fuerza material, pues cristianismo y poder material son contradictorios. El cristianismo es una religión de po-bres y humildes, que ponen su fe y esperanza no en poderes intramundanos, sino en un Dios trascen-dente que es “agape". Todo estado rico y poderoso no puede ser cristiano ("Vae vobis divitibus", ¡ay! 9
de vosotros los ricos, dice Lucas. 6, 24). No hay más cristianismo que el de las bienaventuranzas, y por ello digo que el cristianismo es una religión de pobres y humildes. El catolicismo yanqui es un cristia-nismo de ricos y poderosos, sostenido por poderes intramundanos; es una religión opípara y tecnifica-da, y por ello no me parece muy conciliable con el cristianismo. La idea comtiana de un catolicismo sin cristianismo no es viable, aunque el catolicismo sea la forma de cristianismo que acepta más temporali-dad y por ello sea más militante. La tradición espiritual de América sudcéntrica la liga con Europa cató-lica, y por eso aquélla nunca podrá desarrollar una "voluntad de poder" que la erija en superpotencia, rival de Norteamérica, salvo que cambiase de religión, lo cual no es posible. Pero en la mayoría de las naciones americanas sudcéntricas, el catolicismo está aún en la etapa misional o sea que, aunque poten-cialmente exista, su fuerza efectiva es nula o muy relativa. Argentina es una excepción, hasta cierto punto, porque en nuestro país el catolicismo ha salido de la etapa misional, o por lo menos, así lo cree-mos. La actualización del catolicismo, o sea, su aparición como entelequia realmente operante en cuan-to fuerza espiritual efectiva, depende del acendramiento de su cristianismo. La mayor actualización del catolicismo equivaldrá a un alejamiento mayor del espíritu protestante-calvinista, y consecutivamente a una mayor posibilidad de independencia política. Todo lo contrario se deduce del laicismo, que ofrece al imperialismo una conciencia desolada (la conciencia desdichada pasiva), propicia a la conquista por la sumisión espiritual. Cualesquiera sean los defectos del catolicismo argentino, nos preserva de una total absorción norteamericana y deja la posibilidad de una comunicación vital con Europa, pues en Europa está el catolicismo; y además, de un mantenimiento de la conciencia de soberanía política, pre-cioso tesoro que no debemos permitir que sucumba. El catolicismo aparece como regulativo, pues por
un lado niega cristianamente el culto de la voluntad de poder, es decir, anonada todo sueño imperialista (por eso en el nuevo derecho público, es una exigencia el "Silete Theologi in munere alieno" de Alberi-cus Gentili), y por otro lado estimula y vigoriza la conciencia de soberanía, en cuanto en nuestro caso se opone a la irrupción del calvinismo del norte. Ante el hecho de la unificación geopolítica y económi-ca bajo el implacable puño yanqui, aún queda a nuestro país la posibilidad de mantener su independen-cia espiritual y la voluntad de su soberanía política, que fué siempre su característico sello y el perfil de su personalidad internacional. Por eso afirmamos el cambio fundamental para nuestro país de las cir-cunstancias geopolíticas y económicas, pues ya en el período de 1914-1918 comenzó a variar el hori-zonte internacional, y después de la guerra de 1939 - 1945 se han producido hechos tales, que el mundo revela haber entrado en una nueva época de su historia.
4.- Argentina tiene destino capital en América, que sólo podrá realizar proporcionalmente a su potencia espiritual y material.
América sudcéntrica o Sudcentroamérica es la contraparte de Norteamérica, porque ésta es la Prosperity ("das Gedeihen") y aquélla es el Estancamiento ("die Stagnation, die Stagnierung"). Nor-teamérica debe, por tanto, incrementar a los países débiles o de economía atrasada, es decir, a toda Sudcentroamériea, pero los incrementa dominándolos por el incontrastable poder de la economía y de la supertécnica; esto es lógico, pues no se trata del ejercicio de una paternidad sino del Dominio, y el Dominio es fuerza e interés temporales. La prosperidad empuja al estancamiento, el cual no se convier-te a su vez en prosperidad sino en Explotación. La explotación lleva un signo de ominosidad y de ig-nominia, que la transforma en conciencia desdichada pasiva, de la cual tampoco hay que esperar pros-peridad (porque la explotación es la prosperidad frustrada), sino el dolor de la impotencia (impotencia de vencer al Dominio). La Impotencia puede llegar a la Resignación, la que significa el anonadamiento de la conciencia desdichada; o a la Desesperación, por donde se llega a la Revolución. La Resignación y la Revolución son los signos negativos de la América estancada y explotada. Pero la Revolución sud-centroaméricana no es contra el Dominio, que es el motor de todo, incontrastable y temido, sino contra la propia y dolorosa desdicha (guerra civil) ; no es una revolución hacia afuera, sino dentro de sí misma (no puede ser hacia afuera porque el Dominio la controla y la dirige). Por ello toda revolución sudcen-troaméricana resulta contra la propia revolución y a favor del Dominio, cualquiera sea el desenlace. Y así la resignación equivale a anonadamiento, y la revolución significa autodestrucción; el Dominio es siempre el que triunfa y con él la Prosperidad que ya es Explotación, con el signo de la ominosidad y de la ignominia. Es la dialéctica del señor y del siervo, pero en que éste o es esclavo envilecido que está anonadado, o aparece entregado a la autodestrucción en el círculo fatal de su impotencia desesperada. Para detener el curso hasta ahora inexorable de esta dialéctica, habrá que evitar el anonadamiento pro-pio de la impotencia y eliminar el sentido destructor de la revolución, en cuanto se anula a sí misma. Si se lograse actualizar el catolicismo en los países mediatizados al Dominio, se lograría también re-crear su conciencia anonadada y con ello, su personalidad. Lo que puede la conciencia católica viva, se vio ya en el fugaz gobierno de García Moreno en el Ecuador. Pero ello no basta, porque la energía que des-pliega la conciencia católica (de la América, católica de Rubén Darío), ha de completarse con el nuevo
sentido que debe imprimirse a la revolución, que en vez de dirigirse contra sí misma, en un proceso de
autodestrucción, debe apuntar al Dominio, que es su enemigo. Si esto se lograse, el Estancamiento se transformaría en Resistencia (conciencia desdichada activa). La resistencia ha de ser necesariamente revolucionaria, pero hacia afuera, no hacia adentro; debe dejar de ser "guerra civil" y transformarse en "guerra hostil” (de hostis, enemigo extranjero). Pero esta guerra no puede ser material, porque por aho-ra el Dominio es invencible, sino espiritual, y con ello bastará para vigorizar la conciencia desdichada activa. Todo lo que tienda a debilitar la conciencia desdichada activa debe ser eliminado, porque será un aliado de la explotación. El primer factor que debe ser eliminado es la Democracia que es "factor de crisis”, y por tanto de mediatización al Dominio. Argentina, que aún no está mediatizada, pero que ha entrado en la etapa de la revolución auto-destructora por donde puede llegar al anonadamiento de la impotencia, tiene aún tiempo para reaccionar. Por las reservas que aún lo quedan, puede evitar el caer en la dialéctica cerrada del señor y del siervo y tratar de desarrollar la conciencia desdichada activa, para lograr algún día no sólo para sí, sino para toda Sudcentroamérica, la conciencia dichosa.
5.- La polarización de los pueblos del mundo ha impuesto hoy, como jamás se vio en la his-toria universal, el principio de totalidad de dominio.
Quien no lo admite será porque vive en las nubes. No se conciben más que dos bloques de pue-blos y dos bloques de ideas. La ausencia de una mediedad y la porfiada resistencia a admitirla, incre-menta la conciencia bélica. Ambos bloques son dominantes, totalitarios y no cristianos: tal es su triple denominador común. Sobre toda la política mundial actual gravita en forma agobiadora esta trinidad ineludible y atroz. El principio de derecho público "par in parem non habet iurisdictionem", no existe ya más. La polarización en dos superpotencias o dos superdominios es una comprobación objetiva y no necesariamente un juicio de valor. Que el mundo actual tienda por virtud de la técnica a ser un Univer-so dominado por un amo no significa que no deba ser un Pluriverso. Que pueda serlo entra en el domi-nio de la profecía. Si la guerra futura ha de tener una decisión, debe pensarse mucho que al "vae victis" practicado ahora sin piedad, se suma el "vae neutris" que en realidad significa la muerte de la neutrali-dad, pues, como hemos dicho, la bipolarización del Dominio no acepta una mediedad. De caber esta sería posible una solución no radical. Pero si no cabe, no veo cómo será posible esta solución.
6.- Creer que la democracia liberal juega algún papel positivo en la historia universal, es ingenuidad, o ignorancia, o mala fe.
Objetivamente, la democracia de hoy es una forma de dominación de los Estados omnívoros, fomentada sistemáticamente en los Estados mediatizados. Los casos mas ejemplares son las dos Alemanias e Italia. España se libró de ser mediatizada gracias a la Revolución Nacional que le restituyó la libertad soberana y aventó la democracia. El día que España sea democratizada será el día de su aniqui-lamiento: se dispersará como polvo, y se habrá cumplido el deseo satánico de Cromwell que en 1656 declaraba al español "el enemigo natural, el enemigo providencial" ("the natural enemy, the providen-tial enemy”) y exhortaba a sus súbditos a no darle tregua hasta destruirlo. En América sudcéntrica, la democracia es el opio con que se embota su conciencia para mediatizarla.
7.- Formalmente la democracia es un producto y también un factor de “crisis”, no un fac-tor de creación (la “piqueta demoledora” de Yrigoyen).
La democracia liberal actual es un producto de descomposición del mundo pre-burgués. El mo-mento del advenimiento de la democracia liberal es el año 1789, es decir, el de la Revolución Francesa, que luego se proyecto como factor de "crisis" en el mundo occidental. La "crisis democrática del mun-do" no creó nada, pero sí destruyó las instituciones arcaicas medievales que no tenían ya porqué subsis-tir. Pero cuando la democracia en cuanto tal quiso crear, no pudo hacerlo por si misma y se transformó en el imperio napoleónico, el cual sí fue creador al cien por ciento. Más, sólo duró un suspiro, pues su origen era espurio, por haber nacido de la democracia en cuyo nombre Napoleón se ciñó la corona. Se podría argüir que U.S.A. es una creación de la democracia, pero ese sería un argumento para niños. En primer lugar, los emigrantes del "Mayflower" se expatriaron no por un ideal democrático, sino por una decisión religiosa, es decir, que no buscaban en América la libertad política sino por accidente, en cuanto sirviera al ejercicio de su libertad religiosa. U.S.A. nació por un acto de confesionalidad protes-tante, no por una decisión política en sentido estricto. Su segregación de Inglaterra tuvo por motivo simbólico una cuestión sobre pago de impuestos. En el inicio, de U. S.A. están como raíces el calvi-nismo y la economía, no la política. La democracia no ha creado nada grande en el orden político. Toda la historia universal en cuanto construcción y grandeza es obra de los imperios. La democracia no forti-fica sino debilita la voluntad y relaja la energía creadora. Debido principalmente al opio democrático, todas las naciones sudcentroamericanas se hallan hoy políticamente en estado larval y no llegan a cons-tituirse con instituciones permanentes. La democracia es la pesadilla de la conciencia desdichada pasi-va, o sea la conciencia anonadada bajo la sombra siniestra del Dominio.
8.- Norteamérica es no una democracia sino una plutocracia; es un imperio de ricos (“Prosperity”).
Estados Unidos de Norteamérica es el Dominio, es la superautoridad con su lema leviatánico: “Auctoritas facit legem”, el Dominio hace la ley. El Dominio excluya definitoriamente al Parlamenta-rismo, que es la institución de la que Donoso Cortés llamó: “la clase discutidora". La discusión no el raciocinio, ni la convicción, ni la persuasión, ni la decisión, ni la lógica; sino la dialéctica desenfrenada, la duda, la disuasión, la sofística, la erística y la confusión: es la CRISIS. Por ello, la expresión genuina de la democracia es el Parlamentarismo: ambos significan “crisis", y por ello también el Dominio ex-cluye al parlamentarismo, el cual sólo subsiste a su lado como una ficción, como una hipótesis de tra-bajo o como un estorbo gravoso. ¿Hay algo más chato, anónimo y convencional que el congreso nor-teamericano? Las formas democráticas de EE.UU. son puramente instrumentales, no son esenciales, y sirven como tales a la realidad plutocrática fundamental. EE.UU. es hoy uno de los grandes imperios de la tierra, (para Sudcentroamérica es el Dominio a secas),porque es plutocracia, no porque sea democra-cia. El presentimiento de Toqueville de que EE.UU. "no quitase al despotismo su odioso aspecto y su vil carácter", se ha cumplido.

9.- El comunismo, que en cuanto hegelianismo es racional, en cuanto a marxismo es me-siánico y en cuanto eslavo es salvífico, resulta una religión (negativa) del aquende. La plu-tocracia no es ni racional ni mesiánica, ni salvífica. Del dominio no resulta una religión si-no un comportamiento (“behaviour”) respecto al aquende y su signo espiritual es también negativo.
Entre estos dos extremos satánicos Sudcentroamérica debe jugar su destino a la par del Occi-dente europeo, pues ya no resta otro bloque cristiano en el mundo. Para Sudcentroamérica, el "monro-ísmo" y la supertécnica en lo relativo a la geopolítica y a la economía, han sido fatales. Repetimos que la unidad espacial y política de las Américas es ya un hecho: no hay más poder en ellas que el del Do-minio. Pero se puede y se debe salvar el Espíritu, vigorizando la conciencia desdichada. A la arreligión de la Plutocracia, y a la religión negativa, del aquende, del Comunismo, los pueblos de Sudcentroamé-rica no tienen otra religión eficaz que oponerles que el Cristianismo, que es mesiánico, salvífico, no irracional, y del allende. Luego el Cristianismo es un Imperativo de Occidente, en cualquier caso. Y por ello la enseñanza de la religión en las escuelas de Occidente debe ser necesariamente cristiana. Pero, la forma más enérgica y operativa, por su mayor humanidad y temporalidad, es la católica; el cristianismo ortodoxo, en efecto, es deshumanizante e intemporal, y el protestantismo es solipsista. Por ello, desde el punto de vista exclusivamente temporal-político, yo no puedo ser partidario de la libertad de ense-ñanza. Para Occidente, la escuela cristiana es un imperativo inexcusable, de vida ; y para nuestro país la escuela cristiano- católica. Entiéndase bien que afirmo la necesidad de la enseñanza cristiano-católica, no porque ésta sea más verdadera, sino porque es la más conveniente, eficaz y útil. En cuanto a su ver-dad intrínseca, dictamine quien deba. Naturalmente, como católico reconozco que su verdad es la Ver-dad, pero esto es otro asunto que aquí no toco para nada.
10.- La tierra es la madre del hombre. El hombre es terrícola, no es hijo ni del mar ni del aire. Nace en la tierra, fija en esta su morada, forma allí su familia y se confunde con ella en la muerte.
Por ello el Estado, que es obra del hombre, tiene su fundamento en la tierra, no en el mar, ni en el aire; el Estado es terráneo y su corazón es decir, el punto vital de su ser, es mediterráneo. Todos los grandes Estados continentales tienen su corazón (es decir, su capital) en su centro, o por lo menos en su interior: Estados Unidos de América, Rusia, España, Italia, Alemania, Francia, China. Uno de los pro-blemas, principales de Argentina es la descapitalizacion de Buenos Aires, que geopolíticamente, por ser puerto, no es ni puede ser nunca la capital del país, sino un lugar de acceso y un lugar de expedición, no un asiento de vida auténtica y profunda. Buenos Aires, como puerto, es lugar de transición (tiene mu-cho de campamento) y de horizonte acuoso e incierto. Sus frutos más seguros son el interés fenicio la sensualidad sardanapálica, la necedad y el metequismo.
11.- A pesar de la opresión del dominio, trasformado en “Zeus Pantocrator” (en el Dios omnipotente dueño de los elementos), es deber ineludible de todo ciudadano argentino y más aún de todo gobierno, mantener aunque sea moralmente, si más no se pudiere, la per-sonalidad del Estado Argentino como entidad soberana del derecho público.
Y será reo de traición a la Patria quien proponga o instituya un régimen político que signifique la mediatización del Estado argentino, o que establezca la posibilidad de que caiga bajo el imperio de cualesquiera de los extremos en que se polariza el Dominio. Pero el Estado argentino no puede ser democrático-liberal, pues si se intentara investirlo de esta forma de gobierno, sería fatalmente “un gobier-no de crisis” y mediatizable: caería inmediatamente en el proceso de la revolución auto destructora. Argentina debe ser republicana, pero el republicanismo no debe ser entendido como un pluralismo li-bre, sino como un uniplurismo, es decir, como una totalidad ejecutiva que permita la convivencia de las partes en el servicio del Bien Común, fin objetivo le la Política.
(1955 - 56)

Enviado por Marcelo Karlen (Red Patriótica Cordoba)

6 de mayo de 2010

GENTILE, FILOSOFO DEL FASCISMO


Hace hoy diez años justos, el 15 de abril de 1944, fue asesinado en Florencia por los llamados “partigiani” el excelso filósofo italiano Giovanni Gentile.

Santo Tomás decía que la vocación d doctor era parecida a la vocación de mártir. ¡Tenía que haber vivido en nuestros tiempos Santo Tomás!
Pasado el calor de las humanas disputas , y mirado desde lejos, la estampa que ese suceso hace en nosotros, argentinos, podría resumirse así:
He aquí a un hombre que se propuso a los 22 años, en carta a Donato Jaja, año 1897, llegar a la cumbre del saber humano sin perdonar trabajos ni sacrificios; que inició su carrera, después de haber sido laureado con todos los honores, en el humilde trabajo de profesor de liceo; que conquistó su cátedra universitaria por medio de cursos libres que revelaron un joven pensamiento dotado de una cultura asombrosa; que antes de disponer de recursos o ayudas oficiales funda con Benedetto Croce la revista filosófica CRÍTICA; que sin hacer política activa-cosa no conciliable con una vida de estudio intenso- se adhiere al gobierno legítimo de su país simplemente para hacer obra de creación y defensa cultural; que en 20 meses de ministro de Instrucción Pública lleva a cabo una reforma de la enseñanza fundamental y solidísima que aún perdura, dotándola de una Ley Orgánica justa, equilibrada y adelantadísima; que desciende tranquilamente de su alto puesto para volver al estudio y a la enseñanza; que ocupa sucesivamente los más altos honores sin cejar un solo instante de su vocación intelectual y especulativa; que se identifica invariablemente con todos los grandes problemas de su patria; q ue escribe sobre ella libros que no morirán; que crea, promueve y dirige la grandiosa ENCICLOPEDIA ITALIANA, modelo de competencia e imparcialidad; que unido a la Editorial Sansón de Florencia dota a su patria de una serie de colecciones de alto valor pedagógico y científico, como los “Textos de autores latinos y griegos”; que soporta los más injustos insultos y las ingratitudes más crueles sin polemizar ni vengarse, y que finalmente a los 69 años de edad es muerto a los tiros y a traición en su misma casa.
Bien vengas, Muerte, cualquiera que seas, si vinieses detrás de tamaña vida.
No nos apresuremos a condenar a la nación donde esto ha pasado, no sea que la escupida al aire nos caiga en la cabeza: Italia no mató a Gentile, Italia formó a Gentile; lo mataron los “liberadores” de Italia, los cuales liberaron a Italia de un septuagenario cubierto de la gloria y la estima del mundo entero, y de su última obra, el resumen de su sistema filosófico, el “actualismo”, que estaba escribiendo.¿Por qué?
La muerte de Gentile nos deja una impresión más atroz si cabe que la misma muerte de Mussolini:El furor de la pasión política desatada puede explicar ésta; aquélla es inexplicable.
Las tres obras más importantes de Gentile son:la “Reforma de la Enseñanza”, la “Enciclopedia Italian” y su sistema filosófico de tan gran profundidad y modernidad. Digamos algo sobre cada una.
Estábamos estudiando en Roma cuando los Tratados Lateranenses extendieron la “Reforma Gentile”, que desde 1922 vigía en la Escuela Primaria, a los colegios secundarios en 1929; y los ecos de la discusión un poco mezquina que siguió, penetrando a través de los severos muros de la Gregoriana, me movieron a escribir tres artículos para la revista “CRITERIO”, de los cuales hoy día quisiera desdecirme un poco en lo accidental, dejando lo más firme, lo principal en ellos.
Gentile introdujo en Italia la enseñanza de la religión en las escuelas, el estudio intenso de las humanidades clásicas y la equiparación de las escuelas privadas con las oficiales. Seguimos creyendo que estas tres cosas son buenas, pero no creemos que sean panaceas universales, ni tampoco cosas divinas e incorruptibles. Tampoco son cosas que se puedan trasladar a copiar de un golpe de una nación a otra, como pensábamos entonces ingenuamente.
Gentile las instauró en Italia, donde tenían profundas raíces, y allí han durado hasta ahora más de 30 años.
Nos equivocamos al temer que “no durarían”. Escribimos en 1931”…se han ahorrado así muchos exámenes y fatiga inútil de profesores y alumnos y se ha conseguido una equidad y libertad de orden inferior, pero bastante segura…
“¿Segura?” Quiero que no tan contingente, no quiero profetizar que será duradera…Como todas las cosas humanas. Porque se rumorea la inminencia de una ley dictatorial, semejante ala del 15 de marzo de 1923 que monopolizó toda la “gimnasia” en la ENEF( Ente Nazionale Educazione Física), de un modo exagerado, que haría lo mismo con todo lo demás, y daría por terminado el experimento de libertad de enseñanza.
Indiqué antes que el fin de Gentile al desatar las manos del Colegio privado era hacer prueba experimental de que ‘la Universidad oficial es profesional, moral e intelectualmente la única útil a la Nación’.Probar las fuerzas de las dos y hacer ver la inferioridad de la Escuela Privada,; ayudarse después de ella. De enemiga que hacían los liberales, hacerla sierva…Ahora bien, es evidente que con esa intención in mente no está bien dejarla que se levante, pero no es seguro dejarla que se afiance…a fin de poder propinarle el knock-out técnico, etcétera.”
Estas líneas, eco de los temores de las revistas y diarios clericales, afortunadamente no se verificaron.
Presumimos que Gentile no hizo lo que hizo para ganarse la gratitud de los clericales; y en eso hizo bien, lo mismo que Papini al escribir sus grandes libros católicos, STORIA DI CRISTO, SANT’ AGOSTINO, DANTE VIVO, GOG…EL OBSSERVATORE ROMANO, que colmó de elogios a esos libros en su tiempo, escribe ahora que “Papinin ha aprendido nada en sus treinta años de católico”, y lo cual, de ser cierto y no mezquino y contradictorio, realmente no honraría mucho al catolicismo…ni al poco observador OBSSERVATORE ROMANO.
La ENCICLOPEDIA ITALIANA es para nosotros, la mejor realización que s eha llevado a cabo en ese género de obras monumentales, a pesar de la rapidez asombrosa con que fue llevada a cabo. Gentile propuso e hizo aceptar al conde Juan Treccani la idea de esa obra, y la dirigió desde 1925 hasta 1944.
El “actualismo” de Gentile es un sistema filosófico idealista, de pura cepa italiana, contenido en su ROSMINI E GIBERTI(1897), STORIA DELLA FILOSOFIA ITALIANA DAL GENOVESI AL GALLUPPI(1903), LA REFORMA DELLA DIALECTICA HEGELIANA(1913) y , en general, en todas sus obras, tan variadas y tan ceñidas a la realidad concreta. Dejando a los PP. Pita y Quiles la refutación de sus “errores”, nos limitaremos a hacer dos observaciones positivas.
Gentile era idealista, pero no es un mero repetidor de Hegel ni mucho menos.
Sus raíces están en Rosmini, al cual consagró su tesis de laurea en 1896. Gentile rechaza la intuición del ser rosminiano como algo inútil, y aproxima al roveretano a Kant; rechaza también la crítica de Hegel a Kant y la dialéctica de las formas distintas del espíritu, que, según él, divide artificialmente la actividad unitaria del espíritu, que él contempla realizada en el “acto”, fusión de la actividad teorética y la actividad práctica. En suma, volviendo atrás hacia Kant, intenta una nueva continuacón o superación del kantismo, como han hecho tantos otros filósofos, incluso católicos, como Marechal, Blondel y Prziwara.
“Una vida teorética distinta de la vida práctica no sería más que una vana contemplación o reflexión abstracta, mientras la vera esencia del pensar es la de una actividad que funde en uno la contemplación y la acción, donde la realidad se refleja y se hace consciente en el acto que la produce”.
Este aforismo de Gentile se encarnó en su vida, magno esfuerzo por penetrar la acción de inteligencia; y por penetrar de filosofías las disciplinas prácticas, como de Historia, la Ética, la Estética, la Pedagogía, el Derecho y la Política.
Así como no fue hegeliano, tampoco fue panteísta ni ateo, como le fue achacado. Prueba de ello sus DISCORSI DI RELIGIONE(1923) donde a vueltas de los golpes a iestra y siniestra con sus adversarios clericales y masones, el filósofo afirma altamente su fe en Dios y en Cristo; de lo cual son también prueba las páginas luminosas que escribía acerca de la inmortalidad del alma el día de su muerte, como parte de su libro inconcluso LA SOCIETA TRASCENDENTALE, LA MORTE E L’INMORTALITA.
Su famosa proposición de que “la filosofía es el momento sintético superior por encima del arte, que pura subjetividad, y la religión que es pura objetividad” , que fue tan sgridata en Italia, puede ser entendida en sentido ortodoxo; tanto que su discípulo el profesor Pantaleo Carabellese pretende en su ensayo CATTOLICITA DELL’ ATUALISMO, que el pensamiento de Gentile es católico en el fondo; la discusión de lo cual no es de este lugar.
Los herederos del filósofo siciliano han puesto a disposición de los estudiosos italianos su espléndida biblioteca de 20.000 volúmenes y 40.000 opúsculos, conforme a su última voluntad; y han fundado a sus costas una institución , la Fundación Gentile, encargada del cuidado y aumento de ese magno instrumento cultural, para bien de todos los italianos, incluso los hijos de los “liberadores”.
LEONARDO CASTELLANI
DINÁMICA SOCIAL, nª 44, Buenos Aires, abril de1954.
dascismorevolucionario.blogspot.com