1 de octubre de 2008

LA VERDADERA REVOLUCION CULTURAL

El universo se ha achicado por la comunicación masiva, la conquista del espacio, la energía nuclear, la cibernética etc. Asistimos a una revolución tecnológica que incide en lo social y en lo cultural, esto es sostenido mediante prácticas publicitarias de penetración, mostrando a nuestra cultura nacional como inferior y primitiva frente a la de los postmodernizadores, a la vez que constituye un negocio rentable: patentes, marcas, modas. El fin es manipular la cultura, generando la autodestrucción de nuestra identidad, basándose en una preeminencia de lo económico y lo fugaz sobre lo espiritual y permanente.
No entran en estos parámetros de mercado e industria cultural ni la historia del pueblo a someter ni su espiritualidad, su religión, sus mitos, sus leyendas, su idioma. En ningún momento ponen al hombre como sujeto determinante, lo que mandan son las inversiones y su rentabilidad y los diversos medios para lavar cerebros y anestesiar, para permitir dicha rentabilidad Poco importa lo que realmente vale fuera de lo económico, por ejemplo en nuestra historia (invasiones inglesas, resistencia al imperio portugués, Vuelta de Obligado, Malvinas)
Las fuerzas cientificistas tecnocrático-utilitaristas no tienen argumento para explicar el fenómeno nacional -ni falta que hace- solamente hay que sentirlo, para luego entenderlo desde una toma de conciencia netamente argentina
Por ser las clases intelectuales apéndice de sustentación de estas prácticas imperialistas, sólo la adaptación de esta intelectualidad vernácula o su suplantación por otra, es plena garantía de liberación nacional, para ello es también preciso, e insistimos en esto, el rescate del pensamiento popular, porque con la liberación meramente económica se corre el riesgo de romper cadenas con un sector trasnacional para caer en otro.- Tanto el economicismo capitalista liberal como la asimilación de concepciones del marxismo cultural llamado progresismo conspira conciente o inconscientemente contra ese horizonte cultural auténticamente argentino que venimos mencionando. Por ello la necesidad de una intelectualidad nacional como sustento de la argentina patriótica.

Gramci al revés

Para esto nos será de gran utilidad el pensamiento gramsciano expresado en su “Quaderni del carcere”, estrategia utilizada hoy por la globalización y sus factores de poder para romper las pautas culturales de cada pueblo.
Gramsci hace una clara diferenciación entre sociedad civil y sociedad política, sosteniendo que la toma del poder político no será nunca factible sin la toma previa del PODER CULTURAL, sin establecer una guerra de posiciones para conquistar las últimas trincheras y la última fortificación que es el estado; en 1902 Lenin, en el “Qué hacer” manifiesta la necesidad de demostrar que la única forma de ataque no es la violencia o el ataque frontal, Gramsci traslada a Europa central las tácticas de infiltración de Lenin en la sociedad civil para su dominio, pasando por un aspecto clave: la educación, la fuerza es necesaria para el dominio de una clase, dice Gramsci, pero no es suficiente, pues se requiere sobre todo HEGEMONIA y CONSENTIMIENTO.
Los intelectuales resultan fundamentales para hacer posible la hegemonía del poder cultural, el objetivo es: construir un bloque intelectual y moral que haga políticamente posible el progreso intelectual de las masas, no sólo de grupos reducidos de intelectuales, sino aprovechando toda resquebrajadura del poder y utilizando todos los aliados posibles, por inseguros y provisionales que sean, el intelectual, continúa Gramsci, debe provocar la destrucción acelerada de los valores clásicos, bien sea la religión, patria, familia, y gestar una convicción popular de ridículo, no de odio sino de RIDICULO hacia esos valores, y para ello se acelerará la valoración de los diferentes aspectos de signo contrario en el folklore, teatro, periodismo, etc. Siempre será más eficaz todo lo que no lleva en sí una connotación política clara, con la infiltración en todos los medios del poder cultural, silenciando la voz de los opositores no por la fuerza sino por el desconocimiento o el ridículo, controlando los ratos de esparcimiento con informaciones dirigidas y dosificadas y disfrazadas con ropaje aséptico.
Nuestro esfuerzo intelectual debe estar dirigido a sacar provecho de la teoría gramsciana, invirtiéndola hacia nuestros fines, formando a la intelectualidad o rescatándola para al campo de la cultura netamente argentina, para esto nos basaremos en la hipótesis de Homero Manzi cuando dice que lo popular crea su producto y a la vez el gusto para gustarlo, y no sólo cuando lo crea sino cuando recrea algo que viene de afuera nacionalizándolo.
Los ingleses traen su fútbol para deleite y aculturalización de nuestras clases altas, éstas lo practican, siendo su juego similar al del inglés y en cierta forma (como también sucede con el rugby) es inferior a lo importado, hasta que se difunde masivamente y en el marco del potrero y la pelota de trapo que no pica, lo transforma en el fútbol “criollo”, se le agrega la picardía de la gambeta y ésta le da identidad nacional, siendo distinto y a veces superior a lo importado.
Nuestro nacionalismo de principio de siglo en nada se diferencia del de los europeos, pues el presupuesto cultural para acceder a él también viene de Europa, ese “nacionalismo” recién toma identidad cuando el pueblo lo hace carne.

Los valores raigales conservados y adaptados por el pueblo

Es que lo popular, opera como custodio de los valores ráigales y cuando lo dejan, los vuelca en el hecho artístico.
América se hizo cristiana dándole su sello, lo católico llega a estas tierras con el hombre europeo prerreformita poco afectado por el renacimiento, en lo que éste tuvo de pagano, portando aún inalterado el espíritu del hombre medieval, y sin oposición sobre lo autóctono, forma una conciencia católica del cosmos, pero como el contexto es distinto, su actualización es distinta, hay una naturaleza hostil que enfrentar, Aun así lo difunde, evangeliza
Para el indio y el gaucho, lo católico no prendió como algo teórico sino como algo vital, el arte católico aquí se internalizó en lo indígena y en estos lares fue recogido vitalmente, el indígena y el gaucho no son sólo recipientes sino portadores de esa nueva factura.
El artista intelectualizado toma lo europeo como algo teórico y copia, el artista popular lo internaliza y lo expone vitalmente, el coya ve la guitarra europea y con sólo la naturaleza la transforma en charango, le es difícil puntearla –en parte por su tamaño- entonces la rasguea, creando ritmos que en los métodos de Federico Sor o Tárrega o en manos de guitarristas “cultos” jamás habrían aparecido.
El español trae su baraja, el gaucho le agrega la mentira, el canto, al juego controlado, matemático y especulativo de escobas y tutes le opone la osadía, la picardía y el engaño del truco.
A la pintura europea que traen los jesuitas se le agregan las guardas de las cerámicas originarias, el dibujo de las telas y la imaginería ingenua del artista nativo, generando manifestaciones artístico-plásticas en las misiones e impregnando toda la cosmografía artística de la colonia hasta nuestros días.
Debemos rescatar el método de nuestros grandes actores que no pasaron por el tedioso y deformante método de Stanislavski; Muiño, Arata, Francisco Álvarez, actuaban en argentino, por ende, sin saberlo, generaron un método de actuación nacional a rescatar. El teatro criollo en su fusión práctica con el circo da lugar al payaso-actor (Pepino 88) que se da el “lujo” de opinar, porque eso le viene del gaucho. Al arquetipo de nuestro sainete o del grotesco discepoliano no le cabe la elaboración sicologista ni el amaneramiento de la expresión corporal, ni los rebuscamientos de Benjamín
Rescatar, en nuestra arquitectura, el concepto de hombre arraigado al suelo, vitalmente expresado en los primitivos planes de vivienda, como contraparte de la tendencia internacional a la edificación tipo horizontal.
En la literatura, el rescate y metodología nacional del relato corto, con la técnica del suspenso ejercida por el abuelo para dormir al nieto y, el mismo viejo, en la rueda de peones, transformándose en el Drácula argentino “julepeador” del gaucho en los fogones.
Desentrañar nuestra sabiduría que no es otra que la que surge de la ciencia gaucha, Martín Fierro se manifiesta como poseedor de un lenguaje propio, de un mundo de recursos expresivos, la sagacidad con que arguye sus deberes, la sutileza con que revela sus sensaciones y sus observaciones profundas. En el gaucho, hombre de adhesión telúrica, el arte se sustenta en su cosmos, convive con la belleza alada y canora del pájaro, con la policromía de la flor silvestre, con la agilidad de la bestia y la fuerza penetrante del viento. Este señorío de naturaleza le da al gaucho esa “ciencia” y ese arte que hace preciso su lenguaje, exacto su saber y bella su expresión. Su sabiduría se integra por una técnica para vivir, una fina sensibilidad que lo hace dueño de su ámbito y del espíritu de su semejante, un canto para la exaltación de sus sentimientos, música y danza para todos los momentos de la vida, la zamba para el amor, el triunfo para la guerra, la refalosa para la muerte.

Intelectuales para la cultura argentina

Como se ve por lo expuesto, estos conceptos son la inversión de la destructiva teoría gramsciana que parte del desarraigo del intelectual y torna la cultura en una jerigonza solo entendible para los “intelectuales orgánicos”
La crisis cultural que atravesamos es el fruto de la aculturalización sistemática del colonialismo sobre nuestras élites y capas medias. Es sistemática porque obedece a un plan de romper todo rasgo de identidad nacional que es justamente el norte del orden mundialista y del Poder Internacional del Dinero. Esto viene desde Caseros, cuando se implementó la desnacionalización que ya se había atisbado con Rivadavia tres décadas antes.
Para algún consuelo esta crisis se da solamente en las élites y los sectores medios, propensos por su formación a absorber lo foráneo, desde chucherías inútiles hasta las últimas teorías.
Pero late en nuestro sustrato cultural, el corazón del pueblo, ajeno al racionalismo del “intelectual” que habla y teoriza sobre la pera que jamás la comió.
Es la razón de ser que se muestra hoy, la realidad profunda argentina, es la verdad de América, alentada por Hernandarias, Artigas, Rosas, y es la que sigue palpitando en el espíritu del hombre común que sabe que lo que “es” indudablemente “es”.
Esa fe inquebrantable donde se estrellan todas las izquierdas y las derechas y toda la política liberal burguesa.
Lo popular cuestiona todo porque su crítica es de realización, lo popular crea su obra y a la vez el gusto para gustarla, valora la realidad y la explica, sin necesidad de la crítica devenida de otras realidades inexistentes o inventadas en base a diversos y muchas veces disparatados mecanismos
El pueblo palpa en su práctica un nuevo horizonte humano, constantemente sumergido desde afuera a través de los “leidos”, siempre o generalmente ajenos a la realidad.
Ese horizonte nos está demostrando que se busca algo que el pueblo viene realizando desde el fondo de los tiempos: estar dentro de la revolución cristiana, argentina, patriótica, hispanoamericana, sin recetas de “leídos”, porque nosotros tenemos la “cencia” que no es otra que la realidad, la única verdad.

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