12 de enero de 2011

EL PATRIOTISMO

Debemos entender el patriotismo de la única manera posible; esto es, como una virtud. Y una virtud que está relacionada con otras, como la piedad, la justicia y la caridad. Enseña Santo Tomás que el hombre es deudor de otra persona por dos razones: primero por el grado de perfección de la misma y luego por los beneficios recibidos de ésta. Así, Dios ocupa el primer lugar puesto que su perfección es absoluta y es principio primero de nuestra existencia y de nuestro obrar. Inmediatamente después se sitúan los padres y la patria, también principios ya que ellos nos dieron la vida, nacimos en una patria y crecimos en ella. “La piedad se extiende a la patria en cuanto que ésta es en cierto modo principio de nuestro ser, la justicia legal considera al bien de la patria desde el punto de vista del bien común”. Y todo acto de auténtico patriotismo emana, finalmente, de la íntima relación del hombre con su Creador. De allí su relación con la gran virtud de la caridad. García Morente fundaba la educación del patriotismo en la educación religiosa: “No puede ser verdaderamente patriota quien no sea verdaderamente religioso”.
La patria es objeto de amor y éste puede adoptar diversas formas.
El patriotismo, primeramente, puede provocar un amor afectivo o sensible. La patria, así, no es únicamente un pedazo de tierra; es mucho más. Es la tierra de nuestros padres y abuelos hecha con sacrificios y renuncias.
Pero los sentimientos no alcanzan. Se le debe dar preeminencia al amor efectivo. Éste exige en cada uno de nosotros una reflexión profunda y un prudente juicio sobre cuál es el bien de la patria y nuestras obligaciones para con ella. Aquel gran Pontífice León XIII recordaba que los cristianos estamos especialmente obligados a amar y defender la patria en que nacimos, al punto de que todo buen ciudadano ha de estar dispuesto a afrontar la misma muerte por la patria.
Existe, incluso, un amor crítico. Tenemos en nuestra historia magníficos ejemplos de amor sacrificado por esta tierra argentina. Pero debemos discernir pues también hubo y sigue habiendo traiciones, entregas y cobardías. No amamos esta decadencia de la patria. Podríamos decir, parafraseando a José Antonio, que amamos a esta Argentina porque no nos gusta.
 Y cuando la patria se encuentra sometida y entregada, enferma y postrada nuestro amor debe ser dolorido. Nuestro amado Papa Juan Pablo II menciona en su Carta Salvifici doloris las desventuras de la propia nación como posible dolor.
La Argentina tiene su vocación y somos nosotros los que tenemos que descubrir el destino de la patria, sabiendo qué es lo que Dios quiere que hagamos con esta bendita tierra.
Tenemos miles de ejemplos. Allí están los patriotas de la guerra por la Independencia, los héroes de Obligado, los que lucharon contra la subversión apátrida y los piratas ingleses.
Pidámosle a María Santísima, Reina de la Argentina, cumplir con la voluntad de Nuestro Señor, a ejemplo de nuestros héroes para que nuestro amor por la patria sea como lo describió magníficamente el poeta: “Amar la Patria es el amor primero / y es el postrero amor después de Dios / y si es crucificado y verdadero / ya son un solo amor, ya no son dos”.

Daniel Omar González Céspedes
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